
La Paz, 23 de mayo de 2025 (ANF).- En un contexto de crisis económica y urgencia social, la Fundación Milenio presentó el documento “Plan Bicentenario: Para vencer la crisis y construir el futuro”, una propuesta que busca reordenar la economía boliviana y poner en marcha un ambicioso proceso de transformación productiva.
En su capítulo III, titulado “Transformación productiva. Oportunidades y potencialidades”, el Plan traza un camino de desarrollo basado en la diversificación, la innovación tecnológica y la inserción competitiva en los mercados globales.
La estrategia planteada por la Fundación se centra en reactivar la economía no solo desde la estabilización fiscal, sino desde la producción real de bienes y servicios con alto valor agregado, capaces de generar empleo digno y formal, y de sostener un crecimiento económico inclusivo y duradero.
Bolivia, asegura el documento, tiene la capacidad de producir lo que el mundo demanda: alimentos, minerales, energía, turismo, servicios digitales y más. La demanda global por estos bienes es creciente y sostenida, lo que representa una oportunidad estratégica si se logra mejorar la productividad y superar las barreras estructurales.
En el rubro agroalimentario, por ejemplo, Bolivia ya es el décimo exportador mundial de soya. Además, posee condiciones naturales favorables para incrementar la producción de trigo y carne bovina, rubros que podrían convertirse en pilares de una nueva economía exportadora.
En cuanto a los minerales, el país cuenta con 31 de los 38 minerales catalogados como críticos por Estados Unidos. A pesar de su riqueza geológica, Bolivia no figura en los registros de inversión exploratoria global, lo que revela una oportunidad desaprovechada.
El Plan también destaca el potencial turístico del país. Su geografía diversa y su riqueza cultural le otorgan ventajas comparativas, aunque el desarrollo de este sector requiere de una mayor inversión en infraestructura y promoción internacional.
El sector de servicios digitales también figura como uno de los motores de la transformación productiva. Bolivia puede proveer desde servicios BPO hasta desarrollo de software, producción audiovisual o videojuegos, rubros que requieren talento y conectividad más que recursos naturales.
Pero las oportunidades no se limitan al mercado internacional. El crecimiento del mercado interno, especialmente en áreas urbanas, abre espacio para nuevos emprendimientos y negocios en sectores como servicios, construcción, comercio, educación y salud.
A partir de este diagnóstico, el Plan propone lo que denomina una “Revolución Exportadora”. Se trata de organizar la economía alrededor de actividades transables, con fuerte orientación hacia las exportaciones y hacia el aumento de la productividad.
Uno de los principales objetivos es aumentar la participación del sector exportador en el PIB del 20% actual al 33% en 2030, lo que implicaría llevar las exportaciones a 16.200 millones de dólares, nivel comparable al promedio regional.
Para lograrlo, se plantea un paquete de medidas estructurales: desarrollo de sectores no tradicionales como la agroindustria, manufactura, turismo y economía digital; reactivación de sectores intensivos en capital como minería e hidrocarburos; y una profunda digitalización del Estado y de la economía.
La mejora del capital humano es otro eje clave. El Plan propone priorizar el desarrollo de capacidades básicas, el aprendizaje continuo, el talento especializado y el fortalecimiento del tejido empresarial.
Asimismo, se sugiere diversificar la matriz energética, asegurando el acceso a energía segura y sostenible, y generando empleos verdes en el proceso. También se apuesta por una mejora integral de la infraestructura y los servicios públicos.
Otro componente central es la reforma del sistema regulatorio. Se busca una regulación económica y financiera eficiente, especializada e independiente, que incentive la inversión y promueva la transparencia.
En materia internacional, el Plan propone una diplomacia económica sin alineamientos ideológicos, enfocada en abrir mercados y atraer cooperación técnica y financiera para el desarrollo.
La Fundación Milenio subraya que estos cambios no serán posibles sin una decidida apuesta por el sector privado como motor del crecimiento. Se necesitan reglas claras, seguridad jurídica, incentivos fiscales y apertura a la inversión extranjera.
La transformación productiva es también un camino hacia la inclusión social. El documento señala que un empleo digno y productivo es la mejor vía para consolidar a los sectores medios vulnerables y garantizar movilidad social ascendente.
A lo largo del capítulo, el Plan advierte que los desafíos son enormes, pero las oportunidades también. “La economía boliviana ya produce lo que el mundo demanda, pero por debajo de su potencial”, sostiene el texto.
La Revolución Exportadora no es una quimera. El documento asegura que ya hay sectores con capacidad de dar respuestas rápidas, como la agroindustria, el turismo, los servicios digitales y ciertos rubros mineros.
Con una inversión pública eficiente y asociaciones público-privadas bien diseñadas, Bolivia podría lograr en esta década una inserción competitiva en la economía global y, con ello, un nuevo ciclo de crecimiento y desarrollo.
La propuesta del Plan Bicentenario no se limita a un listado de deseos. Plantea metas cuantificables, rutas estratégicas y reformas legales necesarias para materializar la transformación.
“Necesitamos reunir todas nuestras fuerzas para lograr un golpe capaz de variar la suerte del país”, recuerda el epígrafe del Plan, citando a Simón Bolívar. Ese “golpe” —según la Fundación— debe ser una transformación productiva con visión de largo plazo y fuerte anclaje en las realidades del siglo XXI.
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