
Desde hace más de un año que corre tinta sobre las elecciones generales del 17 de agosto de 2025, mientras yo trato de morderme la lengua hasta el final, con la certeza de que este es un país de sorpresas: cada semana y a veces cada día hay alguna, generalmente desagradable y poco alentadora. La subasta de siglas y la coreografía oportunista de candidatos de una tienda política a otra es francamente deplorable.
A fines de 2024 y a principios de 2025 muchos nos sentimos entusiasmados por el surgimiento de un bloque opositor unido en torno a Carlos Mesa, Tuto Quiroga, Luis Fernando Camacho y Samuel Doria Medina como núcleo de personalidades con trayectoria y posibilidades, al que se fueron sumando satélites sin posibilidad de votación pero con prestigio personal, como Amparo Ballivián, el rector cruceño Vicente Cuellar, y la diputada Toribia Lero, personas comprometidas y confiables, y algún tránsfuga de toda la vida como Carlos Bohrt (Albus), con su larga trayectoria de “pasa-pasa”.
Frente a ellos apareció un bellaco con pinta de cantante de rancheras (y no de Freddy Mercury como él quisiera): el alcalde de Cochabamba Manfred Reyes Villa, que pactó con el gobierno masista de Luis Arce para que por arte de magia desaparezcan los juicios por enriquecimiento ilícito que tenía encima. Reyes Villa creó su nuevo partido, Súmate, con mucha facilidad, sin una auditoría de los libros de firmas por parte del Órgano Electoral Plurinacional (OEP), y sumó hábilmente a su bando a una veintena de diputados de Creemos y de Comunidad Ciudadana, los más oportunistas, corruptibles y desconocidos.
Se especuló en febrero sobre una supuesta alianza entre Reyes Villa y Eva Copa, que también creó sin mayor exigencia su partido, con el mismo nombre que el de Manuel López Obrador en México: Morena. Poca imaginación, pero bueno, en política no está prohibido plagiar, lo mismo sucedió con Podemos años atrás. Manfred estuvo coqueteando con todos los partidos políticos e incluso firmó un acuerdo con Chi Hyun Chung, pero se dio cuenta muy pronto de que le restaba votos en lugar de sumarle. Hasta el momento de escribir estas líneas, Manfred podría ir con cualquiera o intentar correr solito, aunque ya es altamente improbable que acabe con una mayoría suficiente para pasar a la segunda vuelta electoral (como parecía en febrero, en su mejor momento de las encuestas).
“¿Por quien votaría usted si las elecciones fueran hoy?” se ha convertido en una pregunta fútil con fecha de caducidad de 24 horas. Es decir, no sirve para nada en Bolivia gracias al alto grado de volatilidad política.
Por ejemplo, la coalición de oposición nació resquebrajada pues incluso horas antes de ser anunciada oficialmente, ya saltó a la escena Tuto Quiroga (“Quico” o el “Niño de Praga”), con cara de travieso porque le había hurtado a Comunidad Ciudadana la alianza con el FRI. Luego pareció regresar al redil del Bloque de Oposición, pero no dejó de declarar que el candidato sería él, sí o sí, sin respetar los acuerdos con los otros dirigentes de la alianza, hasta que hizo lo que siempre quiso hacer: zafarse del acuerdo y correr solo (de soledad), perdiendo el terreno que había ganado cuando estuvo en el Bloque Opositor.
Samuel Doria Medina, probó con las nuevas generaciones de votantes, entre bailecitos de TikTok y promesas electorales estridentes, iluminadas en los cielos de Cochabamba con drones: “100 días carajo”. Mesa y Camacho fueron más cautos, declarando hasta el último momento que respetarían el resultado de una elección primaria o de encuestas confiables, y ambos declinaron cualquier aspiración a la presidencia, lo cual muestra desprendimiento y verdadero aporte a la frágil democracia. No se los podrá culpar de la debacle.
Hemos vivido veinte semanas de especulación delirante donde cada encuesta estaba manipulada en favor de uno u otro candidato y ninguna era confiable ni comparable entre sí. El multimillonario Claure, en un afán de parecerse a Elon Musk a quien admira, o con vocación de árbitro futbolístico, ofreció generosamente pagar encuestas “serias” para ayudar a identificar a un candidato de oposición con posibilidades de derrotar al MAS, pero las encuestas que pagó tampoco ofrecían mayor confiabilidad, ya que contrató para ello a la empresa Panterra, que es una consultora política y no una encuestadora electoral reconocida. Si realmente hubiera querido ayudar con encuestas serias, habría contratado a empresas mundialmente conocidas, como Gallup o Nielsen. Panterra contrató a la empresa boliviana Captura Consulting para el trabajo de campo, la misma que fue empleada para una encuesta del canal de televisión Red Uno. En suma, casi todas las encuestas las hacía esa misma empresa, por lo que los resultados apuntaban en la misma dirección.
No hablemos de las encuestas virtuales en Facebook o Twitter, donde el que quisiera podía subir su voto, sin ninguna consideración por la representatividad demográfica ni una metodología transparente. Un absurdo total, pero que también influyó en los futuros votantes.
Luego apareció (de nuevo) el ciudadano coreano Chi Hyun Chung, pastor evangélico que sólo en un país tan anacrónico como el nuestro podría figurar entre los principales candidatos, ya que ni siquiera nació en Bolivia. Es como si un boliviano se fuera a Corea y en unos pocos años se lanzara como candidato a la presidencia. Estoy seguro de que las leyes de ese país lo prohíben, más aún cuando los coreanos no toleran ni a los presidentes nacidos en su país, los cambian con frecuencia.
Por fuera de esos frentes y candidatos con mayores posibilidades de obtener votos, surgieron otros. Por una parte, Rodrigo Paz, que durante meses, prematuramente, gastó todos los recursos que tenía a su disposición como senador de Comunidad Ciudadana, para recorrer el país en campaña electoral, sin sonrojarse siquiera por el uso indebido de bienes del Estado. Recordé que, cuando él y su hermano fueron diputados, todavía jóvenes veinteañeros, hicieron una declaración de bienes de un millón de dólares cada uno. Siempre me hice la pregunta: ¿de dónde, por favor? Ahora anuncia una curiosa alianza con un ex capitán de policía que antes estuvo en alianza con el pastor evangélico coreano. ¿Quién los entiende? Parecen todos desesperados.
En la cola de candidatos auto-propuestos estuvo uno del Bunker, Zambrana, al que ya le fue tan mal la anterior vez con la sigla del MNR, y otro autoproclamado sin sigla, profesor en universidades de Estados Unidos, un pollito de Milei de apellido Saravia, que se declaró candidato precipitadamente, y con la misma rapidez se dio cuenta de que no tenía ninguna posibilidad con sus propuestas “libertarias” que hacen sonreir a mis amigos anarquistas, los libertarios de verdad. Si revisamos las noticias de esos tres primeros meses del año veremos nombres totalmente desconocidos lanzados como “candidatos” al olvido.
El panorama, ahora, es diferente. Todo lo anterior ya fue historia en pocas semanas. Como supuse, cambiaron las cosas y los cálculos de muchos analistas resultaron errados. En este país no hay lealtades, no hay consecuencia, no hay tampoco propuestas que valgan. Por eso es que “herrar” es humano, una actividad noble que involucra a los caballos.
Decir que lo importante en una elección son “las propuestas”, no es más que wishfull thinking (casi, casi… escribo wet dreams, que también vendría al caso). En primer lugar, porque la gente ni siquiera lee las propuestas, entonces de nada vale tenerlas. Hay gente que decía en las dos anteriores elecciones: “pero cuál es la propuesta de Comunidad Ciudadana…” y ni siquiera sabía que sí existían las propuestas, accesibles en internet o impresas, pero les daba flojera buscarlas y leerlas, querían que se las den resumiditas con cucharilla, como papilla para infantes. Hay otra razón para que las “propuestas” sean moco de pavo: nada garantiza que el vencedor de una elección las respete. La propuesta no sirve para nada cuando la persona que llega al poder es un politiquero que ha vendido humo. Puede ofrecer las cosas más anheladas por los votantes, y llegado al gobierno olvidarse de ellas completamente. Esto no sucede solamente en Bolivia, sino en todas partes.
Entonces, finalmente, ¿cómo decide uno su voto? La opción que se presentó en estas elecciones desde el principio fue “sacar al MAS de gobierno”, para que el país se libre de esa lacra que destruyó la economía y la ética. Sin embargo, la reflexión que yo me hago es la siguiente: el MAS ya está en la lona, en sus dos versiones (hay gente ingenua que seguía insistiendo en que iban a unirse porque era “teatro”). Ni Arce ni Evo tienen ninguna posibilidad. Andrónico ha jugado hábilmente sus cartas porque es más inteligente que Evo y Arce juntos, pero no le alcanzan los números para ir solo como candidato. De ahí que no es sorprendente su probable (hasta hoy) alianza con Eva Copa (Morena) y el Movimiento Tercer Sistema de Patzi (cuyo futuro político es tan improbable como una reconciliación con su ex esposa).
Otro autoproclamado, Jaime Dunn, estuvo unas semanas en la cresta de la ola, pero todo parece indicar que tampoco llegará muy lejos como representante del sector ultraliberal, porque la subasta de siglas está llegando a su fin y no le quedaría más remedio que subirse a algún carro en marcha o renunciar a sus veleidades presidenciales.
Entonces, ¿por quién votar? ¿Vamos a anular el voto o nos quedamos en casa leyendo un buen libro? Yo iré a votar, aunque nadie me obliga a hacerlo, pero no votaré “contra el MAS” porque ya no existe como movimiento sino como masa dispersa que se aglutinará como una nube de estorninos en torno a Andrónico, por instinto de sobrevivencia.
Votaré por una figura de unidad en cuya lista de diputados y senadores figuren personas que respeto, honestas cuando hablan y honradas cuando accedan al poder. Votaré por la integridad, por la sensatez, por la sinceridad y por la voluntad de enderezar el camino, desbaratando el aparato de prebendas armado por el MAS a lo largo de casi 20 años, y sancionando la corrupción con auditorías para procesar a los responsables de tanto desfalco, de tanto abuso de poder, de tanto contrato sin transparencia.
No aspiro a que el próximo gobierno salve la economía moribunda del país, eso tomará mucho más tiempo, pero sí que limpie el aparato del Estado, que elimine las alimañas de todas las cañerías, que lo haga eficientemente para que la burocracia no sea más un aparato de coerción de los ciudadanos, y para que haya seguridad jurídica y un marco de legalidad con una renovación total de los poderes del Estado: Judicial, Ejecutivo, Legislativo y Electoral.
El autor es escritor y cineasta
@AlfonsoGumucio