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Nacional Sociedad

Crónica // Cárcel de San Pedro, ¿cuánto debes pagar por mantenerte preso?

Los primeros días en San Pedro son una verdadera sacadera de plata y un martirio psicológico. Los recién llegados deben pagar por todo ya que “el Estado ni siquiera les concede la cárcel y ellos mismos tienen que pagarse el derecho de ingreso comprándose su celda, un anticrético y otros gastos que significan toda una exacción”, señala el abogado penalista Rime Choquehuanca.
6 de Noviembre, 2016
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Frontis de la cárcel de san Pedro en día de visita.

La Paz, 6 de noviembre (ANF).- Un domingo cualquiera de septiembre, sentado en una silla de plástico color blanco, de esas que se usan en las kermeses, Martín aguarda en el patio de Los Pinos, en el penal de San Pedro de La Paz, donde permanece por más de dos años en un juicio por avasallamiento que no llega a comenzar. Pese a su calidad de detenido preventivo, él ya conoció los rigores y las normas de convivencia dentro de la cárcel y lo que significa mantenerse preso mientras ve cómo la economía de su familia se devasta por mantenerlo.

Tiene 45 años y es de talla promedio y contextura delgada. Agricultor de profesión, recibe cada vez que puede la visita de su esposa y sus tres hijos que vienen desde una población del área rural, a cientos de kilómetros de La Paz, porque los ingresos son cada vez más escasos.

Martín recuerda que desde que puso el primer pie en la chirola, una tarde de agosto de 2014, su sola presencia ya cotizaba para los “dueños” de la cárcel, que son los que monetizan con el ingreso de cada preso.

–Cuando  recién  llegué tuve que pagar 50 bolivianos a los “disciplinas” (guardia de seguridad interna compuesta por los propios reos) para que no me golpeen

Los primeros días en San Pedro son una verdadera sacadera de plata y un martirio psicológico. Los recién llegados deben pagar por todo ya que “el Estado ni siquiera les concede la cárcel y ellos mismos tienen que pagarse el derecho de ingreso comprándose su celda, un anticrético y otros gastos que significan toda una exacción”, señala el abogado penalista Rime Choquehuanca.

A pesar de tratarse de una cárcel pública, todo está privatizado y tiene un precio. El capitalismo más puro y duro del “dejar hacer, dejar pasar” se apropió de San Pedro y “si no se paga a las buenas, se paga a las malas”, por eso cada cobro que se realiza dentro del penal es calificado como “extorsión” por el exdirector de Régimen Penitenciario, Ramiro Llanos, ya que “se somete al interno a un verdadero suplicio”.

Sin embargo Llanos señala que la situación en San Pedro no siempre fue así. Antes los penales eran vacíos, solitarios y desolados, pero con la Ley 1008 se llenaron de presos por narcotráfico. 

–Al olfatear el dinero como el tiburón huele a la sangre, los policías llegaron a San Pedro y con ellos la corrupción. 

Llanos recuerda que cuando ingresó a San Pedro Roberto Suárez, “el Rey de la cocaína”, organizó La Posta. Estuvo tres semanas en la PTJ, ahora FELCC, y esperó a que alfombren todo el sector de Chochocorito, de color verde olivo, para entrar a vivir ahí, dice.

Las cárceles antes eran administradas por los alcaides, pero una vez que hubo dinero  las cosas empezaron a cambiar. Ante la diferencia del Estado, los internos empezaron a organizarse para resolver sus problemas: hacer arreglos dentro del penal, construir celdas, etc., y “es en ese proceso donde surge la organización de delegados que hasta ahora domina y controla la cárcel”. Dice que el Estado solo se encarga de pagar la luz, el agua y el prediario (monto para alimentación).

El penal de San Pedro se encuentra ubicado casi en el centro de la ciudad de La Paz, en un barrio del mismo nombre. Su construcción data de 1885 y demoró 11 años bajo la dirección del arquitecto Francisco Idiaquez. Sus 8.336 m2 de superficie en un principio la componían unas 184 celdas y talleres; al año 2000 la Subsecretaria de Régimen Penitenciario informó que existían 600 celdas. En la actualidad se desconoce el número de espacios.

En sus inicios tenía capacidad para 300 internos, pero ahora sus centenarios muros de barro de casi 20 metros de altura por dos de ancho albergan a unos 2.120 internos, según los recientes datos de la Defensoría del Pueblo, totalmente mezclados y hacinados, en una especie de pequeña ciudadela violenta y con olor a estancado, conformada por barrios, con su propia seguridad privada a sueldo, servicios de comida, peluquería, y otros, todos autogestionados.

El derecho a la cárcel en dinero

Mientras paseamos por el patio de Los Pinos, Martín recuerda, sin apuros, que al llegar a San Pedro tuvo que recurrir de emergencia a sus familiares para poder solventar su derecho a la cárcel porque las presiones de los delegados eran persistentes, o si no lo enviarían a la cocina, conformada como otra sección, “donde te roban y abusan”.

Con ayuda de sus seres queridos, Martín primero pagó Bs 50 al cabo policía que es el que registra el ingreso de los imputados al recinto.

Luego, estando dentro del penal, un delegado lo llevó al Consejo de Delegados, que en los hechos es el que administra el recinto. Le cobraron Bs 250 solo como derecho de ingreso al presidio.

Este es solo el inicio de los cobros. Después canceló Bs 100 para los “disciplinas”. El pago no evita la golpiza “de bienvenida”.

El Consejo de Delegados deriva al detenido a una de las nueve secciones que existen dentro del penal: La Cancha, Los Pinos, Chonchocorito, El Palmar, Guanay, Los Álamos, San Martín, La Prefectura y La Posta. Para ingresar a Los Pinos Martín tuvo que pagar Bs 1.000 “solo para pertenecer a la sección”. Hay secciones como La Posta y Chonchocorito donde solo el ingreso va de $us 1.000 a $us 3.000 dólares.

Dentro de la sección, el preso debe buscar donde dormir. Hay alojamientos comunes que albergan hasta a 15 personas, totalmente hacinadas, y donde se paga Bs 100 al mes, relata Martín.

Pero si el interno busca más privacidad, hay celdas de 2x2 metros en la misma sección, y para pasarse a esas “hay que entregar al delegado lo que pida, una contribución, que puede ser una ducha, un colchón o algo”, para tener la autorización, y pagar Bs 250 al mes por el alquiler.

Sin embargo hay cuartos de otros precios, que se alquilan o entregan en anticrético. Hay celdas más amplias, con ducha y televisión por cable, con cama y ropero y por esas se paga un alquiler superior a Bs 1.000 o anticréticos de $us 10.000 a $us 17.000. Según los internos, el exalcalde de El Alto, Edgar Patana, paga un anticrético de $us 15.000 y el abogado Eduardo León uno de $us 12.000. Ambos en la sección La Posta.

Todos estos precios están sujetos a una elevación por la demanda de celdas que existe en el penal. A mayor demanda y menos oferta, los precios suben. Y “el negocio lo fortalece y alientan las autoridades y jueces que siguen enviando internos a San Pedro, entonces esta situación hace que el negocio continúe junto al abuso a los internos”, dice Llanos. 

Detenidos por violación

Adicionalmente a todos estos cobros, los que más sufren son los presos acusados por violación. Tener la acusación hace que sean víctimas de mayores extorsiones. Los delegados se aprovechan de esta situación y les cobran montos entre 5.000 y 10.000 bolivianos como seguro de vida o derecho a no ser violados. En todos estos “negocios” no interfiere la Policía.

Una víctima de este abuso fue Álvaro, joven de 23 años, de tez clara, cara robusta y ojos de angustia, detenido preventivo. Cuenta que su madre, mujer de pollera y vendedora de comida en la calle, tuvo que rematar sus utensilios para juntar el dinero y pagar los Bs 8.000 que le exigía el delegado de La Cancha, que ya salió libre, para evitar que sea violado por una turba de reos. Él mantiene un bajísimo perfil y no protesta por ningún cobro que le hacen para preservar su vida.

Álvaro, según su versión, fue acusado por su expareja de violar a su hermana de 12 años, su cuñada, como represalia porque él no quería regresar con ella. Para el delgado de su sección fue una gran oportunidad para extorsionarlo.

Aún sigue en San Pedro pese a que su expareja retiró la denuncia. Dice que su abogado solo le pide dinero a su madre para los trámites administrativos y no agiliza su excarcelación. Ella pasó de tener un negocio propio de comida ambulante a trabaja para otra vendedora.

Juan, detenido hace más de tres años, testimonia que a su llegada al penal, antes de ser derivado a una sección, fue testigo de cómo los “disciplinas” sodomizaron con un palo de escoba a otro interno acusado de violación que no tenía dinero para pagar la “bienvenida”.

–Fue terrible, yo callado di los únicos 100 bolivianos que tenía para que no me hagan nada, uno en ese momento no sabe qué hacer.

Pero ¿Qué pasa con los que no tienen dinero dentro del penal?

–Al que no paga lo mandan a la cocina y ahí te pegan, te sacan tus cosas, te roban y nadie se responsabiliza, ni los delegados, menos la Policía, dice Martín. 
 
Otros internos que no pueden conseguir el dinero son abusados por los delegados y van a parar junto a los llamados Sin Sección, un lugar dentro del penal donde más de 100 internos superviven. Duermen totalmente hacinados debajo de las gradas, en los entretechos, en los pasillos, donde encuentren, aquejados por todo tipo de ácaros y alimañas. 

En el lugar moran los marginados del penal. Generalmente son personas consumidas por la droga y el alcohol. También terminan ahí los que se quejan por los cobros. Son expulsados de sus secciones y ningún otro pabellón los recibe. Por eso, señala Ramiro Llanos, “nadie puede opinar ni estar en contra, y si se quiere oponer es coaccionado y expulsado”. Martín corroboró esta versión. 

Javier, un extranjero recluido por asalto, vivió un año y medio sin sección y ningún otro pabellón lo quiso acoger, como una forma de castigarlo. Incluso dice que en todo ese tiempo no recibió ni comida ni prediario.

Martín recuerda que en una ocasión reclamó al delegado de Los Pinos por los constantes aportes obligados que hacía, que supuestamente son para mejorar el penal, pidió rendición de cuentas y recibió como respuesta solo una amenaza: “¿Quieres quedarte sin sección?”.

Juan es actualmente delegado, y al preguntarle adónde va todo ese dinero que se cobra y si se rinde cuentas, respondió sin convicción: “Todo se controla pues, se da informe”.

Ramiro Llanos señala que si bien se realiza una elección “democrática” de los delegados dentro del penal, “todo es una rosca, donde dan vueltas los mismos delegados treintañeros que abusan de sus compañeros”.

En un país pobre como Bolivia, aunque los indicadores económicos digan lo contrario, en muchos casos la familia, que realiza todo tipo de peripecias para poder sobrevivir, no puede ayudar con los gastos económicos de los internos, que en lo inmediato se convierten en una pesada y vergonzosa carga.

La investigación “Situación laboral del panóptico de San Pedro”, realizada en 2013 por el paralelo 3A de la facultad de Derecho de la UMSA, reveló que el 55% de los internos no cuenta con recursos externos, mientras que el 32% sí. También, sobre su ocupación, antes de su ingreso al penal, 15% respondió que era albañil; 13% empleado público; 11% comerciante; 9% chofer; 9% no responde; 7% costurero; 7% técnico; 7% otro, lo que muestra que es el pobre el que está en las cárceles.


El inicio del negocio y la danza de los números

Llanos indica que el lucrativo y millonario negocio de la venta de celdas y extorsión, del que se benefician delegados, policías y autoridades, se inicia en el Órgano Legislativo.

–Los delegados están bien enterados, están atentos a los medios de comunicación, dicen “un pavo (pez gordo) va a llegar”. Llegan los preventivos e inmediatamente hay un ejercicio de coacción, algunos no aceptan la extorsión, entonces inmediatamente proceden a ejercer violencia. Los delegados dicen que (lo que cobran) es para arreglar el penal, para mejorar las cosas, pero eso es mentira, cada vez hay problemas con los delegados que no rinden cuentas.

De acuerdo a la información de Ramiro Llanos cada día llegan a la cárcel, en promedio, 10 detenidos preventivos, de esa cantidad dos terminan en La Posta y 8 en “población.

Las ocho personas que van a población pagan en promedio cada una Bs 2.000, lo que hace una suma de Bs 16.000. Los dos que van a La Posta pagan un mínimo de Bs 7.000 cada uno, lo que suma Bs 14.000. 

Haciendo una suma se tiene por día un ingreso de Bs 30.000 por 10 detenidos. En un año se trata de Bs 10,9 millones, o $us 1,5 millones, de destino incierto.

Llanos señala que esta es una de las razones para que no se haga nada por cambiar la situación de los penales, ya que además de estos cobros, los custodios en la puerta se benefician por el ingreso de drogas, alcohol y armas, y otros tipos de sobornos a los familiares de los internos.

–El policía dice ‘hoy no voy a trabajar y esta noche me voy a reponer’. ¿Qué va hacer?, va a meter droga, alcohol en el penal y en un día va a ganar lo que gana en una semana.

Hasta los castigos tienen precio

–Los internos saben cuánto vale un coronel, y los pagos se negocian antes de entrar al castigo, el policía cobra entre 100 y 500 bolivianos, dice Martín.

Javier y Juan negociaron alguna vez un castigo porque hasta no estar en la lista amerita una sanción. 

Como internos están convencidos de que el alcohol y la droga ingresa por la puerta principal en combinación con los grupos de vendedores. Las autoridades como el gobernador del penal saben y siempre fue así, pero como se benefician no dicen nada, remarcan.

ANF buscó la contraparte del gobernador de San Pedro, por medio del responsable de comunicación, Jorge Caro, para conocer su versión sobre lo que ocurre en el penal, pero no respondió al requerimiento.

Ramiro Llanos, en su experiencia como director de Régimen Penitenciario, señala que el problema del penal va más allá de los internos y tiene que ver con los jueces. 

–El que saca dinero de la alcantarilla y vive de todo esto es el juez. Hay internos que tienen que estar en Chonchocoro porque tienen su sentencia ahí, pero no van a Chonchocoro porque los jueces no los mueven, ‘entonces yo soy preso y no le estoy dando nada al juez para seguir en San Pedro’, pasa un mes, otro mes y el juez ya me envía a su mensajero y me dice ‘te vamos a llevar a Chonchocoro’. Pero como no quieren ir a Chonchocoro y tienen que darle 100 dólares mensuales al juez ¿de dónde sacan el dinero? Tienen que vender droga, tiene que extorsionar a otros presos para darle al juez.

Llanos subraya que hay internos con sentencias de 20 a 30 años que deberían estar en Chonchocoro, pero los jueces los mantienen en San Pedro a cambio de dinero.

–Entonces el responsable es el órgano judicial. Cuando el juez confina al interno en una cárcel ya no tiene por qué intervenir, ya es una cuestión administrativa.

Indica que los bravucones con sentencias de 30 años, que no deberían estar en San Pedro, son los que finalmente imponen su ley y alcoholizan y drogan a los internos, que después saldrán a las calles solo para seguir robando y asaltando para mantener su vicio ante la ausencia de una política de rehabilitación e inserción de parte del Estado.

Además en San Pedro las desapariciones de presos ocurren y las muertes y accidentes son frecuentes. Algunos deben ser evacuados por las golpizas, apuñalamientos y otros problemas que sufren.

Llanos recuerda que en agosto de 2012, para dar con un interno que había desaparecido dentro del penal, personal de inteligencia dio la alerta sobre el posible paradero del mismo, que supuestamente ya estaba muerto. En el operativo dirigido por el exviceminstro Jorge Pérez, la Policía encontró 52 latas de alcohol y 23 cajas de cerveza en lata, pero no al reo.

Pero como el hombre es un animal de costumbre, Martín dice que hay forma de vivir “tranquilo” en San Pedro, y es manteniéndose al margen de los presos problemáticos, frecuentando solo a los más tranquilos y trabajando en lo que sea para ir mermando los súbitos ataques de angustia. También se debe evitar el consumo de bebidas alcohólicas, y más las drogas, porque “las fiestas generalmente terminan en problemas”.

Sin embargo, otro preso tiene una opinión diferente: “hagas lo que hagas, este es un infierno y nadie se preocupa por nosotros. Nadie”.


(*) El nombre de los internos entrevistados fue cambiado para preservar su integridad física.


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