LUPE CAJÍAS
¿Por qué el abogado Iván
Lima se empeña en un discurso falaz, sin sustento en la realidad? ¿Por qué ignora su título
profesional insistiendo en
versiones que él mismo contradice? ¿Por qué no valora su propia palabra? ¿Por qué defiende a Susana Rivero
argumentando que sus derechos de
mujer política son amenazados y al mismo tiempo protagoniza una trama jurídica para humillar a la exmandataria Jeanine
Añez?
¿Qué pasó con el alumno de Huáscar Cajías? ¿Dónde
se extravió el ayudante de René
Blatmann? En tareas tan propias de una autoridad como asistir a un encuentro internacional de ministros,
Lima prefirió faltar. ¿Tendrá
algún impacto en la Organización de Estados Americanos, OEA, que el
invitado boliviano no acepte la convocatoria por
consigna partidaria? ¿Habrá algún
ministro latinoamericano lamentando su ausencia?
¡Qué abismo lo separa del brillo de Cajías
defendiendo las propuestas
bolivianas en la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, aplaudido en Viena sin distinciones
políticas, religiosas o étnicas!
Blatmann acudió a la X Conferencia de ministros de Justicia de Iberoamérica en Colombia y presentó orgulloso las
sólidas propuestas del gobierno
boliviano para mejorar y modernizar la administración de justicia
en Bolivia. Existen, pues, bolivianos que saben
defender la tricolor en cualquier
escenario sin complejos; sea por moreno como Cajías o como nieto de una indígena como Blatmann. Tenían tres
seguridades: conocimiento; no dependían
de un jefe político; no obedecían consignas partidarias (y sabían
inglés).
Lima es el portaestandarte que soporta la carga
que impone la lealtad a Evo
Morales, pero no es el único. Detrás de él, el grupo palaciego del Movimiento al Socialismo, MAS, construye
un andamiaje parecido a “El
Proceso” de Franz Kakfa y cercano a los personajes de George Orwell en la “Rebelión en la Granja” y en “1984”.
Lima sigue una línea que no es original del país
ni siquiera de la región. Quien
lee los textos de historia oficial durante los 70 años de estalinismo en la Unión Soviética puede darse cuenta
dónde comenzó el estilo. El
aparato del Partido Comunista lograba lavar los cerebros de sus propios camaradas e intentaba lo mismo con todo su
pueblo y sus seguidores en el
mundo. Así lo vuelve a aplicar contra Alexei Navany.
En América Latina hay experiencias siniestras. Sin
embargo, me limito a nombrar al
sandinismo palaciego en Nicaragua que ingresó a ese camino desde la captura del estado por la logia
Ortega/Murillo. No dudan en fabricar
conspiraciones o en aprobar leyes para anular a quienes se atrevan
a enfrentarlos. Ortega no ordena procesar por
acciones sino instruye apresar a
potenciales contrincantes. Encarcela antes de ser desplazado- así
sea una a una comandante como Dora María
Téllez-, a todo aquel que
cuestiona su legalidad.
El proceso- y lean con cuidado las palabras de
Lima y los oficios del fiscal-
contra Jeanine Añez es para evitar que en el futuro los periodistas se atrevan a denunciar los abusos; los
ciudadanos salgan a la calle; los
activistas protesten; los jóvenes pidan cambios; las mujeres reclamen; los políticos candidateen; los sacerdotes
busquen la paz. Comenzaron con la
estrategia para someter al partido a la Policía Nacional y a las FFAA.
Gracias a la resistencia de cada ciudadano en los
históricos 21 días de 2019 se
detuvo momentáneamente el poder que soñó ser omnipresente. La convocatoria a la guerra civil fracasó porque
Jeanine Añez, valiente, aceptó ser
presidenta en medio de la tormenta. Eso no le perdonan. Sus acciones como gobernante son otro tema.
Lupe Cajías es periodista