
La primera señal de libertad interna con la que actúa el nuevo Papa fue la adopción del nombre papal, distinto de los ya utilizados por sus antecesores. Quiso llamarse Francisco para señalar el rumbo de su pontificado siguiendo la huella del Santo de Asís, centrada en el amor a Cristo crucificado y a su Esposa, la Iglesia, necesitada de reforma, en la atención preferencial por los pobres, en la construcción de la paz y en la custodia de tierra como creación de Dios.
Francisco también sorprendió por la elección del escudo papal que mantiene el anterior de Obispo de Buenos Aires, salvo un par de modificaciones. Una ha sido cambiar el sombrero episcopal de color rojo cardenalicio, substituyéndolo por la mitra papal con la estola pastoral y las dos llaves petrinas, de oro y plata, significando la promesa de Jesús a Simón Pedro y, lógicamente, también a sus sucesores (cf. Mt 16, 19), tal como ya figuraba en el emblema de Benedicto XVI.
El escudo del Papa Francisco es simple. Sobre un fondo azul se encuentra arriba el sol radiante con la sigla IHS (Jesús Salvador de los Hombres). Sobre la letra H está la cruz y abajo los tres clavos de la crucifixión. Este signo de seguimiento a Jesús crucificado es el adoptado por la Compañía de Jesús, a la que Bergoglio ingresó siendo joven y quiere seguir perteneciendo como hijo de S. Ignacio de Loyola.
En el escudo abajo a la derecha hay una estrella, símbolo de la Virgen María, a la que las letanías lauretanas aclaman como “Estrella matutina”, precursora de Jesús. En el otro lado hay un racimo que recuerda las uvas con las que se hace el vino consagrado como la Sangre de Cristo. También cabe verlo como el racimo de la flor de nardo con el que se identifica a la vara floreciente de San José, tal como se narra en los desposorios del varón justo y casto con la Virgen María según algunos escritos apócrifos.
Es bien conocida la devoción del nuevo Papa a San José, que se ha hecho más notoria al celebrarse la misa de inauguración de su ministerio petrino, precisamente el 19 de marzo, fiesta de san José, a quien Pío IX en 1870 declaró Patrono de la Iglesia Universal. El Papa Francisco en su homilía de toma de posesión reconoció a San José como el llamado por Dios a custodiar a Jesús con María, a custodiar toda la creación, a custodiar a todos, especialmente a los más pobres, y a custodiarnos a nosotros mismos.
Queda por explicar la leyenda “Miserando et eligendo” que figura abajo del escudo. Este lema fue adoptado por Bergoglio al ser designado Obispo de Buenos Aires. Este texto latino, cuya traducción literal es “Compadeciéndose y eligiendo”, forma parte de una homilía que hizo el monje británico, San Beda el Venerable (672-735), comentando el llamado que hizo Jesús a Mateo: “Al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos y le dice: ‘Sígueme” (Mt 9, 9). San Beda añadió un inciso explicativo: “Vio Jesús al publicano y, porque lo miró, compadeciéndose y eligiendo, le dijo: Sígueme”.
Este inciso explica por qué Jesús llamó entre sus seguidores a un recaudador de impuestos. Este oficio era despreciado por gran parte de la población, especialmente por los fariseos que consideraban a los publicanos como pecadores por ser colaboradores con el poder romano y por tener fama de enriquecerse exaccionando a la población. Sin embargo Jesús no se fijó en estereotipos, sino que con su mirada profunda captó el deseo de Mateo de ser su discípulo, se compadeció de él y le invitó a seguirle, aun sabiendo que los que se creían justos le iban a criticar y a acusar de acoger a pecadores.
Recordemos cómo Jorge Mario Bergoglio con 17 años, precisamente en la fiesta de San Mateo, experimentó en un modo particular la misericordia de Dios en su vida. Entró en una iglesia, se confesó con un sacerdote y después se sintió tocado en el corazón, sintiendo que sobre él descendía la misericordia de Dios, quien con mirada de tierno amor, lo llamaba al sacerdocio. Dejando otros proyectos Jorge ingresó en la Compañía de Jesús. En 1973 fue llamado a ser Superior Provincial en Argentina, cargo que ejerció hasta 1979. Esos años fueron tormentosos para Argentina, para la Iglesia, para la Compañía. Bergoglio como superior de los jesuitas tuvo que cumplir la difícil misión de dirigir la Compañía de Jesús y purificarla de las tendencias políticas marxistas que se habían infiltrado en ella, tarea que le acarrearía duras críticas y marginación.
Sin embargo el Señor de nuevo tuvo compasión de él y lo volvió a elegir, esta vez para el ministerio episcopal. En 1992 Juan Pablo II lo designó Obispo auxiliar de Buenos Aires y más tarde, en 1998, Arzobispo. En 2001 sería elevado a la dignidad de cardenal y ahora, en 2013, elegido Papa. Por todo ello, al retomar el lema “Miserando et eligendo”, Francisco ha querido subrayar cómo Jesús elige no simplemente por los méritos del llamado, sino ante todo por su gran misericordia frente a los pecadores y también frente a los acusados injustamente.
Este lema explica también uno de los rasgos del carisma del nuevo Papa, quien, siguiendo la huella de Juan Pablo II, quiere ser el apóstol de la misericordia divina en un mundo donde la compasión está siendo reemplazada por ideologías materialistas que desvirtúan o incluso rechazan la justicia misericordiosa, el mayor atributo del Dios cristiano que es Amor.