
Esta vez las mujeres afganas no tuvieron que orinar en las bocas abiertas, ahogando a los capturados en tiempos de las guerras anglo-afganas en el siglo 19. Sin embargo, los conflictos del mediterráneo país en la Ruta de la Seda a lo largo de su historia, incluyen Persia (Irán), Turquía, India (bueno, la parte islámica que hoy es Paquistán), y tal vez tres repúblicas que eran parte de la Unión Soviética (URSS), también musulmanas: Turkmenistán, Tayikistán y Uzbekistán. Hay cierta verdad en aseverar que los revoltosos afganos deberían ser conocidos como ‘tumbadores de imperios’, porque el invasor soviético fue reducido a Rusia; hoy se le suma Estados Unidos, la otra superpotencia de la Guerra Fría, que debería dejar de presumir de “América”, porque americanos somos todos en el Hemisferio.
La abrupta retirada de Afganistán de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, después de veinte años de su multimillonaria intervención, tendrá varios corolarios. Su país se autoproclama “defensor” de los “valores” estadounidenses. Exalta la hazaña del nuevo “airlift” que no fue noble como el de Berlín, aparte de ser inconcluso para unas centenas de estadounidenses y quizá miles de afganos. ¿Afganistán será una vez más refugio de grupúsculos radicales islámicos? Es cosa difícil de evitar para satélites y drones estadounidenses sin que ocasionen muertos civiles y niños mutilados. Yo sostengo que tal vez le costará la reelección a ‘Joe’ Biden.
Mareando la perdiz de la nueva derrota estadounidense, ¿repetirá algún otro país, quizá de la persuasión islamista correcta, la experiencia de Inglaterra, la otrora Unión Soviética, y el poderoso EE.UU, todos en su momento altaneros imperios, la esquiva pretensión de llenar el vacío geopolítico? Más bien, pienso yo, con tanto dinero invertido y tanto equipamiento abandonado, Afganistán se convertirá en otra potencia intermedia, como todos los que ganaron conflictos, o plantearon alternativas guerreras con Estados Unidos dejando al ‘pitbull’ estadounidense como guardián.
Pecaría de mal agradecido si aporreara al país que tanto me dio. Más bien, puntualizo escollos que hoy le acosan. Su racismo no fue resuelto con su Guerra Civil; hoy es una bomba de tiempo que desata enconos cuya virulencia puede generar tensiones aún más serias en un país de gente armada hasta los dientes. Estados Unidos no parece ni creer en mitos democráticos y constitucionales que pregona junto con otros espejismos de la “American Way of Life”: bastó un pícaro narcisista y demagogo para desbaratarlos.
Encima se le acumulan desastres naturales: incendios dantescos en la parte occidental; huracanes, tornados y lluvias torrenciales en el Sur y en el Este. La pandemia del Covid-19 no se podrá resolver si millones de estadounidenses rehúsan vacunarse. Hacen politiqueros los temas energéticos y sanitarios. Sin embargo, la clave está en la cultura humana del desperdicio y el cambio climático. Podría resumir todo cargando la culpa al cambio climático solamente. Pero el cambio climático es un fenómeno cíclico agravado por las cochinadas que los seres humanos botamos a la espléndida naturaleza del Planeta Tierra. Ahora se nota más con la globalización, y recién se entiende que es el hogar de todos.
Sostengo que el liderazgo estadounidense puede aliviar su declive mundial, asumiendo la batuta de la lucha contra el desperdicio y la contaminación ambiental. Si la Unión Europea (EU) puede fijarse metas concretas como la “des-carbonización” hasta 2030, Estados Unidos puede hacer lo propio, descongestionando sus colmatadas supercarreteras, con medios de transporte masivos o medios menos contaminantes. Incentivando industrias progresistas con premios a la eficiencia medioambiental; ¿qué tal financiar un premio ‘Ralph Nader’ en la ceremonia de los Nobel? Si el mundo está preocupado por la contaminación de envases plásticos, ¿qué tal un fondo de ayuda a países pobres si la reducen con indicadores específicos, en vez de competir por la provisión de armas para derrocar tiranuelos o milicos ambiciosos? ¿Qué tal un premio a inventores de redes pesqueras biodegradables a corto plazo?
Aparte de especulaciones sobre la derrota de Estados Unidos en Afganistán, cabe recalcar que la madre del cordero, así fuera insólito, es el cambio climático. La aparición de nuevas variantes de infecciones virulentas se debe no tanto a noveles formas de agresión entre humanos, sino más probable a desequilibrios o abusos medioambientales.
La inminente catástrofe ambiental tiene mucho de ser un fenómeno natural recurrente, pero exacerbado por el abuso del planeta por el homo sapiens, que debería llamarse homo ‘destructivis’, ya que poco tiene de sabio, o loque aprende por un lado del cerebro, se le sale por el otro. Bolivia, tanto la cordillerana como la amazónica y la platense, tiene su cuota parte en el asunto.
Winston Estremadoiro