
El
Cardenal Julio Terrazas en su discurso de despedida como Presidente de la
Conferencia Episcopal Boliviana el pasado 10 de noviembre, se refería a los
acontecimientos específicamente religiosos que celebra la Iglesia Católica en
el “Año de la Fe”. Dentro de esa perspectiva expuso también algunos hechos que
atentan a la dignidad, a la libertad y a la vida misma de los bolivianos:
pobreza, manipulación de amplios sectores de la población, expansión del
narcotráfico en la juventud y utilización arbitraria de la justicia para
amedrentar a personas opositoras sin respetar el principio fundamental de la
presunción de inocencia. Como consecuencia pidió “actitudes de servicio
clarividente y oportuno” para avanzar “por el arduo camino en la construcción
de una democracia real, estable y madura”.
Hay que subrayar esta petición del Cardenal. A
diferencia de las dictaduras del pasado, una característica de los actuales gobiernos
autoritarios tratan de recubrirse bajo un manto democrático. En otras épocas los
golpes de estado, impuestos incluso con violencia y muertes, se legitimaban lisa
y llanamente con la toma del poder. Sus líderes se proclamaban gobernantes y anulaban
o suspendían las instituciones democráticas, simbolizadas en el cierre del
parlamento, y creaban organismos de gobierno nombrados por ellos mismos. No
tenían ningún rubor en asumir todos los poderes alegando la situación de
emergencia o de extrema necesidad.
En cambio hoy en día ha crecido una condena
generalizada hacia los gobiernos dictatoriales. Por eso éstos despliegan una
estrategia para asumir de forma gradual y “democrática” el poder total. El
actual gobierno de Bolivia consiguió electoralmente el control del poder
legislativo con la mayoría de dos tercios. Sin tener que negociar con la
oposición ha promulgado leyes algunas de las cuales transgreden los principios
fundamentales del derecho como ser la irretroactividad, la presunción de
inocencia y el debido proceso. Tal es el caso de la Ley sobre Autonomías que
admite la imputación contra una autoridad para iniciar el proceso de destitución
sin tener una sentencia.
También se han seleccionado candidatos afines a la
línea partidista oficialista para ocupar puestos claves en el poder electoral,
en la fiscalía general y en los tribunales superiores de justicia. Con ello el
gobierno ha encontrado una vía fácil para amedrentar y silenciar a los
opositores políticos, incluyendo a los medios de comunicación, mediante procesos
penales o civiles, encarcelamientos preventivos y acusaciones con efectos de
destitución.
Otro ejemplo de esta perversión de la democracia ha
sido la acusación del delito de desacato a la autoridad como arma política para
intimidar a los opositores. Este delito ya ha sido abolido a nivel
internacional por la jurisprudencia del Corte Internacional de Derechos Humanos
de la OEA. Finalmente ha sido también anulado por el Tribunal Constitucional
Boliviano, aunque algunos miembros de gobierno pretenden sustituirlo por
figuras afines.
Es ilustrativo el proceso judicial iniciado por el gobierno
contra la Agencia de Noticias Fides y los periódicos Pagina Siete y El Diario, ,
desconociendo el fuero propio de los periodistas, establecido en la vigente Ley
de Imprenta. Se les acusa de incitación al racismo por haber publicado casi
literalmente el discurso que pronunció el mismo Presidente Evo Morales a sus
partidarios en Tiwanaku. Afortunadamente ha habido una repulsa contra estas
instrumentalizaciones de la democracia.
Si
esta estrategia no se rectifica es previsible que el actual gobierno de Bolivia
pase a la historia como una “democracia dictatorial”. Tarde o temprano será
rechazada por una mayoría de la población que valora la democracia real, basada
en la independencia de los tres poderes clásicos, ejecutivo, legislativo y
judicial y en el respeto de todos los derechos humanos fundamentales en los
ámbitos personales, familiares, sociales, religiosos y políticos.
Por todo
ello se comprende mejor el llamado del Cardenal Julio Terrazas dentro de la
nueva evangelización a “construir una democracia real, estable y madura”,
dentro del plan salvífico de Dios: “Es el Señor, que nos llama y envía a
anunciar a ‘tiempo y destiempo’ el Evangelio de la Vida y del amor. […] Tarea
ardua la que nos espera, pero no olvidemos que el Señor de la historia sigue
acompañando a su Iglesia con la fuerza y acción de su Espíritu. Que María
nuestra Madre, nos asista en estos días de trabajo intenso para guiar a
nuestras Iglesias peregrina en Bolivia. Gracias”. Recojamos ese legado profético
de nuestro benemérito Cardenal.