
El vicepresidente Álvaro ha declarado la semana pasada que él y el presidente Evo están preparando una propuesta de ley que instaure la cadena perpetua para los violadores de niños cuyo acto hubiera llevado a sus víctimas a la muerte.
La propuesta es altamente demagógica, porque una parte importante de la población se siente identificada con una ley de esa naturaleza. En efecto, si se hiciese un referéndum, no solo introduciendo en ese caso la cadena perpetua, sino la pena de muerte, de seguro que esta opción ganaría holgadamente. Por suerte no podemos llegar a ese extremo porque hay convenios internacionales que impiden al estado la aplicación de ese castigo extremo.
No es pues de extrañarse que los primeros mandatarios, necesitados de una popularidad que les está siendo escurridiza en el último tiempo, estén lanzando esta propuesta. Los mal pensados, que tienen derecho a serlo, sobre todo con el accionar de este gobierno, opinan que un referéndum al respecto, podría ser una llave para abrir la constitución y modificar de paso los puntos que no permiten a Evo reelegirse por siempre jamás.
El problema sin embargo es que esta es, una vez más, una forma de manosear un problema serio qué merece ser resuelto de una manera en la que los cálculos políticos estén totalmente fuera de juego.
Vayamos por partes, las violaciones a mujeres y a adolescentes son un problema muy serio en nuestro país, un porcentaje un tanto escalofriante de los presos en nuestras cárceles son hombres acusados de ese extremo, incluido el expresidente de un Concejo Departamental. Las violaciones y posteriores asesinatos o muertes de niños, no lo son. Vale anotar que el caso más sonado de este terrible delito, el del niño Alexander, parece ser que es una falacia, y que el médico acusado de esa atrocidad es un ciudadano inocente, víctima de la estupidez y otros defectos peores de los fiscales y el juez que atienden el caso.
La violación de un infante, o de un bebé, es solo imaginable a partir de una mente completamente retorcida, mejor dicho, de una mente muy enferma, y así debe ser tratado este tema. No es una cadena perpetua la que sería recomendable para un individuo de esas características sino un aislamiento psiquiátrico, que podría extenderse a lo largo de su vida. Es lo que sucede en sociedades más avanzadas donde no hay cadena perpetua.
La propuesta de los primeros mandatarios, hecha al calor de un último evento de (supuesta) violación y asesinato de una niña, tiene además los enormes vacíos que son inherentes a la improvisación y a la superficialidad. Bueno sería tener una estadística de violadores de niños que han salido de la cárcel, saber si estos reincidieron en su espantoso delito, para tener una idea clara de la incidencia de esta situación en la vida social del país. En otras palabra si realmente vale la pena pasar por un referéndum y una modificación a la constitución por un tipo de delito que sucede muy excepcionalmente. (cabe recordar que una violación seguida de la muerte de la víctima ya tiene en el actual sistema una pena de 30 años sin indulto).
En realidad el endurecimiento de las penas no solo del caso de violadores de niños, sino de las violaciones a adolecentes y mujeres adultas, no ayuda en nada a frenar algo que parece ser un problema extendido en nuestra sociedad. Es difícil imaginarse que un violador sopesará su accionar, razonando por ejemplo, que vale la pena violar si el castigo es de 6 años de cárcel, y no si es de 12 o 18. Son otros los caminos que se deben seguir para encontrar un remedio a este flagelo, interesante sería ver la incidencia del abuso de alcohol en los casos de violación.
Lo que es importante es que los hechos no queden en la impunidad, para eso se necesita un sistema judicial y una Policía no corruptos, bien pagados y que cuenten con los recursos económicos para hacer valer la ley, lo demás es pura demagogia.