
Si al ministro Romero unas tres viejas desdentadas al estilo de las brujas macbethianas le hubieran dicho hace unos 15 años que el futuro le depararía ser ministro de gobierno, y que en esas circunstancias el acusaría a Amparo Carvajal de estar en concomitancia con un grupo de productores de coca y que ella y ellos serían los autores intelectuales del asesinato de un policía, podemos estar seguros que él habría salido corriendo del lugar, se habría cerciorado que no se trataba de una pesadilla, y al darse cuenta de que era una escena real, de que las mujeres estaban allí, su hubiera asustado tanto con ese futuro que su hubiera autoexiliado para no llegar jamás a ser ministro de gobierno de Bolivia.
Las declaraciones del Ministro Romero, que en muchas oportunidades ha dado la impresión de ser el más sensato de los miembros de la cúpula masista, respecto a la presidente de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos, son tan absurdas como sorprendentes, e invitan a muchas reflexiones, las cuales hacen mucho a la coyuntura actual.
La primera sería respecto a cómo puede envilecer el poder al extremo de hacer que quien lo detenta llegue a lanzar atroces acusaciones a personas que hasta por convicción personal, deberían estar cercanas a su corazón; acusar de un delito tan grave a una mujer de 80 años, que se ha pasado la vida defendiendo a los desprotegidos, y a los perseguidos políticos, es una dosis muy grande de descomposición moral.
Y esto nos lleva a la siguiente reflexión. No quepa la menor duda de que la permanencia excesiva de personas en el poder las aleja de la realidad, eso sucede por razones casi mecánicas, por el aislamiento propio de la sobrecarga de responsabilidades, de riesgos, y obviamente de poder, pero ese alejamiento de la realidad, de quien verdaderamente es, puede también implicar una enorme relativización del buen y el mal actuar, y puede llevar a una degradación ética espeluznante.
Eso es lo que nos tiene que convencer que las reelecciones indefinidas son una pésima idea. La permanencia en el poder, por un período demasiado largo, es un camino seguro a este tipo de comportamientos, y de distorsiones. Casi uno podría llegar a la conclusión de que por muy buena que sea la índole de una persona, estas características simplemente no sobrevivirán a un largo período de poder, sobre todo si para mantenerse en el poder, las personas tienen que empezar abusar del mismo.
Existe también otra entrada a las aseveraciones del ministro, ( más allá de que las acusaciones contra doña Amparo Carvajal sean un exabrupto inaceptable) y se trata de una relativización que se tiene que hacer de ciertos sucesos, no quepa la menor duda de que desde la perspectiva de un Ministro de gobierno, las cosas se ven de una manera diferente, interesante sería en ese sentido hacer el ejercicio de interpretar el comportamiento de don Evo Morales en los años noventa. La muerte de los policías en la Asunta no puede dejar de hacernos recordar el desdichado fin del teniente Andrade y su esposa acaecido hace un poco más de quince años. A veces si nos pudiéramos poner en la posición del otro, si pudiéramos prestarnos los ojos del otro, para ver la confrontación desde sus zapatos, tal vez, solo tal vez, podríamos encontrar puentes de entendimiento.
El comentario del Ministro, no ha sido una acusación formal, le ha hecho más daño a él, que a los destinatarios del mismo, y pone en evidencia además la terrible falta de credibilidad a la que ha llegado el gobierno, otro síntoma para hacer pensar, que su tiempo está por acabar. ¿Qué más tendrán que hacer y decir, a quién más tendrán que tratar de desacreditar para continuar con sus planes de eternización? ¿Se darán cuenta los del gobierno, que forzar las cosas al extremo en que lo están haciendo solo los llevará a un final más desastroso? ¿Habrá alguien entre ellos, que en este proceso están arrasando con lo mejor o con lo bueno de sí mismos?
Agustín Echalar es operador de turismo