ESTEFANI TAPIA
Tenía 12 años, era un día como cualquier otro (o eso pensé), fui al colegio, volví a casa para almorzar y a la tarde mi madre me llevó a clases de inglés. Ya en clases ese día nuestra profesora decidió llevarnos al parque que se encontraba en frente (en una plaza muy concurrida) para ir a jugar y de paso aprender un poco de vocabulario sobre los objetos que se encontraban ahí.Todo iba bien y yo jugaba en los columpios, cuando de pronto se acercó un hombre, se quedó parado a unos cuantos metros de distancia y no paraba de mirarme. Me empecé a sentir incomoda así que me aleje un poco y fui al otro lado del parque; cuando me di la vuelta me percaté que el hombre me había seguido, pero ya no solo me miraba sino que empezó a mandarme besos. Me congelé, no sabía qué hacer, me alejaba más pero el sujeto volvía a aparecer y continuaba mandándome besos. Finalmente corrí donde mi profesora y comencé a llorar. No me salían las palabras para contar lo que había sucedido, me sentía avergonzada por alguna razón. Después de que llamaron a mi madre y les conté lo que había pasado fuimos a buscar al hombre pero este ya se había ido.
Fue una experiencia que probablemente nunca olvide. Y al transcurrir los años recién entendí lo que había pasado; había sido víctima de acoso callejero por primera vez, pero lo que aún no podía entender era que apenas tenía 12 años ¡Era solo una niña! Con el tiempo también descubrí que la mía no había sido una experiencia aislada y que a muchas de mis amigas les habían sucedido cosas similares o mucho más fuertes. Todas habíamos sido víctimas de acoso callejero varias veces, todas nos habíamos sentido humilladas, avergonzadas e incluso nos habíamos llegado a sentir mal por la forma en que vestíamos.
Según el observatorio de acoso callejero (OCAC), se puede definir a este tipo de violencia como“prácticas de connotación sexual ejercidas por una persona desconocida, en espacios públicos como la calle, el transporte o espacios semi públicos; que suelen generar malestar en la víctima. Estas acciones son unidireccionales, es decir, no son consentidas por la víctima y quien acosa no tiene interés en entablar una comunicación real con la persona agredida”. Es importante también aclarar cuáles son los tipos de acoso callejero, que según esta misma institución son: miradas lascivas, “piropos”, silbidos, besos, bocinazos, jadeos y otros ruidos, gestos obscenos, comentarios sexuales, directos o indirectos al cuerpo, fotografías y grabaciones del cuerpo, no consentidas y con connotación sexual, tocaciones, manoseos, persecución y arrinconamiento, masturbación con o sin eyaculación y exhibicionismo.
El acoso callejero, en opinión de muchas personas, no es considerado como tal, y más bien creen que un piropo, un silbido y hasta un manoseo deberían ser tomados como halagos. Pero no, no es un halago, porque esos hombres que ni te conocen y se sienten con el derecho de opinar sobre tu cuerpo, no buscan invitarte a salir, conocerte y que te enamores de ellos. Lo que buscan es ejercer y reafirmar su poder machista, al sentirse con el derecho de poder cosificar y dominar a la mujer. Y si este hombre siente el derecho de acosarte sin ninguna culpa o castigo, ¿quién garantiza que el día de mañana no se sienta con el derecho de incluso llegar a violarte simplemente porque es hombre y cree que puede?
El acoso callejero es un problema muy presente en nuestra sociedad, y es solo un tipo más de violencia de género de los muchos que sufren diariamente miles de mujeres en nuestro país. Según la encuesta de prevalencia y características de la violencia contra las mujeres (EPCVcM 2016) publicada por el INE, el 60% de las mujeres encuestadas declaró haberse sentido agredida mediante piropos o frases de carácter sexual que le molestaron u ofendieron; y un 31% declaró haber sufrido manoseos o que tocaron su cuerpo sin su consentimiento en el ámbito público.
Una gran parte del problema radica quizás en que este tipo de violencia está sumamente normalizado y es incluso aceptado por la sociedad, que cuando ve esta clase de hechos se queda callada, se ríe o nada mas mira con extrañeza o pena a la víctima. Esta es una realidad que miles de mujeres vivimos diariamente, una realidad frente a la cual muchas deciden callar porque saben que no existen los mecanismos para frenar o castigar este tipo de conductas. Por otro lado, las que deciden defenderse y reaccionar frente a los acosadores lo hacen muchas veces con miedo, ya que son conscientes de que este hombre puede llegar a decirles o hacerles algo peor después.
Mientras tanto la sociedad, hombres y mujeres que no hacen nada cuando son testigos de este tipo de violencia, de alguna manera se convierten en cómplices porque permiten que estas personas continúen acosando, e indirectamente permiten que se sigan empoderando.
Por eso, este 8 de marzo, día internacional de la mujer, no las felicitemos porque son buenas madres, trabajadoras, amorosas, lindas y cariñosas. Este día empecemos a cuestionarnos las actitudes machistas que hombres y mujeres practicamos diariamente, cuestionémonos la violencia de género que se han normalizado y de qué manera nosotros contribuimos a que se siga normalizando día a día.
No callemos, no seamos cómplices de ningún tipo de violencia de género; si somos testigos de acoso callejero denunciémoslo, respondamos y hagámosle saber al acosador que no tiene ningún derecho sobre el cuerpo de otra persona; por que déjenme decirles que ser acosada, ya sea por un silbido, por un manoseo o porque se te queden viendo el trasero, no se siente nada bien y te puede llegar a marcar por el resto de tu vida. Si salimos de la indiferencia podremos generar cambios; y si bien no existen los mecanismos legales para castigar al acosador, por lo menos hagamos que el miedo a ser juzgado por la sociedad sea el freno y el castigo de estas personas. ¡No seamos cómplices y como víctimas no nos quedemos calladas! Porque nadie tiene el derecho de opinar sobre tu cuerpo y menos aún de tocarte sin tu consentimiento. Porque nosotras también tenemos el derecho de salir libremente a la calle sin miedo a ser víctimas de acoso callejero.
Estefani Tapia es estudiante de Negocios internacionales y Ciencias Políticas en la Universidad Católica Boliviana
Twitter: @EstefaniTapia95