
María Galindo ha dedicado su última columna a quienes, incluido el ex vicepresidente Victor Hugo Cárdenas, son parte de un movimiento que pone como slogan la frase ”con mis hijos no te metas”. La ha iniciado con algo que parecería una referencia a su propia infancia, (dirían los psicólogos) y ha terminado con una aseveración proctológica, que además pone en evidencia algunas de sus fantasías más delirantes. Su escrito es ciertamente una provocación, y por los likes y los dislikes que ha recibido, tal parece que ha cumplido con su intencionalidad, de hecho, le dedico esta columna porque también me ha llamado la atención.
Creo sin embargo que con traviesas irreverencias de contenido proctológico se logra menos que tratando de crear un consenso, un punto de entendimiento entre los creyentes y los que no, y es que la llamada ideología de género, o si se quiere, la libertad sexual, es también un asunto de fe, de religiosidad, o de la ausencia de estas. Y no se debe ignorar que la inmensa mayoría de los bolivianos son creyentes, ya sea como católicos tradicionales, católicos pachamamistas, (una variación local), o como evangélicos de reciente conversión.
¿Cómo lograr armonizar el mundo de los creyentes con el de los libre pensadores? Tal vez buscando donde se puedan hallar aspectos comunes, como el amor al prójimo, y el evitar juzgarlo, como la enseñanza bíblica de la mujer que Jesús libró de la lapidación. Pero hay otras cosas como por ejemplo, el reconocimiento de sentimientos, y necesidades que aunque prohibidos, simplemente no pueden desaparecer. No quepa la menor duda de que la homosexualidad es un comportamiento absolutamente natural, la mejor explicación para ello, es precisamente la persecución a la que esta ha sido sometida durante siglos, y en algunos casos milenios, y sin embargo ha permanecido ahí, como las semillas en el desierto, que florecen cuando aparece tan solo un poco de humedad, o una simple llovizna.
Curiosamente la religiosidad, (lo sabemos gracias a los regímenes comunistas del siglo XX), ha demostrado también ser un componente en los seres humanos que, aunque se lo prohíba, renace de una manera sorprendente.
Como la mente humana es mucho más compleja de lo que uno puede imaginarse, pueden darse personas que creen en el andamiaje judeocristiano, y reivindican al mismo tiempo su libertad sexual. ¿Cómo lo logran?, pues seguramente renunciando a la lógica, para empezar, pero sabemos que la lógica poco tiene que ver con la fe.
Y ahora vayamos al tema, ¿qué hacer con los niños?, ¿deben ser educados libres de los roles masculinos y femeninos? ¿Lejos de las ideas de pecado y castigo? ¿lejos de los tabúes sexuales? A primera vista, desde la modernidad, pareciera ser que sí, pero ¿cómo establecer precisamente en niños los límites que son tan importantes para una formación? Más allá de que luego, con la racionalidad que puede conferir la madurez, estos puedan ser redefinidos o simplemente transgredidos.
Los movimientos políticos que utilizan la protección a “la familia” como bandera, pueden ser profundamente deshonestos, precisamente porque lo hacen sabiendo que pueden encontrar fácilmente una clientela, digamos, casi cautiva de padres temerosos y conservadores. Un enorme porcentaje de los padres en nuestro país, con convicciones o creencias religiosas, y con necesidades espirituales son precisamente esa clientela.
Pero el camino a encontrar una sociedad más justa y respetuosa de la libertad de las personas, incluida por supuesto, y ante todo, la libertad sexual, no parece estar empedrado con provocaciones, sino con puntos de encuentro, de respeto mutuo, con la búsqueda de espacios donde la convivencia es imaginable y posible.
Es en base al respeto al otro, que se puede construir un entendimiento entre visiones de mundo distintas. Con los hijos de la gente, la sociedad tiene que meterse, por supuesto, pero no siguiendo las propuestas, y menos el tono, de colectivos como el de Mujeres Creando.
Agustin Echalar es operador de turismo