Ir al contenido principal
 

Opinión

Mentior ergo sum

30 de Diciembre, 2017
Compartir en:
FRANCESCO ZARATTI
¿Qué tienen en común palabras aparentemente tan diferentes como: mente, imaginación, mención, comentario, monumento, amnistía y museo? Todas ellas se vinculan etimológicamente con la raíz indoeuropea “men” que expresa actividad de la mente.

Según los expertos del lenguaje de esa raíz se formaron tres grupos de voces. El primero, a través del idioma latín, dio origen a “mente” y sus derivados, como demente (sin capacidad mental), mentecato (el que tiene la mente capturada) y los adverbios que terminan en -mente. El imperativo latín  “memento” (memento mori, acuérdate que morirás, era el saludo de los esclavos al César) se lo asocia con el verbo meminisse, recordar y, por supuesto, con memoria, esa destreza que los bolivianos cuidamos celosamente para no dejar impunes las infamias de nuestro tiempo. La palabra comentar y sus derivados se originan en el verbo comminisci (imaginar), de modo que los comentarios tienen, etimológicamente hablando, mucho de imaginación. A su vez,  de reminisci viene la reminiscencia, esos vagos recuerdos que nos ponen nostálgicos. En esta misma línea no es posible dejar de hacer mención a… “mención” y a “mentar” (casi siempre la madre), deporte preferido de los hinchas (no sólo del Milan) dirigiéndose a los árbitros. Confieso que en mi juventud arbitré un partido de fútbol. ¡Mi gran amor por mi mamá me impidió repetir la experiencia!

De la variante “mon-”, recogida por el verbo “monere” (advertir, aconsejar),  se originan otras palabras, como amonestar, admonición y monumento (algo que recuerda a un personaje del pasado para amonestar a los del presente) y del latín monstrare (hacer ver, señalar) vienen nuestras palabras demostración y monstruo (etimológicamente, señal – rara, horrible y espantosa- de los dioses). De modo que, si alguien se cree el enviado del Cielo que aparece cada cien años no olvide que la expresión corriente de esa manifestación es un monstruo.

Finalmente, el griego incorporó la raíz “men-”  bajo la forma “mn”. El verbo mimneskein significa recordar y algunos vocablos derivados son amnesia (la enfermedad de los dictadores de todos los tiempos caídos en desgracia), amnistía (olvido de la pena), mnemónico (ejercicio para reforzar la memoria), Musa, música y museos.

He dejado a propósito para el final un término muy usado en la arena política boliviana: la mentira.

En efecto, mentira viene del latín mentiri, tramar una patraña con la mente. El cártel de la mentira – según un diplomático que acaba de irse del país- es en Bolivia el cártel de la verdad y, añado yo, la verdad oficial resulta cada vez más embustera. De hecho, sospecho que más de la mitad de las mentiras que se dicen de nuestros gobernantes son verdaderas y que palabras importadas, como ecología, indigenismo, democracia y Constitución, pueden ser traducidas en nuestro lenguaje con una sola palabra: ¡mentira! Aunque careta y disfraz pueden ser alternativas razonables.

No obstante, soy un convencido de que más grave que pronunciar mentiras es ser mentiroso, vivir en la mentira (“estoy sorprendido”), aparentar falsa ignorancia (“no sabía”) o fe (“no puedo creer”) para engañar a los inca-utos. Pero, se sabe que las mentiras tienen ojos grandes y  patas cortas y por lo visto los tuits de los que pregonan el “ama llulla” no van muy lejos. De hecho, parafraseando a Descartes, lo que más caracteriza a los émulos locales de Teodoro Obiang Nguma, es el título de esta columna: “miento luego existo”.

En fin, a pesar de la evidencia que nos deja este año y glosando al humorista Jean Charles, solo deseo, en el umbral del nuevo año, que puedan aflorar en el 2018 más y más lagunas en la ignorancia e ineptitud de los gobernantes “urbi et orbi”.

Francesco Zaratti es físico

Twitter: @fzaratti

Etiquetas