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Opinión

La pizza y la unidad de los opositores

11 de Junio, 2019
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FRANCESCO ZARATTI
No creo ser el único mortal que sufre por la tardanza de las pizzerías en efectivizar los pedidos, dejando que los jugos gástricos hagan de la suya en el estómago del cliente, el cual vive pendiente de la puerta de la cocina, esperando la anhelada pizza.

Hay razones generales para eso, como el número de clientes y la limitada capacidad del horno; pero también las hay específicas. No es lo mismo pedir un silpancho que pedir una pizza, debido a que los menús suelen ofrecer una variedad de pizzas, al gusto del cliente y, habitualmente, de un grupo de seis comensales cinco piden sabores diferentes. Lo anterior implica más tiempo de preparación, lentitud en la cocción y mayor sufrimiento por la espera.

Esta constatación gastronómica viene al caso de los pedidos de unidad que se elevan desde diferentes actores del quehacer político plurinacional. Todos quieren pizza, pero cada uno la quiere a su gusto y sabor.

En particular los ciudadanos que desean un cambio de gobierno, independientemente de si el actual lo hizo bien, regular o malo, están desesperados para que haya unidad, creyendo que de ese modo aumentan  las probabilidades de éxito. Siguiendo la metáfora, quieren una pizza única con el solo fin de aplacar el hambre.

Mientras Evo Morales, el convidado trucho, que por supuesto no es opositor a si mismo (aunque a veces actúa como tal, disparándose a los pies), aconseja una pizza única de hongos venenosos a los legítimos contrincantes, sin que nadie lo escuche, los verdaderos opositores revisan cuidadosamente el menú para pedir cada cual la pizza que más le gusta y, sobre todo, tener el cuchillo en la mano para el momento de cortar las tajadas.

Algunos quisieran una pizza “estratégica”, con una única base programática y un solo sabor dominante, pero cada uno desea poner sus ingredientes, a sabiendas de que los mariscos no van con el queso, ni la piña con las anchoas. Además resulta que algunos la quieren bien cocida y humeante, otros a la temperatura ambiente y otros quemada. Incluso en torno al queso mozzarella (que se estira ideológicamente según la temperatura del entorno, no hay unanimidad: unos piden yapa; otros lo quieren en poca cantidad y no falta quien rechaza hasta su olor. Mejor en ese caso pedir una pizza “ocho estaciones” (en nuestro caso) y que cada cual coma su porción (proporcional) de agregados. No está por demás recordar que en el pasado hubo pedidos unánimes de una sola pizza de varios sabores pero, al momento de servirse, empezaron las peleas acerca de a quién le correspondía cada tajada y la pizza se hizo añicos. Ni que decir de los aderezos “territoriales”: cada región quiere valorar sus productos, su ají, su orégano, su queso y sus especies por encima de las otras regiones.

Más realista sería pedir pizzas “tácticas”. Esto implica dejar de lado pedidos unipersonales y caros e ir por la pizza más grande; compartir pizzas de sabores similares; no despreciar, sabotear o criticar las pizzas de los demás y colaborar para que los pedidos sean atendidos de manera expedida y correcta, impidiendo que la cocinera haga trampa y altere el orden de llegada de los pedidos.

Una actitud pragmática sería mantener, en primera ronda, pedidos separados pero, en la segunda ronda, si sigue el hambre, unirse en torno al sabor que tuvo más éxito. En ese caso la segunda pizza debería ser familiar y capaz de satisfacer, aunque sea en pequeñas cantidades, el gusto relegado de los comensales que se quedaron sin poder entrar a la segunda ronda.

En fin, más que una unidad artificial de la oposición, se necesita una actitud tal que aquel que llegue a la segunda vuelta, como primero o segundo, reciba de los más afines contendores el apoyo electoral y sus mejores ideas y personas.

Francesco Zaratti es físico y analista
@fzaratti

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