
“La Política” y “La Economía”, reza una metáfora que inventé, son los nombres de dos hermanas, siendo la primera mucho mayor que la otra. Ambas obedecen a un tutor (El Gobierno).
La relación entre las dos hermanas es vital para la familia. La Política tiene más autoridad, pero tiene también la responsabilidad de cuidar y guiar a su menor, que representa el futuro de la familia (“El País”). La Política piensa y actúa para tiempos cortos, en función de sus intereses de adolescente que en cualquier momento puede abandonar la casa; mientras la hermana menor piensa y actúa con mira a tiempos largos, desde su perspectiva de niña que tiene el mundo por delante.
A veces la hermana menor se encapricha y logra que La Política haga lo que, por su rol responsable ante la familia, no debería hacer. Son los tiempos del liberalismo radical, en los cuales la política (a cargo del bien común) se deja dominar por la economía favoreciendo a grupos. En Bolivia vivimos esa situación con el neoliberalismo, cuando la economía decidía el rumbo del país, relegando a la política a una mera ejecutora de sus mandatos.
También hay momentos opuestos, en los cuales la hermana mayor cree poder zarandear a La Economía en función de sus intereses inmediatos. Es la hora del populismo, el cual suele poner, de la manera más inepta, la economía al servicio de objetivos ideológicos, sin importarle lo que deparará el futuro. La Venezuela “chavista” y “madurista” es, indudablemente, el ejemplo más ilustrativo de esa relación distorsionada entre las dos hermanas.
Un problema adicional surge cuando entre las dos hermanas se interpone una hermanastra cuyo nombre es “La Reelección”. Si La Política entrega la hermana menor a manos de los intereses de la hermanastra, hay motivos de preocupación. Es lo que está pasando en Bolivia en este año electoral. La Reelección (que, dicho sea de paso, es una hermana trucha, descaradamente impuesta a la familia por el tutor) busca conquistar votos de sectores vacilantes. Para ese fin toma de la mano La Economía y la arrastra detrás de sí.
Algunos ejemplos. ¿Qué los gremiales están descontentos con el Gobierno y amenazan con un voto castigo? El Gobierno incrementa el capital que permite tributar un monto fijo anual. De ese modo, la hermana menor, con lágrimas en los ojos, observa impotente cómo crece la informalidad en el país: de 100 mil a 130 mil gremiales de un plumazo. Antes de terminar de firmar ese decreto, el candidato inhabilitado por el Referéndum del 21F es proclamado en voz y cuello.
¿Qué los empleados públicos han sido muy abusados por este régimen, obligándolos a ponerse al servicio de un partido MÁS que del país? Una torcedura de mano a la hermanita menor y aparece mágicamente el doble aguinaldo, para ellos y los asalariados del sector privado.
¿Qué los contribuyentes formales sufren el acoso del “infierno tributario”? Para ellos y para llenar las arcas públicas para pagar el segundo aguinaldo, llega el oportuno perdonazo tributario.
Y podría continuar con los cocaleros de La Asunta, los cooperativistas mineros, los transportistas y, ¿por qué no?, también con los empresarios cañeros que recibirán jugosos subsidios por la venta de bioetanol a YPFB.
Y no es sólo lo que se hace, sino lo que se deja de hacer por la influencia de la hermanastra. De hecho con seguridad hasta enero de 2020 no habrá devaluación del boliviano, a pesar de su artificial apreciación ante el dólar, ni gasolinazos, no obstante la baja producción de gas, ni incremento de tarifas de servicios subsidiados.
Mérito de la hermanastra que, apoyándose en una democracia formal y el chantaje de las corporaciones, buscará satisfacer la sed desmesurada de poder de su tutor.