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Opinión

La Bolivia de Evo (no) es una fiesta

22 de Julio, 2018
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AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ

Posiblemente dentro de algunos años, cuando se estudie los tiempos de Evo, como gustan de llamar este período algunos de los escribanos de su gobierno, quedará muy en claro que este país no estuvo de fiesta, más allá del rutilante e ininterrumpido periplo de viajes nacionales e internacionales que hizo, y que seguramente seguirá haciendo hasta su último día en el poder, el principal protagonista de este cabaret en su avión de 38 millones de dólares.

El Ministro de Defensa, ha utilizado con cierta propiedad la palabra fiesta refiriéndose a cómo posiblemente se ve la realidad de nuestro país desde la perspectiva de quienes nos gobiernan. Nunca antes los precios de los minerales y del gas fueron tan altos, nunca antes los ingresos del Estado tanto por regalías,  como por impuestos,  fueron tan generosos. Nunca antes el país pudo contar con suficiente dinero como para tener políticas de estado serias en relación a educación, salud, infraestructura y desarrollo económico. Y nunca antes un gobierno tuvo tanto tiempo para poder consolidar esas políticas de estado, van 11 años y medio, y suman y siguen.

Si, para ellos, con tanto avión, con tantas reuniones internacionales, con tantas entregas de obras, sean estas útiles, o no, sean estas lo más necesario o no, seguro que estos años han sido una fiesta, es más, un jolgorio.

Aplaudido y mimado internacional y localmente hasta hace poco, el presidente Evo ha perdido el sentido de la realidad y muchos de quienes lo rodean también, pasa con la embriaguez que sucede generalmente en las fiestas vernaculares.  Se sabe también, cuánto desentonan los que no se emborrachan, cuan molestos son estos, y cuan impertinentes son en una farra, peor, en una farra de poder.

El Ministro se equivocó en la segunda parte de su metáfora, los que molestan la fiesta, no son los borrachos, sino los sobrios, evidentemente, están queriendo arruinarles la celebración.  Y es que les están haciendo recuerdo que el contrato con el local fenecía a una hora claramente convenida, y los poderosos borrachos están dispuestos a romper botellas y sillas para expulsar o amedrentar a los sensatos.

Pero claro, Bolivia no es una fiesta, no para todos. No lo es para los enfermos,no solo de cáncer, que tienen que hacer enormes filas en la madrugada para sacar una ficha para ser atendidos, o para no llegar a serlo. (Y se vuelve aún más amarga la aseveración del primer mandatario de que no había sido informado de esas necesidades.  Como si no fuese su responsabilidad haber nombrado a personas absolutamente descalificadas como ministros de Salud por lo menos en dos oportunidades).

Bolivia no es una fiesta para las víctimas de la justicia, que está, lo dicen los que la conocen de cerca, en su peor momento histórico. Y aquí no solo hablamos de las víctimas de la judicialización de la política, sino de las víctimas comunes de un sistema corrupto e ineficiente.

En estos días de fiestas departamentales en La Paz, el gobierno está por inaugurar el aeropuerto de Copacabana, una obra absolutamente innecesaria, en un pintoresco pueblo que bota sus aguas servidas sin tratarlas al ¨sagrado¨ Titicaca, pasando por el más polvoriento y descuidado malecón del mundo.  Para colmo y mucho peor, esta entrega de obra sucede el mismo mes en que una mujer del lugar, es encontrada muerta con su hijo porque decidió quitarse la vida porque no tenía suficiente para comer.

Bolivia es mucho menos pobre hoy de lo que lo fue a lo largo de su historia, y sin lugar a dudas, la mayoría de los bolivianos vive hoy un poco mejor que antes, pero no quepa la menor duda que este gobierno se ha farreado, en su fiesta particular, la mejor coyuntura económica de su historia.

Esa fiesta está por terminar, eso se nota, el día está clareando.

Agustín Echalar es operador de turismo.

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