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Opinión

Fermín, Jacinto y Manuel Cueto: Héroes de la guerra de independencia y padres fundadores de Bolivia

24 de Mayo, 2025
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La revolución del 25 de mayo de 1809 (25/5/1809) fue gestionada secretamente por múltiples promotores, que orbitaban en el ámbito de influencia de la Universidad Mayor, Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca y la Real Academia Carolina de Practicantes Juristas de Charcas/Alto Perú. En sus aulas, asumieron las ideas de la libertad, entre otros, Mariano Moreno, Juan José Castelli y Bernardo Monteagudo (impulsores de la revolución de las Provincias Unidas del Río de La Plata); Manuel Rodríguez de Quiroga (promotor de la revolución de Quito); Mariano Alejo Álvarez (gestor de la independencia peruana); Jaime de Zudáñez (ideólogo/protagonista de la revolución del 25/5/1809). Observando el resultado continental, Francovich destaca que la mayor gloria de dicha universidad “es haber sido no solamente un foco de cultura que durante la época colonial difundió desde sus aulas el saber filosófico, jurídico y religioso, sino en haber constituido a principios del siglo XIX, un centro de la conciencia americana, una fuerza renovadora que contribuyó a la estructuración política y social de otros pueblos del continente” (“El Pensamiento Universitario de Charcas”; 1948).

El malestar social, ocasionado por la arbitrariedad/opresión del sistema colonial, facilitó la difusión y apropiación del fundamento de la transformación: libertad. Personas de todas las clases sociales operaron para provocar el estallido de la revolución. Así, 1808 fue un año de intensa agitación.

Basado en los informes de los asesores José Enrique Portillo y Estevan Agustin Gascón, cumpliendo además la orden del Virrey Santiago de Liniers, pretendiendo detener la agitación social, el Presidente de la Audiencia y Chancillería Real de La Plata de la Provincia de los Charcas (Audiencia de Charcas) Ramón García de León y Pizarro, ordenó la aprehensión de los oidores, regidores anales y abogado de esa Audiencia. Informados de esta disposición, los perseguidos se escondieron, Jaime de Zudáñez fue el único capturado y llevado al edificio de la Real Audiencia. No se tenía noticia del desaparecido fiscal Miguel López y Andreu.

Citando a Fray Marcos Benavente (guardián del convento de San Francisco, testigo de los hechos y autor de la “Relación Histórica del 25 de Mayo de 1809” escrita el 1/7/1809), Fernández describe que la familia de Jaime de Zudáñez fue a pedir auxilio “a las Iglesias de la Merced y San Felipe que están inmediatas, y habiéndosele denegado tuvo un criado el arrojo de escalar el Cementerio de la Catedral y ganado las Campanas conbocó al pueblo, no á alabar á Dios, sino á resistir la legítima autoridad; al entredicho de la Catedral correspondieron inmediatamente las Iglesias de Sn. Miguel y de Sn. Francisco notándose en ésta última que un Abogado y otro vecino con espada en mano atropellaron al Campanero que lo impedía: otros montaron a caballo á comunicar lo sucedido á los parciales, que no lo esperaban en semejante hora: la Madre y hermana con igual algazara se dirigieron á lo del Sr. Decano Don José de la Iglesia, donde ésta a presencia de todos los Señores y de mucho concurso pronunció la escandaloza amenaza, de que si a su hermano no se le daba soltura todos habian de ser pasados a cuchillo” (“La Revolución del 25 de mayo de 1809”; 1975). Repiquetearon las campanas a rebato y no hubo fuerza humana que contuviera a la furibunda muchedumbre en aquel ocaso. 

De nuevo, citando a Fray Marcos Benavente, Fernández indica que “los principales Motores de la insurrección (.) agolpan al pueblo á la casa del Acuerdo y allí hacen que tumultuariamente pida la deposición del Presidente, que se forme Junta Independiente; que se haga República de Criollos” (ídem). Si esto no es la primigenia manifestación voluntaria de la intención de organizar y poner en funcionamiento la administración de una nueva República, debiera probarse qué lo sería. 

Aquella noche, mientras la población exigía la liberación de Jaime de Zudáñez, también se rumoraba que este y el desaparecido López y Andreu ya estaban muertos. Ante esta grave sospecha, los rebeldes acudieron al Arzobispo pidiendo su mediación para la inmediata liberación de los presos. El Arzobispo fue a la Presidencia de la Audiencia y obtuvo la liberación de Jaime de Zudáñez. Al salir de la Audiencia, el Arzobispo rogó al pueblo que cesara el bullicio, pero Miguel López y Andreu seguía desaparecido. El pueblo con mayor insistencia reclamaba por su libertad. 

La guardia de la Audiencia disparó contra la población que, enfurecida, respondió. Cueto disparó el primer cañonazo contra la Audiencia de Charcas. Pronto la refriega se convirtió en hoguera. Citando a Serrano (“Breves Recuerdos del 25 de Mayo de 1809 en Chuquisaca”; publicado el 25/5/1836 en “El Amigo de la Concordia” Nº 3), Fernández relata que “‘Una parte de la muchedumbre llama la atención de la tropa al barrio de la Audiencia, mientras otra abria una brecha en la pared del Palacio que cae á la parte opuesta, y colocando allí la pieza de artilleria la disparaba con tan buen éxito, que un soldado colocado al lado de Pizarro cae a sus pies’, precipitando este hecho, su decisión ‘de dejar el mando y entregar las armas’” (“La Revolución del 25 de mayo de 1809”; 1975).

Esto aconteció “entre el clamor de las campanas con que tocaba a rebato Lemoine y el estruendo de los cañones que disparaba Cueto y el bravísimo Arenales, Jefe y alma de aquella conspiración” (Ramallo, M.; “Guerrilleros de la Independencia” [Los Esposos Padilla]); 1919). Usando pie de página en la precitada obra, Ramallo especificó que “Don Jacinto Cueto fue el que disparó el primer cañonazo el glorioso día 25 de mayo de 1809, cuando el pueblo de Chuquisaca atacó el Palacio del Presidente de la Real Audiencia Don Ramón García Pizarro” (ídem).

Sin embargo, casi dos siglos después, se descubrió documentación que develó valiosa información para determinar quién disparó el primer cañonazo del 25/5/1809 contra la Real Audiencia. En la carta dirigida por don Fermín Cueto (padre de Jacinto Cueto) al Gran Mariscal de Ayacucho el 4/5/1825 manifestó que “El Ciudadano Fermín Cueto ante la justificación de V.E. me presento y digo: Que apenas Chuquisaca dio el sagrado grito de la libertad quando al momento me vi en medio de las filas para disparar el Cañón en clase de Capitán contra el español homicida. Mi entusiasmo no el interés, fue quien me inclinó a principiar en la guerra, y desde entonces comenzaron mis persecuciones y padecimientos. Fui uno de los comerciantes a quién la fortuna lisonjeaba, y destruido mi giro por las quantiosas contribuciones que el Gobierno peninsular me señala, hube de retirarme a las fronteras para obrar con desahogo por la libertad común”(Archivo y Biblioteca I.S.B.O.-Sucre, carta dirigida por Fermín Cueto al Mariscal Antonio José de Sucre y Alcalá, mayo de 1825; providencia de 4/5/1825; en: Salgueiro, B.; “Sopachuy, del olvido a la inmortalidad”; 2020). La evidencia indica que fue el Capitán Fermín Cueto quien disparó el primer cañonazo del glorioso 25/5/1809 contra la Audiencia de Charcas. 

La información que antecede es coherente con la descripción que hacen Gianello y Etchepareborda, citada por Gantier, sobre los participantes de la logia/sociedad secreta denominada “sociedad de los independientes” que planificó, ejecutó y extendió la revolución libertaria del 25/5/1809 por el continente americano, a la cual pertenecía el Capitán Fermín Cueto (“Historia del gran republicano, Jayme de Zudáñez, y de la emancipación americana”; 1971).

¿La confirmación de que el Capitán Fermín Cueto fue quien disparó el primer cañonazo del 25/5/1809 contra la Audiencia de Charcas, le quita mérito al Coronel Jacinto Cueto? 

Para responder, es necesario conocer algunos datos sobre estos próceres. El Capitán Fermín Cueto fue un próspero comerciante de Chuquisaca. Perseguido por el sistema colonial debido a su participación en la revolución del 25/5/1809, se desplazó “a las fronteras [de Tomina] para obrar con desaogo por la libertad común” (Salgueiro, B.; “Sopachuy, del olvido a la inmortalidad”; 2020). Fue propietario de las haciendas Paslapaya la Alta y Paslapaya la Baja, ambas situadas en la Doctrina de “San Salvador de Sopachuy” del Partido de la Frontera de Tomina (ídem). En su primer matrimonio, con una señora de apellido España, procreó a Jacinto Cueto España y Manuel Cueto España. En su segundo matrimonio, con la señora Liberata Mostajo, engendró a José Fermín Cueto Mostajo y María Manuela Cueto Mostajo.

Sobre el Coronel Jacinto Cueto España se sabe que nació -aproximadamente- en 1790 en la Doctrina de “San Salvador de Sopachuy” del Partido de la Frontera de Tomina. Al respecto, Anzoategui de Campero señala que “si UU. fían en el sobrino carnal del ilustre caudillo D. Jacinto Cueto que, como su valiente tío, tiene la gloria de ser de Sopachui” (“Huallparrimachi”; 1967). Estuvo casado con la señora Berna López. Fue propietario de la hacienda Checollo, situada en la mencionada Doctrina. La evidencia indica que “Checollo, [es una] finca a seis leguas distante de Sopachui, propia del cabecilla rebelde, Jacinto Cueto” (Anzoategui de Campero, L.; 1967). 

Lo poco que se conoce de Manuel Cueto España es que fue el hermano menor del Coronel Jacinto Cueto España. Su padre, el Capitán Fermín Cueto le relata al Gran Mariscal de Ayacucho que “mi otro hijo menor nombrado Manuel obraba de acuerdo por diferentes partes. (.). Yo he sido aquel atribulado padre que a un lado he visto y recogido al hijo menor semi muerto, y pasado el pecho en batalla campal” (Salgueiro, B.; “Sopachuy, del olvido a la inmortalidad”; 2020). 

En la vida pública, junto con su padre y hermano, el Coronel Jacinto Cueto participó activamente en la creación y operación de la “republiqueta de Tomina” que peleó en los montes de Tomina, Laguna, Sopachuy, San Pedro, Tarvita, Pomabamba, Villar y Segura, conocidos entonces como la “Frontera de Tomina”. Durante una década comandó la caballería en esa republiqueta y fue hombre de absoluta confianza del Coronel Manuel Ascencio Padilla Gallardo. Acaecidos los hechos de La Laguna y El Villar los días 13 y 14 de septiembre de 1816, sucedió al finado Padilla en el Supremo Comando de la republiqueta por indicación de Juana Azurduy de Padilla (Gantier, J., “Doña Juana Azurduy de Padilla”; 1946). Desde Sauces de Cordillera, en parte oficial de 9/10/1816 dirigido al General Manuel Belgrano, el Coronel Jacinto Cueto fue pionero en afirmar que su persona y los guerrilleros de la republiqueta luchaban por la “Libertad” del Alto Perú, evidentemente, independiente de las Provincias Unidas del Río de La Plata (ídem). Esto ocasionó que los -desleales- adeptos de la anexión de Charcas a las Provincias Unidas del Río de La Plata gestionasen ante Martin Güemes su cambio por el Coronel José Antonio Asebey, quien llegó a Cinti pero no a La Laguna para tomar posesión del Comando, debido a la abierta resistencia de la mayoría de los jefes guerrilleros de la republiqueta (ídem). Haciendo referencia a su hijo mayor, el Capitán Fermín Cueto le escribió al Gran Mariscal de Ayacucho que “El mayor nombrado Jacinto Cueto cuyo nombre se ha hecho memorable en los fastos de nuestra Revolución militó de Capitán bajo las órdenes del Sor. Gran Mariscal Juan Antonio Albares de Arenales. Después de la desgraciada jornada de Vilcapugio se retiró a las fronteras de Tomina cuyos Cantones se le señalaron para hostilizar al enemigo. Alli en medio de la mas cruda guerra, y alternativa de derrotas y victorias se sostuvo con honor por espacio de quatro años, (.). Al fin Señor su valor, y entusiasmo después de mil victorias conseguidas que hicieron temblar al español, lo redujo a ser víctima de la perfidia” (Salgueiro, B.; “Sopachuy, del olvido a la inmortalidad”; 2020). Cooperando con la “republiqueta de Mizque” en el “angosto de Yunula” durante la “Batalla de La Tenería” (Aiquile) fue capturado junto con el Capitán Patricio Lara y otros 27 patriotas, siendo ahorcado el 20 de diciembre de 1818. Su padre el Capitán Fermín Cueto le narró al Gran Mariscal de Ayacucho que “se me ha presentado la cabeza del [hijo] mayor [Jacinto Cueto] colgada en una horca para mayor dolor y confusión mía” (ídem).

La coherencia, lucidez y coraje libertarios del Coronel Jacinto Cueto se deducen con precisión del parte oficial de 9/10/1816 que le remitió al General Belgrano: “viva V.E. persuadido que ni yó ni mi segundo (.), con toda la tropa hemos de dar lugar al desaliento por la variable suerte de las armas; sinó que constantes y abrazados en el fuego de nuestra Libertad, jamás perdonaremos fatiga alguna en obsequio de nuestra Santa Revolución” (Gantier, J., “Doña Juana Azurduy de Padilla”; 1946). 

Haciendo paréntesis para explicar una de las causas de nuestra falla estatal originaria, vale la pena apuntar que, años después, constituida la República de Bolivia, José Antonio Asebey notoriamente inclinado a favor de las Provincias Unidas del Río de La Plata, cumpliendo órdenes del diplomático argentino Bustos, el 18/4/1828 participó en el motín del Cuartel San Francisco y subsecuente golpe de Estado contra el primer Presidente Constitucional de Bolivia Antonio José de Sucre y Alcalá. Como recompensa por su confabulación con Casimiro Olañeta, Pedro Blanco, Agustín Gamarra y las tropas peruanas, fue nombrado Prefecto y Comandante de Chuquisaca, culminando su faena con la infame expulsión del Gran Mariscal de Ayacucho no sólo de la Presidencia sino de Bolivia. 

Volviendo al tema principal, con relación a la interrogante planteada líneas arriba, se puede responder que la confirmación de que el Capitán Fermín Cueto fue quien disparó el primer cañonazo del 25/5/1809 contra la Audiencia de Charcas, no les quitó mérito al Coronel Jacinto Cueto ni a su hermano Manuel Cueto quienes, probadamente, brillaron con luz propia durante la guerra de independencia. 

Por tanto, en el primer Bicentenario, está contundentemente demostrado que el Capitán Fermín Cueto, el Coronel Jacinto Cueto y su hermano Manuel Cueto son padres fundadores de Bolivia.

El autor es doctor en derecho e historiador