
La “era de los biocombustibles (BC)”, es el rimbombante nombre con que se ha bautizado al “adulto mayor” programa del bioetanol. En efecto, desde hace décadas varios países suelen mezclar combustibles fósiles (gasolina y diesel) con derivados de productos agrícolas ricos en almidón, azúcar o aceites. En la producción a gran escala del bioetanol se han destacado los EEUU, a partir del maíz, y Brasil, con la caña de azúcar.
El uso de los BC tiene diferentes facetas: técnicas, económicas, ecológicas y, también, ideológicas. En efecto, desde un comienzo hubo dos posiciones intransigentes con respecto a su valoración ética.
Por un lado estaban los “pragmáticos”, que defendían el derecho de países pobres en hidrocarburos (como Brasil) o ricos en cosechas agrícolas (como EEUU), a diversificar la matriz energética. Sorpresivamente, además de George W. Bush, en este grupo militaba Lula Da Silva, vehemente defensor del programa del bioetanol brasileño que, cuando el líder sindical asumió la Presidencia de Brasil, estaba en pleno desarrollo. Lo hizo en abril de 2008 ante la XXX Conferencia Regional de la FAO/NNUU, rechazando la tesis que atribuía el incremento mundial del precio de los alimentos al uso de la tierra para producir BC y cargando ese incremento a las políticas alimentarias de los países productores.
Otros líderes políticos y pensadores asumieron el papel de “principistas”. Fidel Castro -cuyo país produce “alimentos” como tabaco y ron- solía fustigar a los BC porque “la tierra está para alimentar a los hombres, no a las máquinas”. Ratificó esa condena en su estreno como columnista del diario Granma, el 29 de marzo de 2007. Con el alarmante título “Condenados a muerte por hambre y sed más de 3.000 millones de personas en el mundo”, criticó la idea siniestra de convertir alimentos en combustibles. Como era de esperar, detrás de Fidel aparecieron de inmediato Hugo Chávez y Evo Morales, en compañía de intelectuales-activistas preocupados por el aumento del precio de los alimentos, “porque parte de ellos, se destinará a satisfacer al ‘miembro más querido de la casa’, que duerme en el garage\" (Eduardo Galeano, verbatim).
A pocos días de que Evo Morales arremetiera contra los BC, Hugo Chávez afirmó categóricamente durante la transmisión del programa número 289 de Aló, Presidente (agosto de 2007): “Evo tiene razón. ¿Cómo vamos a llamar a eso ‘biocombustibles’? ¿Bio? ¡Eso es contrario a la vida!”.
Hoy, al parecer el presidente Evo ha cambiado de opinión: ¡es su derecho humano! De hecho, acaba de avalar la firma de una “Carta de Intenciones” entre YPFB y los cañeros para que la otrora amenaza de hambruna mundial se convierta en combustible subvencionado para reemplazar la gasolina que Bolivia ya no produce, gracias a la errática política energética del Gobierno. Nunca estuvo mejor aplicado el dicho: ¡la necesidad tiene cara de hereje!
Mi posición sobre los BC, manifestada en diferentes ocasiones, no ha variado y puede leerse en una entrada de mi blog del año 2010: https://zaratti.wordpress.com/2011/04/05/ideologia-tecnologia-e-impactos-de-los-biocombustibles/. Sigo creyendo que a los BC no se los debe desechar a priori, sino con base en consideraciones económicas, sociales y ecológicas. En todo caso, deben ser usados como aditivo de los combustibles fósiles en porcentajes menores al 10%, a la espera del desarrollo de la “nueva era” de los vehículos eléctricos alimentados por verdaderas energías renovables (sol, agua y viento).
Me pregunto, con la mente puesta en la mordaz columna de María Galindo de hace unos días, si la era de los BC no estará empezando en Bolivia bajo la consigna: “tú me haces un favor a mí y yo te hago muchos otros a ti”.
Francesco Zaratti es físico
Twitter: @fzaratti