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Opinión

De homofobia en la política y otras vainas

6 de Noviembre, 2018
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AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ
No fue el siglo pasado, fue a principios de este milenio, en Berlín, la ciudad más homosexual de Alemania y posiblemente de Europa, cuando acercándose las elecciones para el nuevo alcalde, Klaus Wowereit, recibió la noticia de que un periódico masivo sacaría inmediatamente después de su proclamación como candidato de la SPD, una jugosa historia sobre sus preferencias sexuales. Wowereit agarró el toro por las astas, y en plena convención de su partido, ante tal vez más de un par de miles de asistentes, y antes de que se pasará a la votación, hizo una declaración contundente- Antes de ser nombrado candidato, dijo, el luego famoso:  “Ich bin Schwul, und es ist gut so!”,  (soy homosexual , y así está bien!), la reacción del público asistente fue, luego de unos  segundos de silencio, una aclamación hecha de pie, y Wowereit no solo fue candidato, sino que fue electo alcalde, y permaneció en el cargo hasta el año 14.

Lo de Wowereit fue un gran avance a nivel mundial para los derechos de las personas, debe recordarse que menos de diez años antes, la política del Dont ask, dont tell  ( No preguntes, no lo digas)en el ejército Norteamericano, implementada por Clinton ya había sido vista como un importante paso.

Saco a relucir esta historia, porque en medio del segundo tsunami que le está viniendo a Sudamérica desde el Brasil, (primero fue Odebrecht y el Lavajato), la elección del pintoresco Jair Bolsonaro, ha tenido entre los argumentos en su contra, sus expresiones homofóbicas.

Como sociedad occidental, u tributaria de occidente, (con las disculpas de los pachamamistas, pero eso es lo que somos, querámoslo o no), podemos estar felices que hoy por hoy, no sea la homosexualidad un asunto que pudiera destrozar a un político, sino más bien que bastase unos comentarios homofóbicos de su parte, para ponerlo en situación incómoda. A estas alturas, Bolsonaro, se ha disculpado por las groserisimas expresiones homofóbicas vertidas en el pasado inmediato, aunque obviamente, su religiosidad militante, no deja de tener, un tufillo irrespetuoso a la homosexualidad.

Así positivo como puede verse este cambio de actitud, llama la atención, precisamente en gente de izquierda, el que se rasguen las vestiduras, respecto a las inaceptables expresiones del presidente electo del Brasil, y no tengan una similar postura, respecto a Evo, por ejemplo, que dijo, que en el mundo Aymara no había homosexualidad, algo peor que lo referido por Bolsonaro, o a Chávez, que trató de deslegitimar a Capriles por su supuesta homosexualidad, ni que decir a Fidel, que comandó una revolución brutalmente  homofóbica. Cabe recordar, que es también la alianza de Evo con los evangélicos, la que hizo que la nueva Constitución pusiera un freno al matrimonio entre personas del mismo sexo, algo, que, no lo hacía la constitución previa.

No solo por sus expresiones homofóbicas, sino por las misoginias, y por las racistas, Bolsonaro no es santo de mi devoción, pero no deja de molestar en nuestro pequeño mundo provinciano, que los adictos al actual régimen, echen el grito al cielo, y no vean, aparte de esas características en su jefe, también el desenfadado militarismo, y el brutal autoritarismo, y la indiferencia hacia la tortura que todavía se campea en estos doce años de gobierno Evista, sin mencionar algunos asesinatos cometidos por el Estado. Nunca como ahora vale la pena recordar el dicho bíblico de la paja en el ojo ajeno….

Por lo demás, no deja de ser interesante, cómo argumentos morales (la pacatería antes, o la libertad sexual hoy)  pueden ser utilizados, a veces de forma muy inmoral, cuando se trata de la sucia política. Y de eso participamos todos.

Agustín Echalar es operador de turismo

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