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Opinión

Crisis partidaria

26 de Mayo, 2025
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El proceso electoral ha desnudado una crisis estructural (nunca vista) en las agrupaciones políticas, al extremo que hay partidos sin candidatos y candidatos sin partidos. La crisis ha saltado al tribunal supremo electoral, donde esas autoridades electorales no han podido elegir a un presidente titular. Este proceso será mucho más complejo de lo proyectado no solo por la crisis partidaria y del Órgano Electoral, sino también por el cerco judicial (había cerca de 20 acciones en curso) que busca torpedear las elecciones. Tampoco está garantizado su presupuesto y los autoprorrogados controlan el tribunal constitucional y están al servicio del gobierno nacional. 

Hay que recordar que los partidos políticos son instrumentos de la ciudadanía para conquistar el poder. No nacieron para comunicar al pueblo los deseos de las autoridades, sino más bien para comunicar a las autoridades los deseos del pueblo. Las agrupaciones políticas constituyen el (único) vehículo que tiene la ciudadanía para ejercer sus derechos políticos, y participar en la formación, ejercicio y control del poder político, directamente o por medio de sus representantes, y de manera individual o colectiva. El ejercicio de este derecho generó la necesidad de articular e institucionalizar las organizaciones políticas con objetivos comunes y alcance general. 

Las agrupaciones políticas no se limitan, como otros actores políticos (sindicatos, gremios profesionales, grupos de presión, etc.), a ser portavoces de unas reivindicaciones particulares, corporativas, sectoriales, sino que promueven un programa de acción política general, que pretenden responder a los retos y problemas importantes de una determinada comunidad. Los objetivos se traducen en una serie de compromisos que deben honrarse en un período de gobierno o pueden ser indefinidos (como la reivindicación marítima). En esta búsqueda sistemática y permanente logran influir en la opinión pública.

Los partidos políticos representan intereses, ideales, sueños, aspiraciones. Y canalizan las demandas y motivaciones de la sociedad, las agregan u ordenan (el proceso de integración y síntesis es permanente) y las trasladan a los poderes públicos. En las sociedades complejas de nuestros días, los partidos se ven obligados a representar multiplicidad de intereses a veces difícilmente compatibles. 

El tradicional partido de masas, combativo, y dogmático, que reclamaba de sus miembros un compromiso personal total (un activismo militante), después de la caída del Muro de Berlín (1989), entra en declive y la llegada del siglo XXI será el fin de los partidos tradicionales. En la democracia contemporánea aparece un nuevo modelo de organización política: el partido que no se limita a representar los intereses de una clase o grupo, sino de amplios sectores sociales y busca ofrecer una visión global.

Este nuevo modelo de partido político busca el éxito electoral rápido, quiere trepar al poder en la próxima contienda electoral. Tiene como objetivo lograr el mayor respaldo posible, y para ello articula un discurso electoral, y evitará las propuestas más conflictivas y radicales, de modo que el programa sea asumido por la mayor parte del electorado (al estilo del MAS). A partir de esta metamorfosis partidaria, la ideología queda difuminada, suavizada, para poder disputar la amplia franja de electores situados en el centro político. De ahí que no existan grandes diferencias programáticas, menos ideológicas entre los partidos políticos. Todos buscan incorporar en sus filas a la mayor cantidad de simpatizantes, aunque proyecten escenarios de extrema polarización característico del siglo xx. Todo esto no significa que los partidos hayan dejado de representar unos intereses en lugar de otros. 

Las agrupaciones políticas son verdaderas maquinarias propagandísticas que hacen de intermediarias entre el Estado y la sociedad. Esa es su función más genuina: ser cauces de expresión y de participación, y se ocupan de vertebrar políticamente a la sociedad. Cuestión distinta es sí la cumplen satisfactoriamente en la práctica, por cuanto es innegable la crisis de credibilidad, y de confianza en los partidos. 

Sin embargo, a pesar de sus deficiencias y la sistemática erosión deslegitimadora, los partidos políticos están lejos de desaparecer o extinguirse. Las fórmulas alternativas de participación directa, como las agrupaciones ciudadanas, siguen teniendo un rol marginal y carecen de estructura y musculatura competitiva de largo aliento. Los partidos políticos son hijos del sistema democrático representativo, y sin ellos difícilmente sobrevivirá la democracia.

El autor es jurista y autor de varios libros.