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Opinión

Concebida sin pecado original

6 de Diciembre, 2021
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MIGUEL MANZANERA, S.J.

El 8 de diciembre la Iglesia Católica celebra la Fiesta de la Inmaculada Concepción. Sin embargo no todos los católicos comprenden plenamente el significado de esta advocación de la Virgen María, en la que se celebra que Ella fue concebida por sus padres, Rafael y Ana, en el seno de su madre sin ser contaminada por el pecado original de Adán y Eva, que todos nosotros heredamos al ser concebidos.

Los dos primeros capítulos del Génesis relatan cómo Dios creó al Ser Humano, macho y hembra, a su imagen y como semejanza suya, para que tuviesen hijos y sometiesen la tierra. Notemos que en general los israelitas cumplían ese precepto del Señor, pero también había otros grupos, los llamados “amigos de Yahvé” que alababan la virginidad. La Iglesia también necesitó varios siglos para valorar la virginidad, pero sin despreciar la vida matrimonial.

Por otra parte la Biblia no relata el nacimiento de María ni tampoco su concepción en la unión matrimonial entre Joaquín y Ana. Únicamente sabemos cómo Dios castigó a Adán y a Eva, primera pareja de la especie humana a tener hijos con dolor por haber desobedecido el mandamiento divino de no comer el fruto prohibido del árbol de la ciencia del bien y del mal.

La niña María fue concebida normalmente por sus padres, Joaquín y Ana, pero Dios no quiso que ella fuese contaminada por la mancha del pecado original que cometieron Adán y Eva, desobedeciendo el mandato divino de comer el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, y que contagió a todos sus descendientes.

Este privilegio de María es reconocido como la “Inmaculada concepción” de María o también la “concebida sin pecado original. La oración del Ave María se inicia con las palabras del ángel a  la Virgen María “llena eres de gracia” que también muestra la plenitud de la acción de la Rúaj Santa en María. Sin embargo esta verdad no se profundizó durante muchos siglos e incluso el gran teólogo dominico  Santo Tomás de Aquino (1224-1274) afirmaba que, al igual que los demás seres humanos, la Virgen María fue concebida por sus padres y fue contagiada por el pecado original que ellos también habían heredado., ya que todavía no se había realizado la redención de Jesús en la cruz.

Pero el teólogo franciscano Beato Juan Duns Scoto (1266-1308) refutó ese argumento, afirmando que la Virgen María fue concebida en el seno de su madre, sin contraer el pecado original en previsión de la futura redención que su Hijo Jesús iba a realizar en la cruz. Como fundamentación de esa verdad el teólogo afirmó que Dios omnipotente “podía hacerlo, era conveniente que lo hiciera y lo hizo”.

La Iglesia Católica en el Concilio de Trento, celebrado entre 1545 y 1563, afirmó  la existencia del pecado original de Adán y Eva al inicio de su creación del hombre, comiendo del árbol de la ciencia del bien y del mal. Este pecado afectó no sólo a Eva y a Adán, sino también a sus descendientes. Por eso todos los seres humanos, ya desde el inicio de su vida llevamos como triste herencia el estigma del pecado original, promovido por el diablo que nos tienta para que seamos egoístas y hagamos el mal.

Sin embargo Dios Trinitario en su infinita misericordia no quiso abandonar a la humanidad caída, sino que dispuso que una niña, María, fuese concebida por sus padres, Joaquín y Ana, sin contraer el pecado original. Aunque los evangelios no narran ni la concepción ni el nacimiento de María, la Iglesia Católica proclamó el maravilloso plan divino de que María fuese inmaculada desde su concepción sin tener la mancha del pecado original que afecta a los demás seres humanos. Por eso los católicos profesamos nuestra fe indicando que María fue plenamente inhabitada por la Divina Rúaj (Espíritu) desde el primer momento de su vida, sin contraer el pecado original.

Muchas personas e instituciones católicas han aceptado y proclamado esa verdad. La Virgen María se apareció en París a Santa Catalina Labouré en el año 1830, ordenándole acuñar la “Medalla Milagrosa” en la que María afirma su Inmaculada Concepción.

Muchas personas católicas escribieron a Pío IX, pidiéndole que declarase el dogma de la Inmaculada Concepción de María. El Papa, después de consultar a obispos, sacerdotes y fieles en todo el mundo, en 1854 emitió el documento “Inefable Dios”, proclamando el dogma de la Inmaculada Concepción de María:

 “Afirmamos y definimos que ha sido revelada por Dios, y, por consiguiente, que debe ser creída firme y constantemente por todos los fieles, la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano. Por lo tanto debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles”.

Pocos años después, en 1858, en Lourdes, Francia,  una jovencita humilde y pobre, con escasos conocimientos religiosos, pero muy fervorosa, llamada Bernardita Soubirous, tuvo la aparición de la Virgen María, quien se identificó con estas palabras: “Yo soy, era, la ‘Inmaculada Concepción’”.

Más de un siglo después, al finalizar el Concilio Vaticano IIen el año 1965, la Iglesia Católica proclamó que la Virgen María, para ser la Madre de Jesús el Salvador, fue “enriquecida desde el primer instante de su concepción con el resplandor de una santidad enteramente singular, “la llena de gracia”, tal como el ángel Gabriel la saludó. Ella le respondió: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lucas 1,28.38).

El Concilio Vaticano II en 1965 declaró: “María no fue un instrumento puramente pasivo en las manos de Dios, sino que cooperó a  la salvación de los hombres con fe y obediencia libres”. “La muerte vino por Eva, la vida por María  (Lumen Gentium 56). También el Catecismo de la Iglesia Católica, publicado en 1992 por el Papa San Juan Pablo II, afirmó: “La Virgen María desde el primer instante de su concepción, fue totalmente preservada de la mancha del pecado original” (508).

Recordemos sobre todo cómo Jesús, clavado en la cruz confirmó a María como “Mujer” o sea “la Nueva Eva” para ser la Madre y la Esposa de Jesús, “el Nuevo Adán” quien nos redimió en la cruz del pecado original (Juan 19,26). Por todo ello muchos países católicos del mundo entero celebramos el día 8 de diciembre con mucha alegría la fiesta de la “Inmaculada Concepción”, el inicio de la salvación.

Miguel Manzanera, S.J.

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