FRANCESCO ZARATTI
Hace pocos días un reportaje de la BBC (El cisne verde, 10/2/2020) nos recordaba cuán compleja (en el sentido matemático del término) es la economía mundial, a propósito de los efectos catastróficos que un raro e impredecible episodio puede tener en las finanzas, el comercio, el turismo y la economía en general del mundo entero.
De hecho, el “cisne verde” de los economistas Patrick Bolton, Morgan Despres, Luiz Pereira da Silva, Frédéric Samama y Romain Svartzma evoca, al mismo tiempo, un evento raro (un cisne negro) y su relación genética con el cambio climático (el cisne verde).
En síntesis, los cinco economistas del Bank for International Settlements (BIS) predicen crisis financieras y económicas a escala mundial, producto de episodios intensos de alteración del clima. Posiblemente los autores, al escribir el libro, tenían en mente los eventos climáticos extremos que han estado azotando el planeta en los últimos años, pero, confirmando que la realidad es superior a la imaginación, ahora el planeta está sufriendo otro episodio, relacionado con la salud, que puede causar una verdadera catástrofe global, financiera y económica.
En efecto, un episodio extremo, como un incendio de magnitud, genera una serie de gastos fiscales imprevistos que pueden hacer tambalear hasta la economía más sólida y afecta un conjunto de actividades económicas que agravan la crisis financiera; un efecto en cascada que puede volverse incontrolable. Es como cuando una enfermedad imprevista y costosa llega a destruir la economía de una familia.
Aunque prefiero confiar en la capacidad de resilencia de los países ante los desastres naturales, gracias también a la cooperación internacional, sin embargo, no se puede excluir casos en que el cisne verde se vuelve incontrolable. De hecho, una reciente nota del Imperial College de Londres asevera que la epidemia del “coronavirus Covid-19” es ya comparable con las mortales influencias que diezmaron la población mundial a comienzo del Siglo XX. Las cifras oficiales de bajas (tildadas intencionalmente de conservadoras por algunos epidemiólogos) varían cada día y, en el momento de escribir esta columna, han superado los mil muertos y 50 mil contagiados.
Afortunadamente, se ha logrado aislar el virus y se está trabajando febrilmente para controlar la expansión de la enfermedad, a la espera de un remedio eficaz, pero día que pasa los efectos sobre la economía se hacen cada vez más intensos.
Mencionaré algunos. La economía china se ha enfriado y la producción industrial empieza a resentir del “cordón sanitario” aplicado a importaciones y exportaciones. Entre las importaciones señalaré una de efecto global, como es el suministro de gas y petróleo: las entregas que China no puede recibir deben acomodarse en otros países, a precios de ganga. De ahí la baja del petróleo, que rozó los 50 $/bbl, y del LNG, que cayó a 3 $/Mpc, con graves consecuencias incluso para los contratos anclados al petróleo. Una última mención va al turismo mundial. Varios eventos internacionales relacionados con la tecnología han sido suspendidos, con enormes pérdidas para la industria mundial “sin chimeneas”, con el fin de reducir las probabilidades del contagio y evitar la aglomeración de gente proveniente de diferentes países.
El efecto, desde luego, trasciende a la China, debido a la globalización. Si no se encuentra un rápido remedio al Covid-19, también Bolivia sufrirá los efectos de una ulterior baja de ingresos, sumada a la calamidad dejada por el “cisne azul”.
No dudo que la prioridad absoluta sigue siendo la salud; sin embargo, el Gobierno debería estar evaluando el impacto de este nuevo cisne raro y amenazador en la ya maltrecha economía nacional.
Franceso Zaratti es físico
Twitter: @fzaratti