IGNACIO VERA
Ninguna religión de cuantas se practican en éste nuestro mundo ha podido hasta ahora, que yo sepa, desarraigar ni siquiera parcialmente a sus devotos de su naturaleza humana, tan desviada y putrefacta desde que el ser humano existe aquí en el planeta. Y es que una de las funciones de la religión, además de prometer y advertir al hombre una especie de esperanza y otra de ruina para después de la muerte, es restringir los apetitos rapaces de la humanidad mientras dura la vida mundana (y en esto se parece a las leyes y los órdenes jurídicos). Toda religión —sobre todo las politeístas— tiene niveles sociales, políticos y económicos muy marcados y diferenciados entre sí, y cada uno de esos niveles encierra asimismo subniveles que pueden servir de puntos de análisis y escrutinio desde el punto de vista netamente profano.
Ningún cristiano desde la muerte de Jesucristo ha sido perfecto ni se ha acercado al modo de vida puritana de San Pablo, así como ningún mahometano hasta ahora ha rendido un culto perfecto al Creador desde que se escribió y difundió el Corán. El accionar de los individuos, o sea, de los creyentes, es un espejo en el que se proyecta la sombra conductual de un conglomerado de devotos, aunque es también muy cierto que existieron personas como Santo Tomás y la Madre Teresa, por un lado, y Muhammad Al-Fazari y Al-Battani, por otro, y el simple hecho de mencionar esos nombres hace que la generalización se torne injusta.
Pero lo que es cierto es que las características sociológicas civiles se dibujan en los colectivos religiosos con casi la misma intensidad con la que se dibujan en un colectivo secular.
El atentado sucedido en El Cairo, “La Fuerte”, capital de un país donde se desarrolló una de las civilizaciones más importantes del mundo, comparable solamente con la griega, la latina y talvez la china, demuestra con creces esto que decimos. ¿Qué es una iglesia ortodoxa copta? Una iglesia que sigue a Jesucristo, no a Mahoma, pero al fin y al cabo al mismo Dios creador. Cada religión grande abriga una moralidad casi dogmática, pero al lado de esa moralidad indiscutible, justamente por la dilatación del colectivo que la guarda, corre pareja una inmundicia. La de la gran iglesia cristiana son el paganismo y la tibieza de devoción de sus adeptos; la de la judaica es el afán de lucro y utilidad; la del islam, lamentablemente, son el fundamentalismo y la intolerancia. Más allá de que el islamismo tenga como objeto la dominación del mundo, lo cual es muy entendible desde la perspectiva de lo que significa el carácter imperial de una religión, el defecto que le nubla todo lo majestuoso que tiene es el fanatismo de los extremistas, que no se traduce en otra cosa que en el terrorismo.
Claramente, como lo he dicho en otras ocasiones, el musulmán bueno es inminentemente un buen hombre, con una gran filosofía y un sentido profundo de la vida. El islam no es sinónimo de terrorismo, en cambio el llamado Estado Islámico (Isis) sí lo es. No sé qué se mueve en el alma de aquellos hombres que matan para conseguir algo que jamás podrá ser conseguido por el medio que utilizan, pero lo que sí sé es que en ningún línea del libro sagrado de los islamitas se ordena ni insinúa que se haga correr sangre humana; no es Alá a Quien tienen en sus pechos, sino las jugarretas de Eblis.
Es evidente que existen diferencias irreconciliables entre las religiones que adoran al Dios creador del Universo y el hinduismo, por ejemplo, o el panteísmo, para dar otro ejemplo; pero cristianismo, judaísmo e islamismo guardan una esencia común; una de ellas, o quizá ninguna, pero que tenga como Dios al Dios de Quien hablamos, está en lo cierto; hasta que se sepa cuál es, marcharán por separado, y nosotros también, y quizá más separados que neutras mismas religiones.
Expreso mi sincera condolencia a las familias de esos diez cairotas que seguramente, al momento del tránsito inexorable hacia la eternidad, elevaban oraciones al Hombre cuya mansión ahora habitan: Jesús.
Ignacio Vera-Rada es estudiante de latín en la Universidad de Salamanca
Twitter: @ignaciov941