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Nacional Sociedad

Un año de Teleférico en La Paz: historias desde el horizonte

Este jueves," Mi Teleférico" cumple un año lleno de experiencias, ilusiones y nuevos proyectos.
23 de abril, 2015 - 13:50
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Foto:Periódico  Página Siete (Prohibida su reproducción)
Foto:Periódico Página Siete (Prohibida su reproducción)
Yolanda Salazar

La Paz, 23 de abril (ANF).- El 30 de mayo de 2014 se inauguró la primera línea del teleférico, la roja. Todos estaban curiosos por saber qué se sentía, qué se veía y queríamos ser los primeros en conocer todos los detalles. Los primeros días, las filas eran extensas, sobre todo en feriados en los que alguna vez se podía entrar gratis. 

Recuerdo la primera vez que subí al teleférico, adelante mío estaba un joven que con nervios e inseguridad no sabía cómo subirse pues las cabinas no paran, sólo reducen la velocidad en las estaciones. 

Las señoras de pollera se levantaban sus enaguas para dar el tremendo salto, los niños disfrutaban entrar a las cabinas, pero las personas mayores eran las más nerviosas. En realidad todos estábamos así porque nos enfrentábamos a una nueva experiencia.

Todos entrábamos saltando las primeras veces y apresurados como para que la cabina no nos deje con un pie fuera, pero con el tiempo la gente ya puede entrar con naturalidad. Ahora cuando vemos a algún extranjero haciendo lo mismo que algunos de nosotros hacíamos al principio, surge la risa, pensando que aún son principiantes en esto de los teleféricos.

Comienzo el recorrido desde la estación “Taypi Uta” voy subiendo, el panorama siempre sorprende. La espectacular vista ha dejado asombrados a propios y extraños, no sólo porque se evidencia la hoyada en la que vivimos, sino porque abrió nuestros horizontes a conocer nuevas realidades. Se ve un sinfín de gradas de colores y casas de ladrillos que tornan el panorama naranja, con algunos toques de color que les dan esas casas de los “nuevos ricos aymaras”, que demuestran la arquitectura andina, como la llama su creador.

Subiendo hacia la estación “Ajayuni”, lugar de las almas en aymara, estamos ante una nueva perspectiva para ver la ciudad, desde arriba, como si uno estuviera volando que te hace notar detalles que tal vez uno no se hubiera dado cuenta si no hubiéramos expandido nuestra visión de la ciudad con el teleférico. La ropa tendida en las terrazas, las mujeres lavando o haciendo su parrilladita también exponen parte de la intimidad que uno tiene en su hogar, porque todos los pasajeros de las 109 cabinas de esta línea podían observar el color de sus calzones.

Al acercarme a la última estación “Jacha Qhathu” en la zona 16 de Julio de la ciudad de El Alto observo que en el cerro, hay una rendija en la que se ve un auto abollado, que llama la atención por su posición y por lo aplanado que está, quien sabe desde cuándo, lo cual hace pensar un sinfín de historias que lo convierten en un “atractivo”. “Mami mirá ese auto”, siempre los más sorprendidos son los niños.

Así de sorprendidos quedaron algunos extranjeros. Fueron autoridades importantes como el presidente de Ecuador, Rafael Correa, el presidente de Costa Rica, Luis Guillermo Solís, el secretario de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Isulza, entre otras personalidades.  Por su parte, la cantante peruana Yarita Lizeth decidió grabar, sin permiso, algunas tomas para su videoclip de la canción “Aliados con el licor”, en la que aparece abrazando a un joven en una cabina del teleférico.

Recuerdo que la primera vez que uno se sube, se siente como si el estómago se le fuera a salir por la garganta, uno se agarra del pequeño asiento para no caerse. El primer viaje se torna en una pequeña aventura. 

En una ocasión, un niño comentó que le parecía “estar andando en patineta” cuando se subía al teleférico. 

Ahora me dirijo hacia la línea amarilla que se inauguró el 15 de septiembre de 2014. Cubre una extensión de 3.883 metros, lo que representa un viaje de 17 minutos que une la ciudad de La Paz con El Alto.

Empiezo por la estación Qhana Pata, mirador en lo alto, ubicado en Avenida Panorámica de la ciudad de El Alto. Al bajar hay una sensación de vértigo, pues de las tres líneas, ésta es la más empinada. 

En este tramo hay bastantes árboles altos y recuerdo el incidente que tuvo este tramo cuando el 14 de febrero un árbol de eucalipto, de al menos 40 metros, golpeó tres cabinas y el cable se salió de su eje entre esta estación y la de Cotahuma, 20 personas quedaron atrapadas por más de tres horas hasta que reinicie el funcionamiento de la línea. Algunos salieron con heridas leves por el movimiento de la cabina. 

“Un incidente que no queríamos que ocurra, pero ha sido una demostración clara que el teleférico es un sistema muy seguro (…) ninguna de las cabinas se ha desprendido”, manifestó en ese momento el gerente ejecutivo de este sistema de transporte, César Dockweiler. 

Al pasar de la estación de Cotahuma a la de “Suphu Kachi” veo los techos de las casas que se transformaron en espacios publicitarios, unos fideos, una telefonía móvil y propaganda gubernamental ya invadían los tejados de calamina. Algo nuevo, sin duda, parte de la “viveza criolla”, quiero creer. 

Al ver esto, los artistas decidieron presentar una “contrapropuesta” para que estos espacios no sean mercantilizados y los convirtieron en sus nuevos lienzos para pintar mensajes de felicidad y esperanza. Es una forma de sacar de su cotidianidad a todos los usuarios.

Pasando hacia la última estación de la línea amarilla, Libertador, veo cómo unos “recién casados”, ella con el pomposo vestido blanco y él con su fino terno, se suben a una de las cabinas. Los puentes ya no están de moda para “atraer la suerte en el matrimonio”, el teleférico sí. 

Me conecto con la línea verde que fue inaugurada el 4 de diciembre de 2014, que recorre 3.830 metros y el viaje dura 17 minutos hasta la última línea. El panorama cambia un poco, las casas son de colores sobrios y son más grandes.

Según Dockweiler,  esta línea transporta 19 mil personas al día, es la que menos usuarios tiene. 

Pasando por la estación de Alto Obrajes, el tiempo se nubla y cae una llovizna y esta línea se para. La gente de mi lado protestaba ¡Otra vez, no puede ser!, pues en el tiempo de su funcionamiento la línea amarilla y verde se detuvieron varias veces. Ahora cuando llueve es casi automático ponerse a ver el teleférico para ver si sigue en funcionamiento.

Llegando a la última estación del teleférico “Irpawi” me pongo a pensar en el “choque cultural” que sobrevino al unir la ciudad de El Alto con la zona sur. Los vecinos de Irpavi reclamaban a través de las redes sociales algunas conductas de las personas que bajaban de El Alto como ensuciar las jardineras, porque se sentaban a comer allí, hasta sentarse en el suelo del Megacenter.

¡Cuántas cosas han sucedido en un año!  ya se llega a los 20 millones de usuarios, estas 443 cabinas que tienen los colores de la bandera de Bolivia han cambiado el imaginario de las personas, pues es una forma en la que se hizo tangible la posibilidad de ser “modernos”.

En un año, el teleférico puso a Bolivia como referente en el mundo ya que es el más largo del mundo y el que se utiliza como medio de transporte diario. Trajo consigo más ilusiones, más sueños y algunos sustos. Como dijo una artista, con el teleférico “La esperanza para los bolivianos ya no es mirar el horizonte, ahora es mirar hacia arriba”. 

/YSM/
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