
Por JORGE CASTEL
La Paz, 30 Nov. (ANF) - Pablo Calisaya tiene 75 años y hace 41 vende golosinas en la puerta del cine 16 de Julio, ubicado en el Prado paceño. A pesar del reciente anuncio del cierre de esa sala cinematográfica el 2012, afirma que a largo de todos estos años, con su trabajo, logró ahorrar 15 mil dólares para su anticrético.
“Empecé vendiendo dulces y refrescos a los 34 años. Recuerdo que en los primeros años la gente venía en familia, con sus hijos, para ver los estrenos de películas como las de Cantinflas”, rememora Calisaya dando un vistazo a la fachada del cine como añorando aquellos tiempos.
El vendedor de golosinas dice que los mejores días de venta siempre fueron los sábados y domingos y no así los ordinarios. “Hace dos años que no se gana muy bien”, confiesa.
Para el vendedor la mejor temporada de ganancias fue entre el 70 y el 80, donde ganó el dinero que le dio la posibilidad de ir ahorrando para su anticrético. “No tengo casa y vivía de aquí para allá y junte 15.000 dólares en todo estos años, ahora vivo tranquilo en Villa Fátima”.
Los horarios que cumple para atender el puesto de golosinas son desde las 7.30 de la mañana hasta las 21.30. “Esto, día por medio, porque somos dos sindicatos organizados los que trabajamos aquí”.
Calisaya comenta que uno de los días más amargos lo vivió hace 25 años. Cierto día tuvo que ir por su hija a medio día a recogerla del kinder y dejó el puesto (un caballete) de venta a las afueras del cine. En la media hora que tardó el puesto había desaparecido.
“Nadie vio nada, y justo ese día no habían ido los otros compañeros; perdí como 800 bolivianos de mercadería”, relata viendo disimuladamente a su hija que actualmente lo acompaña en la venta y que responde con un movimiento de cabeza al recordar el mal momento.
Sin embargo, los golpes de suerte también estuvieron presentes. “La gente, por el apuro, compra y se va sin pedir el cambio; yo trato de buscarlos para devolver el cambio y a veces no los encuentro y tengo que regresar al puesto”.
“Ahora estoy de pena porque cierran el cine; cada día gano unos Bs.80. Ya no vamos a vender como antes, tal vez salven las funciones de David Santalla y de Tra la lá, que a veces vienen a presentarse”, concluyó.
El Cine Teatro 16 de Julio cerrará sus puertas a las proyecciones fílmicas el 1 de enero de 2012, aunque continuará con sus actividades culturales. La causa del cierre está relacionada a la imposibilidad de competir con las multisalas que se abrieron en La Paz.
Negativa para el cine "con toque social"
La negativa de los religiosos de la orden salesiana de invertir 150.000 dólares para la instalación de un sistema de transmisión 3D, derivará en el cierre del 16 de Julio, que a partir del 1 de enero suspenderá su atención al público luego de 44 años de funcionamiento continuo y afectará a 14 vendedores de dulces cuyas historias de vida se construyeron en la puerta de entrada del cine.
El director adjunto de la empresa cinematográfica, José Melgar Quevedo, informó que su intención es consolidar el sistema de transmisión 3D, pero con un toque social. Los otros cines cobran por las entradas entre 40 a 45 bolivianos, el 16 de Julio fijaría un precio de 20 bolivianos.
“Yo quería colocar 3D, porque ya estamos muy rezagados, ahora las películas ya llegan en 3D y no tenemos el sistema. Pero la Orden Salesiana decidió no invertir y ahí termina todo”, dijo.
El cierre del cine dejará sin empleo a 8 personas, entre ellas, operadores, contadora, personal de limpieza y de apoyo. También serán afectados 14 vendedores callejeros.
El director del cine, el padre Pierre Luigi Maistreio, está en un retiro espiritual en Cochabamba, a su vuelta deberá dar explicaciones y definir el futuro de los convenios con los vendedores de golosinas.
Julieta Loayza cumple 43 años vendiendo dulces
A Julieta Loayza, una vendedora de dulces, la noticia de que el cine 16 de Julio va a cerrar sus puertas no le quita una idea de su cabeza “¿Cómo voy a ayudar a mi hijo a que entre a estudiar Derecho a la universidad?”.
En estas cuatro décadas, con ese trabajo, ayudó a sus hermanos a salir del colegio. Se casó. Tiene cuatro hijos, pero tuvo que cuidarlos sola. Está orgullosa de su hijo auditor, de 32 años, el ingeniero de 28 años. “La tercera es mujercita y está todavía en la universidad y el menor sale este año bachiller. Quiere estudiar Derecho….pero no sé si voy a poder cumplir… Haber veremos cómo me va”.
Doña Julieta, con la venta al raleo durante el día logra obtener entre Bs 70 y Bs 100. Lanza un pedido a los padres salesianos: una reunión para analizar que va a pasar con su principal actividad económica.
Cristina Mamani no conoce la sala del cine
Cristina Mamani, se gana la vida desde hace 32 años en otro puesto móvil, justo a la entrada del Cine Teatro 16 de Julio. Con el rostro marcado por la rutina y los años, Mamani madre de cuatro hijos, paradójicamente cuenta que pese a estar a escasos metros, no conoce la sala del Cine 16 de Julio.”Nunca he entrado por vender, vender, vender nomás”, dice.
La mujer de 52 años se entristece sobre el futuro del cine. “Cómo se va cerrar, cómo nos vamos a mantener; estamos acostumbrados”, exclama, aunque reflexiona que las siete dulceras, como se las llama a esta gente dedica a la venta de especies a los ocasionales espectadores, no se moverán del lugar.
Un cuadra más abajo, Luis Machaca, vendedor de variedad de masas (pasteles, salteñas y otros) dice no saber nada del cine 16 de Julio. “No nos afecta, porque ahora ya hay Internet y vídeos para comprar. Hace años se veía harta gente que hacía fila para entrar al cine, ahora ya no es así”, señala.
///JCP///