Redacción central, 7 DIC. (ANF).-
El doctor Carlos Tovar Gutzzlaff, que por más de seis décadas le dio lustre a la profesión de abogado y que ascendió desde la humilde posición de alguacil de juzgado hasta la de ministro de la Corte Suprema de Justicia, murió este lunes en La Paz luego de una larga enfermedad.
Cuando lo vi por última vez hace poco más de un año escribí que el anciano amigo no se había muerto simplemente porque su esposa Luz de Tovar no lo quería. Lo rodeaba de tanto amor que difícilmente uno podría haber visto en otra parte ese mandato que uno recibe como católico de querer a la pareja en las buenas y en las malas y hasta la muerte.
Y es que Carlos estaba enfermo del alma desde que dejó la CSJ por la trastada que le hicieron unos “amigos” serruchándole el piso. El hombre incapaz de aceptar una incorrección supo perdonar, más no olvidar. Y a eso se sumaron los males del peso de los años.
Cuando el sábado pasado le dieron de alta del Hospital Universitario, le dijeron que en su casa estaría mejor. No fue así. El domingo en la noche se volvió a indisponer. Una inyección lo mantuvo vivo hasta la mañana de este lunes cuando ya fue inútil su regreso al hospital.
A lo largo de mi carrera periodística he escrito varios artículos sobre este gran jurisconsulto, autor de una docena de libros de Derecho, doctorado en España y uno de los contados abogados bolivianos receptores de la Gran Medalla del Mariscal Santa Cruz por su obra codificadora.
Lo conocí siendo estudiante de Derecho. No fue sólo mi maestro, sino mi amigo y, por deseo suyo, “más que su hermano”. Aprovechándome de su amistad un día le dije que me contara porqué él sería conocido por el resto de sus días y más después como “el Fiscal del Caso Unzaga”.
Nunca titubeo y siempre me dio la misma versión: “Unzaga se suicidó”. ¿Y por qué su cabeza tenía dos balazos? Tampoco titubeó: Porqué el otro disparo le fue hecho por su edecán, quién también se suicidó.
“Los técnicos de la OEA corroboraron todo lo que escribí como fiscal asignado al caso”, apuntó, al recordar las circunstancias de la trágica muerte de Oscar Unzaga de la Vega aquel atardecer el 19 de abril de 1959, cuando se acabó virtualmente toda una generación de nacionalistas bolivianos.
Recordaba que cuando se le asignó el caso, “recabé todos los informes de criminalística, planimetría, medicina forense, etc., Sin que sepa ni siquiera mi madre, me fui a los Yungas a preparar mi informe fiscal. Así evité cualquier influencia del gobierno o de la oposición”, dijo.
Con el paso de los años, dentro del mundo jurídico boliviano, su honestidad y probidad jurídica se le reconocía ampliamente. Era un placer caminar por las calles de La Paz con él. Abogados de todas las tendencias políticas lo saludaban con respeto y entre sus alumnos habia admiración.
Carlos será enterrado mañana miércoles antes del mediodía. Será el Cementerio General, cumpliendo su deseo. Estará junto a su madre, a quien siempre honró y recordaba como la mujer que la encaminó por la senda del bien, la corrección y la justicia. Descansa en paz, querido Carlos.
Hernán Maldonado
Miami, Diciembre del 2009
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