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Nacional Sociedad

La degradación de los bosques es incontrolable frente a la frecuencia de los incendios

Erika Bayá y Darío Melgar mostraron su preocupación sobre los cada vez más frecuentes incendios en el país y las consecuencias medioambientales
28 de Octubre, 2022
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El conversatorio de ANF. Foto: Captura video

La Paz, 28 de octubre de 2022 (ANF).- “Tenemos que saber que no hay época de incendios porque no es normal; hay época de lluvias, hay época de viento, pero no hay época de incendios”, sentencia Erika Bayá, periodista ambiental; secundada por el ingeniero forestal Darío Melgar que cuestiona la frecuencia y la intensidad de las quemas.

Desde el 2019, Bolivia experimenta cada año incendios voraces que se tornan incontrolables, y los enfrenta con mínimos recursos económicos y logísticos sin que las instituciones estatales logren frenar los desastres, comparten ambos especialistas desde sus disciplinas en el conversatorio de la ANF: Hablar de la Bolivia posible, tendiendo puentes de diálogo.

“Desde el 2019, hemos sufrido incendios cada año y de manera muy grave en las áreas protegidas”, sostiene la comunicadora y periodista ambiental. Mientras que el ingeniero forestal y exdirector del Jardín Botánico en Santa Cruz llama la atención de los “incendios en zonas que no eran tradicionales”.

Melgar explicó que el bosque chiquitano evolucionó con los incendios porque necesitaba del fuego para regenerarse, para florecer, producir semillas y dispersarlas, pero el gran problema de los últimos tiempos es la frecuencia y la intensidad de las quemas.

“Ahora la intensidad de los fuegos y en zonas como bosques altos que antes eran de zonas de manejo forestal están afectando mucho la biodiversidad y la riqueza del bosque porque la intensidad es tal, que no les permite a las especies vegetales regenerarse”, comenta.

Anota que, además, eran incendios que pasaban en cuestión de minutos, en cambio, ahora la intensidad es tan frecuente y tan fuerte, “que muchas veces no les permite a estas plantas aguantar el fuego y el bosque se va degradando”.

La Fundación Solón con base en la información del Sistema de Información y Monitoreo de Bosque (SIMB) del Ministerio de Medio Ambiente y Agua informó que hasta mediados del mes de septiembre se registraron 79.538 focos de calor entre 2014 a 2022, octubre de 2020 fue el mes con mayor cantidad de focos de calor 122.738 y 118.484 en septiembre de 2021.

En septiembre de este año, el director General de Gestión y Desarrollo Forestal, Omar Tejerina, informó que hasta mediados de ese mes a nivel nacional fueron 854 mil hectáreas quemadas.

Existe la seria sospecha que los incendios son causados por el ser humano, de otra manera es incomprensible la intensidad de las quemas; el otro problema que enfrentan los bosques son los asentamientos y los avasallamientos ilegales.

“Si uno va camino al parque nacional Noel Kempff Mercado en los últimos 10 años se han establecido muchas comunidades que han ido deforestando, han ido parcelando todo el camino hacia el parque, antes era garantía forestal, ahora ya no lo son”, dice Melgar.

Bayá complementa que un ejemplo es lo que ocurre en el área protegida municipal Bajo Paraguá que “está siendo terriblemente avasallado, han entrado ahí, hay varias brechas deforestadas (…) El camino al parque Noel Kempff está lleno de comunidades campesinas que no son del lugar, no son los originarios. Entonces, están destruyendo”.

La deforestación es otro de los problemas en las zonas de riqueza forestal, pese a las denuncias de extracción de madera, sin que quede claro si es producto de las concesiones forestales o si es tráfico ilegal de madera.

“Tumban con maquinaria pesada, o sea para hacer unas brechas tan grandes, que además hemos podido verificar que son caminos y al borde de los caminos ya está todo con la señalización para hacer parcelas, entonces quieren ingresar”, contó Bayá.

“¿Cuál es la idea de estos nuevos migrantes? (…), venir a avasallar las áreas protegidas y las tierras que ya tienen propietarios y presionar para que sean asignadas a ellos y también las tierras forestales”, añade Melgar.

El impacto es medioambiental a través de la liberación de millones o billones de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera y contribuyendo de esa manera a la crisis climática; además, del cambio en el régimen hídrico porque a lo largo del tiempo ha ido disminuyendo la cantidad de lluvias, provocando que el bosque sufra de un déficit hídrico.

La consecuencia “es la degradación total de ese bosque (la) alteración del régimen hídrico, la pérdida de biodiversidad forestal, pérdida de biodiversidad biológica con todo lo que implica o sea flora y fauna y dentro de unos años vamos a tener esta área totalmente degradadas, problemas de suelo, problemas climáticos, problemas hídricos y una serie de problemas que es lo que nos acarrea la desaparición del bosque”, alerta el ingeniero forestal.

Según la Fundación TIERRA, Bolivia se encuentra entre los principales países con mayor cobertura forestal del mundo, los bosques cubren cerca de 50 millones de hectáreas, de las cuales el 80% se encuentra en las tierras bajas.

Basados en los estudios de Killeen (2008) citados por Muller y otros (2014) establecieron que el periodo 1976-1986 la deforestación anual rondaba 51.100 hectáreas, entre 1987-1991 subió a 138.800 y entre 1992 y 2000 alcanzó a 150.600 hectáreas; la deforestación acumulada hasta el 2000 alcanzaba a 2,4 millones; y al año 2021 suma las 7.083.852 hectáreas.

Los expertos advirtieron que en este escenario las instituciones tienen mínimas condiciones para responder a las demandas de prevención y acción; asimismo, identifican a las instituciones que, pese a tener las competencias no asumen sus roles para frenar los incendios, los asentamientos ilegales, la deforestación, entre otros problemas.

Bayá refleja esa situación concretamente en las áreas protegidas que tienen un “presupuesto terriblemente pobre”, en relación a otras áreas o instancias gubernamentales. Del total del presupuesto solo el 23% lo pone el Tesoro General de la Nación y el resto es de la cooperación internacional”.

Describió que de los 300 guardaparques en las áreas protegidas, aproximadamente 100 reciben un sueldo del TGN y el resto es de la cooperación internacional y son eventuales. Los recursos económicos apenas alcanzarían para los salarios y lo mínimo para la gestión de las reservas naturales y cada vez es mayor el acecho a estas áreas.

Manifestó que es responsabilidad de todos, aunque más de las autoridades, preservar el patrimonio natural, planteó la urgente necesidad de trabajar en la prevención para evitar la destrucción de los bosques, de la naturaleza; y en sanciones más drásticas contra los responsables de las quemas a tiempo de cuestionar que por estos desastres ni siquiera hay gente en la cárcel.

“El objetivo principal es la prevención, somos un país rico, somos un país forestal, es un país hermoso que puede vivir de otras actividades. Estamos viendo en Porvenir el tema de la almendra, el ecoturismo que hay que potenciarlo y que muchas comunidades pueden vivir de todas estas actividades. El sector productivo depende de los bosques”, concluyó.

Melgar reforzó la idea de conservar los bosques, de usarlo para fines turísticos, –por ejemplo- productivos, pero con un buen plan de manejo porque eso marca la ruta para no destruir la naturaleza, sostuvo.

“Principalmente el Gobierno nacional que tiene que establecer políticas de desarrollo para todos los ciudadanos para que ese ciudadano no tenga la necesidad de emigrar a otra zona donde les ofrecen bosques vírgenes, productivos; cuando en realidad son para uso forestal no son para uso agrícola”, manifestó.

Insistió que no están en contra del desarrollo o de que las personas tengan tierra, pero no degradando el bosque. Se debe establecer políticas que permita el acceso a la tierra para todos los bolivianos, pero sin avasallarlas porque eso va a causar la degradación del medio ambiente”.

/NVG/

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    Incendios forestales,Avasallamiento de tierras,bosques