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Opinión

Violación, embarazo y ( no) aborto de una niña

1 de Noviembre, 2021
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AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ

La semana pasada las redes se han visto alborotadas por una noticia fea. La historia de una niña que se enteró que estaba embarazada de 22 semanas porque sentía que algo se movía dentro de su vientre. El embarazo se había producido porque el hombre que la cuidaba, un pariente político suyo que fungía de abuelo, la había estado abusando sexualmente durante meses.  Su madre y su padrastro  habían tenido que dejar su pueblo para ir a trabajar a casi mil kilómetros de distancia.

La horrorosa historia de la niña, es también la historia del desamparo en el que quedan los niños de padres que tienen que abandonarlos por buscar trabajo lejos de donde viven. Es parte de la realidad de la pobreza del país y un claro ejemplo de cómo esta puede ser aún más dura para una niña.

Aunque hay millones de adolescentes que quedan embarazadas cada año, los aberrantes casos de niñas, púberes, menores de 12 años que terminen en la situación de un embarazo prolongado, o un alumbramiento, es extremadamente excepcional.  A nivel mundial son pocos casos, y alguno  ampliamente documentado y público,  el de Tressa Middleton de Gran Bretaña, que tuvo un bebé a los 12 años, y escribió un libro al respecto.

La tragedia en la vida de la niña que nos ocupa, es que ninguna salida es buena, principalmente porque se topan dos extremos respecto a la peliaguda discusión sobre el aborto. Por un lado es más que obvio que un embarazo producto del abuso sexual a una niña, debería ser interrumpido, la ley boliviana ampara esa premisa. Por el otro lado, un feto de 22 semanas de gestación, tiene ya ciertas características que para extraerlo del útero tiene que ser previamente matado. No es un detalle menor,  y que no puede dejar de preocupar a quien ejecutaría un mandato judicial de esa índole, aun sin ser cristiano.

Nos enfrentamos, no solo ante una discusión entre creyentes,- o entre católicos, y ateos y/o laicos. No tiene que ver el castigo divino, o el chantaje eclesial.  Hay consideraciones de otra índole, que tienen que ver con lo avanzado del embarazo, por un lado, y conla corta edad de la gestante.

Si el embarazo hubiera sido descubierto mucho antes, digamos antes de la décimasegunda semana, la decisión hubiera sido clarísima a favor de una interrupción. Si este hubiera sido más tarde, digamos un mes después, el aborto no hubiera sido tomado en consideración (casi) por nadie.

Los fanáticos, sean los cristianos tradicionales, o quienes se adscriben a ciertos tipos de feminismo (que dicho sea de paso, es una variante  del cristianismo), están en una batalla en la cual se agarran a “dogmazo” limpio, algo que por supuesto no es bueno para nadie, y en primer lugar no lo es para la niña ni para la vida que lleva en el vientre.

Por supuesto que a estas observaciones pragmáticas  se añade también el detalle moral y cultural, no debemos olvidar que es la madre, poseedora de la autoridad paterno maternal, la que en realidad tiene la última palabra, y ella solo puede reaccionar de acuerdo a su propio bagaje cultural y sus convicciones.

La oferta de un trabajo para la madre de la niña gestante, y de apoyo y acompañamiento durante su embarazo, puede ser vista, (malintencionadamente), como una especie de soborno, pero puede también ser sopezada, como una respuesta a las necesidades de la víctima, obviamente dentro de los parámetros católicos, que no pueden ser entendidos por quienes reniegan de los mismos.

Quienes han apostado por la continuación de este polémico embarazo, han tomado de alguna manera una responsabilidad muy grande, la de cuidar de la salud física y mental de la niña. Un embarazo de una niña no está exento de riesgos. No son seres irracionales, ni desalmados, como tampoco lo son los que abogan por terminar con la vida de un feto que es gestado en un vientre que no debería ser.

Tal vez se pueda hilvanar una situación, con mucho amor, de donde salgan las menos llagas posibles a la niña y al feto, mientras obviamente el responsable de esta terrible situación permanezca en la cárcel el mayor tiempo que en justicia le corresponda. 

Agustín Echalar es operador de turismo

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