MARCELO AREQUIPA AZURDUY
El debate -con el sesgo que representa a quienes leo- en torno a la situación de Venezuela se divide entre si es o no democracia después del domingo pasado en que se eligieron Asambleístas Constituyentes.
Mi respuesta al respecto la quisiera describir como si estuviéramos viendo un mapa extendido desde la región latinoamericana y acercándonos lentamente hacia el país mencionado.
Los estudios sobre calidad de la democracia para nuestra región, y cito tres: IDEA, Friedrich Ebert, y el Economist. Afirman que en el balance general de los últimos diez años atrás, la democracia venezolana desciende hasta sostenerse con mínimos ¿cuáles serían esos?: alta movilización y participación política, además de una posición conveniente en el índice GINI que mide la desigualdad en la distribución de recursos. Esos mínimos probablemente se terminaron de romper este año, entraré a explicar cuando hayamos apartado la mirada al mapa de la región.
La salud de nuestras democracias hoy pasa por tres formas gráficas: a) tenemos un paciente cuya salud democrática está mal pero al que con la administración de medicinas y terapia es posible de salvarlo, me refiero a Argentina que cierto tiene problemas pero se curó a través de procesos electorales y movilización política sin mayores aspavientos; b) tenemos otro paciente cuya salud es crítica porque se encuentra en estado de coma, este es Brasil, depende de lo que le pase a Temer y a toda su clase política, es decir, oficialismo y oposición para que salga de ese coma y comience a ser tratado con terapias para recuperarse; y, c) un paciente cuyo estado de salud es más que crítico y se encuentra a punto de fallecer, para este no hay cura que lo salve, salvo milagro de por medio o reencarnación siguiente. Este paciente tiene nombre y es tristemente Venezuela. ahora sí miremos el mapa directamente hacia ese país.
Los momentos políticos que describen la actual situación parten de las elecciones generales de 2013 en las que Maduro apenas triunfa con el uno por ciento de votos por encima de su inmediato contendiente Capriles. Tenemos entonces un proceso de división política en la ciudadanía y también internamente parte del Chavismo expresa su descontento a que Maduro sea el sucesor del extinto Chávez.
Posteriormente, las elecciones legislativas de 2015, el avance de la oposición es más significativo obteniendo el 56 por ciento y controlando los dos tercios del poder legislativo venezolano. Lo siguiente ya es más conocido como la decisión del Tribunal Supremo de Justicia de quitarle competencias a ese poder legislativo predominantemente opositor.
Aún así pero la pregunta es ¿por qué Maduro sigue vigente? si la calle se moviliza y la comunidad internacional en gran medida le reclama rectificar sus decisiones, ahí hay un vacío que debe ser llenado por la oposición política, desafortunadamente Venezuela tiene gráficamente un problema que pasa porque hoy su oposición es la expresión de muchos egos enfrentados que al final en palabras del alcalde opositor Ledezma se materializa en una hoguera de las vanidades, no hay un mensaje articulador fuerte que vaya más allá de que Maduro caiga, esa búsqueda constante de una alternativa utópica que alimenta la esperanza de la población y que sirve de ingrediente principal para unificar distintos frentes que buscan una causa común que va más allá de la necesidad de satisfacción de intereses.
Finalmente, quienes nos dedicamos al estudio de fenómenos políticos en nuestra región no hay duda que nos encontramos con un tipo de transición política y definirla es un reto pendiente; no solo por aquello que decía Octavio Paz frente a Vargas Llosa hace muchos años atrás de que por amor a la precisión conceptual hay que llamar a las cosas con una definición concreta, sino también porque la identificación de la siguiente utopía por la que debamos luchar debe ser apoyada en su identificación por nosotros desde las ciencias sociales.
Más aún porque si dejamos o empujamos que muera el estado crítico de salud venezolano, si le aplicamos la eutanasia; sepamos bien que nos debemos una reencarnación que mejore lo anterior.
Marcelo Arequipa Azurduy
Politólogo y docente universitario