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Opinión

PAPERS, TWITTS Y LEAKS

30 de Julio, 2016
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FRANCESCO ZARATTI

Es sintomático que tres de los diez mandamientos recibidos por Moisés estén dedicados a defender la honra. En la antigüedad, la reputación de las personas (el “buen nombre”) tenía un valor superior al que hoy le atribuimos; por el contrario, la calumnia (no la mentira, como impropiamente se traduce el octavo mandamiento) era considerada un grave pecado. 

Que los contratos de alquiler, redactados antes en una hoja, se plasmen hoy en cinco páginas es prueba de una “inseguridad ética” en torno a la honra del inquilino. 

Asimismo, hay una predilección del Poder para dañar la buena fama de sus críticos, como se ha confirmado en tres casos recientes: los “Panama Papers”, los tuits del Presidente Evo y el libro “BoliviaLeaks”. 

A partir de la información robada maliciosamente a un bufete de abogados, los Panama Papers  han reiterado la odiosa costumbre de criminalizar hechos que, en principio, no son buenos ni malos. Contar con una cuenta bancaria en el extranjero puede ser un derecho legal y legítimo o bien podría tratarse de un medio de evadir tributos o lavar dinero. Sin embargo, en boca de un político irresponsable, ese acto se convierte en traición a la patria e insinuaciones contra adversarios políticos que nada tienen que ver con el tema. Desde luego, ocurre lo mismo cuando se calumnia a autoridades por hechos que trascienden su responsabilidad personal.

En cuanto al tema de los tuits y dichos del Presidente, algunos develan deslices como el que confunde pies con metros cúbicos  o al Presidente de Alemania con su Canciller. Hay afirmaciones que no son precisamente un tributo a la lógica, pero otras expresan groseras mistificaciones como tachar de “reo confeso” a un periodista de CNN por no presentarse a declarar como testigo ante una Fiscalía conocida por ser implacable con unos (J.M. Bakovic) y complaciente con otros (N. Achacollo). Se suman a esta lista  las descalificaciones a los críticos de los excesos del  régimen, otrora entusiastas “hermanos”. No me detendré en la muy comentada calumnia lanzada contra el Gral. Gary Prado, pero sí reclamo porque ese tuit no haya sido retirado ni corregido, dejando sombras sobre la ética de su autor. ¿O será que el Presidente goza de un foro especial que lo faculta para calumniar impunemente? En todo caso los administradores de esa cuenta deberían cuidar mejor la imagen del Primer Tuitero del país.

Mellar la honra de personas decentes es también un objetivo del reciente libro BoliviaLeaks - coordinado por un ex becario de la Escuela de las Américas, actual Ministro de la Presidencia - en cuyas páginas abundan insinuaciones y calificativos que poco tienen que ver con los hechos relatados. Los cables diplomáticos, si bien revelan interesantes facetas de los primeros años del Gobierno actual, no son “diagnósticos” fundamentados en informes de espías o de confidentes, sino simples y subjetivas “tomas de temperatura” hechas por miembros de una embajada, con base en conversaciones, formales e informales, con funcionarios del Gobierno a la luz del sol. De ahí a tildar de “informantes” o “delatores” a esos funcionarios (curiosa, pero no sorprendentemente, en su mayoría pertenecientes a la Cancillería y FFAA) o a creer ciegamente en todo lo que cuentan los cables hay un largo trecho.  

En efecto, escarbando en el libro de marras, en la página 270 encontré esta “perla”: el año 2009 el Cnl. José Cuevas, al frente de UMOPAR en el Chapare, implicó al actual Viceministro de Defensa Social, Felipe Cáceres, en un “volteo” de 300 kg de clorhidrato de cocaína (cable 09LAPAZ464). Entre los miles de cables sobre Bolivia, ¿se habrá “deslizado” inocentemente esa infamante revelación? ¿Qué dirá la autoridad aludida?

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