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Opinión

Navidades con Covid

21 de Diciembre, 2020
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AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ

Tuve la oportunidad de pasar las navidades del 2019 en un pueblito de Baviera y descubrí algo que ya sabía pero que no lo tenía internalizado, que la navidades en cuanto a decoración con arbolitos adornados, y toda la parafernalia kitsch circundante son ante todo alemanas, incluidos los nacimientos, que obviamente los hay en gran profusión también en los países del sud de Europa.  Pienso en los mercadillos navideños, y me da doble nostalgia saber que este año todo va a estar enmudecido, y que la navidad en esos lares se estará celebrando a puerta cerrada, en la intimidad de los hogares, solo entre familiares muy cercanos.

Y no puede ser de otra manera, estos días, Alemania, si la Alemania de la extraordinaria primera ministra Angela Merkel, está teniendo más muertos por millón de habitantes por día, de los que tuvo el Brasil del no tan admirado Bolsonaro en el más alto de sus picos.

La información es doblemente preocupante, porque si hay un país que supo hacer lo debido ante la pandemia, con un gobierno que podía dar directrices claras, ese fue Alemania. Y cuando casi se pensó que las cosas iban por buen camino, estamos ante un panorama desolador.

¿Nos importa a nosotros lo que pasa en Alemania, aparte del valor de la mera información?, Por supuesto que si, porque eso nos puede hacer pensar que de lo único que podemos estar seguros respecto al Covid es que siempre puede ser peor de lo que uno se imagina, también ayudaría el llegar a la conclusión, que las políticas públicas en general ayudan, pero que no son determinantes a la hora de la verdad, y que no importa quién es el gobernante de turno de un país.  Para colmo en Bolivia, no debemos olvidar las enormes deficiencias y limitaciones en nuestro sistema de salud.

A los bolivianos nos toca cuidarnos lo más posible, sin armar paranoias, sin estrangularnos económicamente, utilizando el sentido común, saliendo a trabajar para ganarnos el pan, (si hay trabajo), y evitando estar en grandes conglomeraciones solo por gusto. Si arriesgamos nuestra salud, que sea porque no nos queda otra, y no por un placer efímero, que a lo mejor ni siquiera califica como verdadero placer.

Los seres humanos gustamos del calor humano, y somos empáticos, muchos somos adictos a los abrazos, otros somos abrazo dependientes, y ese vicio es solamente bueno, pero por ahora, solo por ahora, podría ser mortal. Si logramos mantener la distancia en la vida social, y eso incluye la vida familiar, nos vamos a hacer un enorme favor. En algún caso, un favor de vida o muerte.

Como columnista, me siento en la obligación de insistir al respecto al inicio de la semana navideña y en perspectiva a las celebraciones de año nuevo. Es importante no olvidar que es en el entorno cercano, entre los más amigos, entre los de la misma sangre, que por efecto natural uno se siente más seguro y baja la guardia,  lo hace hasta para demostrar cariño.

Tal vez la muestra de mayor cariño, de más profundo afecto, sea este año aprender a abrazarse con la mirada, es posible que comportamientos muy leves de distancia, salven la vida de algún ser querido, o lo libren de una tortura médica ( y económica).

La navidad es una fiesta que ha trascendido sus orígenes cristianos, es la fiesta de la familia por excelencia, es el momento de celebrar a la familia con gran responsabilidad. No se debe olvidar que el verdadero amor filial, se demuestra con actos de responsabilidad antes que con vistosos regalos.

No te abrazo ni te beso, porque te amo profundamente, debería ser el mensaje entre quienes se reúnen en las fiestas de este fin de año, sobre todo los que todavía no han pasado por la enfermedad. Y reitero, hay miradas que envuelven y apapachan más que un abrazo de oso. 

Agustín Echalar es operador de turismo.

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