
Cada día que pasa la violencia hacia las mujeres es mucho más evidente en Bolivia. Familias enteras peregrinan buscando justicia para sus hijas, hermanas, madres o sobrinas. Uno de los casos más recientes que alarmó a la sociedad potosina es el de Najheli Villafuerte, una joven de 19 años, hija muy apegada con su familia y muy colaboradora con la gente. Estudiaba enfermería y según Marco, su tío, después de terminar su carrera ella quería estudiar Bioquímica.
Dos semanas antes de su muerte, celebraba en medio de algarabía, el cumpleaños de su abuelo. Esta fue la última actividad familiar que celebró en su hogar. Najheli tenía toda una vida por delante, muchas metas y sueños por cumplir como toda joven de su edad. Desafortunadamente ella fue vejada sexualmente, golpeada y asesinada el 29 de julio pasado. Ella es otra víctima de feminicidio que nuevamente enluta a Bolivia. Sus restos fueron encontrados debajo del puente “Caracol” en la Villa Imperial de Potosí.
El cuerpo de Najheli debajo del puente ilustra de forma simbólica el lugar que ocupamos las mujeres en nuestro país. Este es un lugar oculto y subalterno. Debajo del puente “Caracol” está lleno de polvo, basura y desechos. Es poco visible para gran parte de la ciudadanía y sus autoridades. Es por ello que el lugar donde dejaron su cuerpo muestra la reducida importancia que se brinda a las problemáticas estructurales de las mujeres en Bolivia.
En este escenario es importante analizar las reacciones de la sociedad potosina ante este hecho atroz. Por un lado, una parte responsabilizó a Najheli de su propia muerte. La acusaron que por tener “malas amistades” y una familia que no supo cuidarla, ella encontró la muerte. Estos pensamientos son parte sustancial de la problemática estructural de violencia contra las mujeres. Así se invisibilizan y exculpan a los agresores y responsabilizan a las mujeres de la violencia que sufren. Estas tragedias, en realidad, son consecuencia de una violencia sistemática y estructural contra las mujeres.
Este lugar oculto y subalterno “debajo del puente” donde dejaron el cuerpo de Najheli representa también el espacio que ocupamos las mujeres para nuestras autoridades. Hasta el momento ninguna autoridad de la Villa Imperial se pronunció ante los feminicidios ocurridos. El trabajo que realizan para reducir la violencia contra las mujeres es casi nulo porque carecen de un enfoque de género. Estas autoridades piensan que, mientras no les afecten estos feminicidios, no es necesario hacer alguna gestión.
Por otro lado, la falta de empatía con la víctima de los potosinos/as es muy preocupante. Muestra que hay personas que justifican la muerte de Najheli. Lamentablemente concepciones machistas y patriarcales siguen siendo dominantes en la Villa Imperial. Sin embargo, es importante mencionar también que familiares, amigos/as y activistas se están movilizando con plantones y marchas para exigir justicia en el caso de Najheli.
Esta cruel muerte, como las más de 70 que ocurrieron en Bolivia, son heridas muy profundas en la sociedad boliviana. Ante esta situación alarmante es pertinente seguir generando conciencia con los derechos de las mujeres y promover cada vez más una sociedad igualitaria.
El reducir la violencia contra las mujeres debería ser una de las prioridades en el departamento de Potosí y en Bolivia. Ninguna de estas muertes ocurre por el azar, está relacionada con el orden patriarcal. Confiamos que con un enfoque de género e igualdad será posible reducir la violencia. Las exigencias desde las calles están cada vez más contundentes ante los feminicidios, lo cual es positivo, porque solo así, cambiará la realidad.
Evelyn Callapino Guarachi es politóloga, docente universitaria y fundadora de Mujer de Plata.