EVELYN CALLAPINO GUARACHI
No tenemos que ir muy lejos para ver la realidad de muchas mujeres vendiendo en las calles en condiciones precarias con sus wawas junto a ellas. Las opciones de trabajo existentes en nuestro país hacen que la población femenina sea discriminada al momento de buscar espacios laborales dignos. El empleo informal muestra el grueso de actividad económica en Bolivia. ONU Mujeres afirma que el 64,1% de las bolivianas se encuentran en un trabajo precario. En consecuencia, esta mayoría no goza de derechos laborales, ni seguro de salud, ni sistema de pensiones, ni privilegios como el doble aguinaldo, situación que las expone a desprotección social, acoso, maltrato laboral y vulneración de derechos.
La brecha salarial del 30%, es otro aspecto perjudicial para el desarrollo de las mujeres bolivianas. Por cada Bs 100 que gana un hombre, una mujer recibe 70 por el mismo trabajo. La situación empeora cuando a esto añadimos la etnia o mujeres que no alcanzaron un nivel superior de estudios. Esto evidencia un retraso en relación a la justicia social y muestra que hay políticas sociales pendientes para poder llegar a una equidad de género. Evidentemente son cambios que aportarían al empoderamiento de las mujeres y con ello la dinámica económica del país sería beneficiosa para nuestro desarrollo.
El trabajo reproductivo y de cuidados es otra arista para poner en cuestión, pues directamente la mujer es responsabilizada en la crianza, educación de los hijos y de las tareas domésticas. Un rol que ha sido impuesto tradicionalmente por la sociedad ocasionando trabas y tensiones para su desarrollo laboral y crecimiento económico pleno. Resultado de ello, los empleadores tienen prejuicios con relación al trabajo de mujeres, fundamentando con que las trabajadoras tienen menor rendimiento que los varones. Es así que los empresarios o instituciones se perjudican contratando mujeres ya que implica costos derivados de la maternidad por el seguro de salud, subsidio u horarios. Por lo que prefieren contratar varones porque se considera que tienen menos responsabilidades en actividades domésticas, teniendo más tiempo para desenvolverse en el trabajo. Estos prejuicios son una limitación para que las mujeres puedan encontrar espacios dignos de empleo o ascender a cargos jerárquicos. Según la Coordinadora de la Mujer, las mujeres dedican cuatro veces más tiempo que los hombres en labores domésticas y de cuidado, lo que ocasiona una limitación para el empoderamiento femenino principalmente económico.
Ahora bien, si añadimos a estos tres aspectos la situación de muchas madres solteras que se responsabilizan a cabalidad de toda su familia, la situación empeora. Teniendo en cuenta que no comparten los gastos, y la responsabilidad paternal en muchísimos casos lamentablemente es eximida. El empleo informal se refleja en la precariedad laboral del grueso de la población femenina, es importante sociabilizar e implementar políticas públicas efectivas para poder combatir estas situaciones que limita la independencia económica del sector femenino. Es un gran reto para la población desnaturalizar esta situación que afecta al progreso de las mujeres, pues estamos acostumbrados a estas injusticias. Tenemos leyes que muestran un cierto grado de avance. Sin embargo, cuando se la efectúa en la realidad el impacto es mínimo, porque mujeres comerciantes vendiendo en las calles, palliris, guardas mineras, mujeres de la zafra, entre otras, continúan trabajando en condiciones lamentables.
Evelyn Callapino Guarachi es politóloga, docente universitaria y coordinadora de Mujer de Plata