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Opinión

María Lourdes y la violencia de género en la Villa Imperial

1 de Julio, 2021
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EVELYN CALLAPINO GUARACHI

El 17 de junio, la Villa Imperial de Potosí se pintó de luto ante un cruel feminicidio. Ommar  Orozco Urquizu asesinó a golpes a María Lourdes Ortega, su esposa y madre de su hija de nueve años. María Lourdes era una joven de 31 años, trabajadora, madre muy cariñosa, buena hermana e hija, una amiga muy solidaria. Este hecho atroz muestra una parte obscura que la sociedad potosina se niega a ver y que el sistema judicial procesa con mucha lentitud y frialdad. Hasta este mes de junio ocurrieron cinco feminicidios en el departamento de Potosí, todos con mucha crueldad. Es por ello que urge cuestionarnos: ¿qué nos dice este feminicidio de la sociedad potosina? La muerte de María Lourdes no se puede comprender fuera del contexto local. Nuestros cimientos se encuentran sostenidos en un sistema patriarcal. Este orden tradicional somete y subordina a las mujeres y legitima la violencia física y verbal que nos arrastran de forma inconsciente a relaciones de pareja violentas. 

Hoy sabemos que Ommar tenía un largo historial de violencia. María Lourdes sufría violencia física y verbal desde hace varios años. Según el testimonio de su hermana, Gissele, María Lourdes fue psicológicamente muy afectada. En tal magnitud que se sentía muy disminuida frente a Ommar,  quien tenía todo poder. También sabemos que Ommar tenía relaciones extramatrimoniales. A pesar de todo ello, María Lourdes creyó que era posible formar una familia feliz, por eso le perdonaba todo. 

Ommar ilustra la misoginia de los machistas violentos que agreden constantemente a las mujeres y que se creen dueños de su libertad y sus vidas. Argumentar que Ommar mató a María Lourdes porque estaba ebrio y “se le fue la mano” es ignorar todo el historial de violencia en esta relación. 

El feminicidio es el último eslabón de la violencia machista y patriarcal. Existen patrones culturalmente aceptados por la sociedad. Éstos se expresan en mandatos a las mujeres para que sean buenas esposas, abnegadas madres, pilares del hogar y subordinadas a la autoridad del marido. Estos mandatos privilegian a los hombres. Así, si ellos fueran infieles deberían ser fácilmente perdonados por el simple hecho de ser varones y proveedores. Estos mandatos son aceptados y fomentados por la sociedad conservadora que reproduce los prejuicios sobre el comportamiento de las mujeres y, por ende, de sus victimarios.

En estos días, muchos potosinos y potosinas mostraron extrañamente una empatía con el agresor. En un momento afirmaron por ejemplo: “¿por qué (María Lourdes) no lo dejó antes?”, “ella lo provocó y le reclamó (por su infidelidad)”, “¿por qué discutió con un borracho?”, “es un asunto privado”, “las mujeres sacan de quicio”. Estas afirmaciones hechas por hombres y mujeres muestran que el orden patriarcal está muy arraigado en la Villa Imperial. 

En vez de existir un compromiso sincero con el cese de la violencia, existe una doble moralidad, mostrando una complicidad que ocultan estas agresiones. Estas afirmaciones continúan reproduciendo conductas machistas, cuestionando a las mujeres y justificando a los agresores. Mientras como sociedad no rompamos con estos patrones que sustentan las relaciones desiguales entre hombres y mujeres, seguiremos llorando a más muertas en la Villa Imperial. 

Desde las calles las mujeres activistas seguiremos exigiendo justicia para María Lourdes. Aunque los 30 años de pena para Ommar Orozco no nos devolverán su vida, es lo mínimo que debe garantizar el Poder Judicial. Las mujeres no nos merecemos una sociedad permisiva y cómplice con la violencia de género, merecemos vivir en libertad sin ser juzgadas y vulneradas. Todos y todas necesitamos construir una sociedad más igualitaria.
 
Evelyn Callapino Guarachi es politóloga, docente universitaria y fundadora de Mujer de Plata.

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