Ir al contenido principal
 

Opinión

Los "debiluchos" desaparecen cuando falta democracia

27 de Diciembre, 2018
Compartir en:
CARLOS GUARDIA FLORES
La política nos deja muchas frases por analizar, algunas con un profundo contenido y otras que simplemente es mejor dejarlas de lado. Y en medio de ambas, se encuentran aquellas que llaman la atención, no por su mérito intelectual, sino por que parecen esconder peligrosas intenciones políticas que distan de la realidad que se vive en el mundo, pero principalmente en nuestro país. Y nos referimos concretamente a la frase lanzada por el Vicepresidente del Estado Álvaro García Linera donde asegura que deben desparecer los partidos debiluchos: “Solo deben de quedar los partidos grandes y ya no los debiluchos”, fueron las palabras emitidas por el Vicepresidente del Estado, cuando éste y su familia compartieron con los periodistas del área política un desayuno por navidad el pasado viernes 21 de diciembre de 2018.

En un mundo con cada vez más \"debiluchos\" de distinta índole: cultural, sexual o de otros tipos, este “concepto” queda obsoleto para describir la realidad y solo se puede entender para definir a aquellas minorías que no ostentan el poder frente a aquellas estructuras que como sociedad debemos empezar a cambiar. Un ejemplo de dichas estructuras, son las elecciones de 2014, donde el Movimiento Sin Miedo (MSM) y el Partido Verde debieron tener a un diputado en La Paz, sin embargo, de acuerdo a la Ley del Régimen Electoral, al no lograr el 3% de votación a nivel nacional, no accedieron a la repartición plurinominal. Esos dos escaños se los llevó el MAS. El artículo 59 de dicha norma señala que “en cada departamento se asignarán escaños plurinominales, entre las organizaciones políticas que alcancen al menos el tres por ciento (3%) de los votos válidos emitidos a nivel nacional”. Contradictoriamente, la Ley de Partidos señalaba que se debía respetar la representación ganada de los partidos que pierden personería, sin embargo, la Ley 026 al ser posterior deroga las disposiciones legales contrarias a ella, “en especial las consignadas en Ley de Partidos”, según su disposición final primera.

En este contexto, muchas personas, incluidos los gobernantes actuales, tienen la errónea idea que la democracia consiste solo en el gobierno de las mayorías, olvidando que en un momento de la historia fueron minoría. Así, el papel de las elecciones democráticas sería formar una mayoría parlamentaria que permitan implementar la agenda del gobierno, sin obstáculos opositores. Dichas personas, suponen que si se dieran esas circunstancias estaríamos en un estado democrático, en contraposición a aquellos gobiernos dictatoriales que no son producto de elecciones libres y democráticas. Aunque parezca una idea provocativa, esa percepción de la democracia es errónea. El ejemplo más claro es la experiencia del Partido Nacional Socialista en la época anterior a la Segunda Guerra Mundial, que ganó las elecciones y Adolfo Hitler alcanzó el poder tras ese éxito electoral. Sin embargo, ulteriormente se dedicó a exterminar judíos, comunistas y otros grupos minoritarios con ciudadanía alemana.

Por tanto, una convicción que debe prevalecer en el pensamiento de “fuertes” y “debiluchos” es que la democracia no es simplemente el gobierno y voluntad de la mayoría, entre otras cosas porque la mayoría social siempre gobierna, haya o no elecciones libres. El ejemplo más claro son los resultados del referéndum 21F, donde el partido de gobierno mayoritario pasó a ser una minoría, producto del enfoque dado al mencionado proceso electoral. En este sentido, la democracia no es el refuerzo del gobierno de la mayoría, sino lo contrario: es la limitación de las posibilidades de actuación de la mayoría social del momento.

La democracia en un sistema basado en la limitación del poder político, en su obligada sujeción a la legalidad, en el equilibrio del Órgano Ejecutivo, con el Legislativo y fundamentalmente en el respeto y promoción de la independencia de los Órganos Judicial y Electoral. Lo anterior viene a colación considerando la polémica por la Sentencia 084/2017 del Tribunal Constitucional Plurinacional que basado en el Articulo 23 del Pacto de San José de Costa Rica, considera la reelección como un “derecho humano” y sienta una base “obligatoria” para la reciente habilitación de la candidatura de Evo Morales y Álvaro Gracia en las elecciones primarias, y así luego participar de un nuevo proceso electoral en las Elecciones Generales de 2019.

En democracia, todos los órganos de gobierno, están sujetos a las limitaciones que previamente se han establecido por la voluntad popular para regular ese marco democrático a partir de la Constitución Política del Estado como norma fundamental. Ningún Parlamento, Gobierno o Tribunal, por legítimos que sean, pueden violar, en democracia, los derechos de las minorías. El Artículo 32 del propio Pacto de San José de Costa Rica, señala los límites entre los derechos y las obligaciones cuando establece que “Los derechos de cada persona están limitados por los derechos de los demás, por la seguridad de todos y por las justas exigencias del bien común, en una sociedad democrática”.

En resumen, un sistema es democrático si permite la formación de gobiernos emanados de la voluntad popular mientras establece límites a la acción de dicho gobierno; y en particular si protege los derechos reconocidos de las minorías “debiluchas” frente a la voluntad mayoritaria del momento. Por tanto, como sociedad debemos entender que la democracia no es simplemente el gobierno de la mayoría, entre otras cosas porque la mayoría social siempre gobierna, haya o no elecciones, como es el caso del 21F. Igualmente debe entenderse que un régimen basado en la lógica de desaparecer partidos “debiluchos” que en su esencia también representan minorías, sin un apoyo social más o menos amplio, es básicamente inestable, a falta de democracia.

Carlos Guardia es politólogo

Etiquetas