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Opinión

Lo salvaje

12 de Enero, 2020
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AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ

La palabra “salvaje” ha causado una cierta conmoción la semana pasada, en parte porque como toda acción, ésta es juzgada ante todo a partir de quien la ejercita, y no de la acción en sí; por el otro lado, la palabra misma como toda expresión tiene diferentes acepciones, y ha sufrido en los últimos tiempos los embates de la (falsa) corrección política.

Mi abuela, que había nacido en uno de los núcleos de la “civilización” a fines del siglo antepasado, terminó viviendo un dramático episodio en tierras salvajes, naufragó en el rio Beni, y vio cómo su bebé de seis meses, que ante la violencia de las aguas se le escapó de las manos, era recogida por un hombre de la selva, completamente desnudo, la niña desapareció en brazos de este hombre al otro lado del terrible rio, la lluvia y el turbión, convirtieron la tarde en una tragedia, (que resultó siendo momentánea).  En la noche cuando la naturaleza se tranquilizó, el hombre volvió a cruzar el rio y entregó a la niña, sana y salva a su desesperada madre.

Esta anécdota, consolida el bagaje del mito europeo del “salvaje noble”, algo que empieza aún antes que Las Casas, que lo podemos ver en la Tempestad de Shakespeare y su Calibán, y en Defoe, y del que se benefician aún hoy políticos locales que son vistos allende los mares como “salvajes nobles”, sin ser ni lo uno ni lo otro.

La acepción más prístina de salvaje en contraposición a civilizado, es precisamente la del hombre de la selva que tiene que vivir de acuerdo a las necesidades de su medio ambiente, y el hombre que vive en la ciudad, que requiere otro tipo de capacidades, y a veces de trucos ridículos.

Salvaje puede ser sinónimo de libre, y civilizado puede ser sinónimo de maniatado, de anquilosado, de hecho, salvaje puede ser algo deseado por el civilizado, salvaje puede ser una noche desenfrenada, o un perfume de marca.

Salvaje no es una persona sin valores, sino con otros valores, y ahí está el detalle que puede llevar a la peyorización, salvaje puede ser el ser humano que aunque tiene conceptos de justicia, los tiene menos complejos que quien viene de un mundo que ha desarrollado un sistema de justicia que cree en la inocencia del individuo antes que se compruebe su culpabilidad, y que cree en que los castigos no deben ser excesivos.

Lejos de la selva, se utiliza el término salvaje para denominar actos brutales, actos irracionales, o actos violentos, no se quiere decir con eso que quienes los cometen sean gente “originaria” de la selva, y nadie que conoce el lenguaje podría llegar a malinterpretar estos significados. No debemos olvidar que la palabra “vandalismo”,  hace referencia también a un pueblo de la antigüedad, pero obviamente cuando se utiliza esa palabra a nadie se le ocurre pensar que se está uno refiriendo a esos germanos.

Existen actitudes que puede ser llamadas salvajes, y que tienen que ver con nuestra última realidad, salvaje es por ejemplo quemar una alcaldía con personas dentro del edificio, salvaje es quemar una flota de 60 buses que pertenecen a la colectividad, salvajes es proponer un cerco a una ciudad para ver si la gente aguanta el hambre y la falta de combustible, salvaje es meterse con dinamita en un depósito de gasolina, salvaje es matar a unos inocentes perritos y colgarlos de un arco de futbol, y salvaje es quemar vivos a unos, supuestos o reales, ladrones.

En los casos anteriores, salvaje es casi sinónimo de criminal, pero aclaremos no implica otra cosa, y no tiene nada que ver con ese maravilloso hombre de la selva, salvaje en el buen sentido de la palabra, héroe anónimo que hace 107 años salvó a una bebé en un naufragio, la cuidó durante todo un día y luego al devolvió a su madre, sana y salva. 

Agustín Echalar es operador de turismo

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