ROLANDO TELLERIA A.
Ante la incapacidad e infinita estupidez de los políticos tradicionales de sepultar al Movimiento al Socialismo en las urnas, no obstante el actual e histórico “voto duro antimasista”, que alcanza a los dos tercios del electorado; corresponderá al ciudadano, la obligación patriótica de defender en las urnas lo que se ganó en las calles, luego de 21 días de intensa resistencia y lucha, que arrinconó al caudillo a un callejón sin salida, quien no tuvo otro camino que renunciar a sus pretensiones de “poder eterno” y escapar del país.
Ese desenlace, dio lugar a la apertura de un nuevo proceso electoral, modificando sustancialmente el contexto político-electoral. El escenario es propicio, como nunca antes, para sepultar al MAS en las urnas, después de una perniciosa hegemonía, luego tres elecciones ganadas, con más del 50%. Las dos últimas, del 2009 y el 2014, la votación obtenida, les posibilito el control del poder legislativo con más de dos tercios, concentrando así un inédito poder, que a la postre se constituiría en la principal fuente de su perdición; inexorablemente el poder acabo pervirtiéndolos en extremo.
El escenario, luego de 14 años de supremacía, es históricamente propicio para derrotar con amplia mayoría al masismo, dando lugar a la conformación de un gobierno fuerte. Empero, esta inusual posibilidad, en manos de los políticos tradicionales opositores al MAS, está en inminente riesgo. Divididos en siete fuerzas políticas, aunque, según los últimos sondeos de preferencia electoral, cinco sin ninguna capacidad competitiva, pueden fragmentar el voto, al punto tal de propiciar la mayoría absoluta del MAS en la Asamblea Legislativa Plurinacional, cuando no un triunfo en primera vuelta.
De esas siete fuerzas opositoras al MAS, dos tienen capacidades competitivas de llegar a la segunda vuelta, para competir la presidencia y el poder ejecutivo, con Luis Arce Catacora, candidato del MAS; mas no así el poder legislativo, que quedaría bajo el control de ese partido.
Tal es la miopía en sus aspiraciones que, entre ellos, hay una encarnizada lucha por llegar a la segunda vuelta, pues consideran que, en esa instancia, podrían tomar el poder, ignorando olímpicamente lo que se requiere para un buen gobierno: grados mínimos de gobernabilidad. Esto jamás sería posible con un parlamento en contra. En ese escenario, la inestabilidad política, la anarquía y el caos, serán una constante.
La estrategia masista es precisamente generar esas condiciones, para un rápido retorno de su sempiterno líder, hoy conspirando cotidiana e impunemente desde Argentina. Con sus miserias y mezquindades, esta oposición tradicional se estaría alineando a esa estrategia, colocando en serió peligro lo que la ciudadanía, con su tenaz lucha y resistencia, obtuvo en las calles.
Que hacer, entonces, frente a ese espantoso escenario? Obviamente, como la salvación no está en manos de estos mediocres e incapaces políticos opositores, debemos apostar por el ciudadano. Ahora, en las urnas, nuevamente, como en las calles, la participación ciudadana es de primer orden. Para no traicionar al resultado que se ganó con tanto sacrificio en las calles, corresponde a todos actuar con suma inteligencia y responsabilidad.
No hay otro camino, para evitar ese espeluznante retorno al pasado. La democracia en Bolivia, ahora, la salvaremos nosotros: los ciudadanos. Ese poder ciudadano que se ha manifestado en el último tiempo de manera recurrente. Desde los referendos aprobatorios de los estatutos autonómicos de los departamentos de La Paz, Chuquisaca, Potosí, Oruro y Cochabamba (octubre, 2015), la consulta popular para modificar el artículo 168 de la constitución política del Estado y posibilitar la reelección (febrero, 2016), la elección de magistrados al poder judicial (diciembre, 2017), hasta las últimas elecciones generales (octubre, 2019); el ciudadano ha demostrado un alto nivel de consciencia y patriotismo.
En todas esas “querellas”, que se dirimieron en las urnas, en una lucha desigual, como entre David y Goliat; la consciencia ciudadana, derroto a las ambiciones oficialistas de “perpetuarse” en el poder. Sin los recursos y armas, que contaba el masismo con el uso del aparato estatal; la ciudadanía, munida solo con un bolígrafo, expreso claramente su consciencia.
Corresponde ahora, el próximo tres de mayo, o en próxima fecha si es que se suspende, actuar con la misma consciencia, para defender en las urnas lo que se consiguió en las calles.
Rolando Tellería A. es profesor de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Mayor de San Simón