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Opinión

La ruleta boliviana

23 de Septiembre, 2017
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FRANCESCO ZARATTI
Como hasta los niños saben, el Gobierno de Evo Morales ha tenido una suerte económica sin precedentes desde el año 2006 gracias a los precios internacionales de las materias primas, a los buenos contratos de exportación y a las reservas de gas y minerales que heredó. Esos ingresos inéditos le permitieron gastar a mansalva, a veces con cordura otras con locura, en medio de varios episodios de corrupción que brillaron menos que velas ante el sol de la “nacionalización”. Asimismo, la mitología estatista engendró un sinnúmero de empresas públicas con el consiguiente engorde de las planillas de personal, cuando no de los déficits.

Ese ciclo acabó el año 2015, principalmente debido a la caída del precio del petróleo, y afectó no solo a nuestro país,  sino a toda la región. La mayoría de los países reaccionaron con programas de ajuste y austeridad, pero no así Bolivia que siguió con el mismo modelo económico, ingresando al peligroso juego que, después de conocer el Informe de Milenio sobre la Economía de Bolivia, me atrevo a llamar “la ruleta boliviana”, una variante de sus célebres homólogas: la demencial “rusa” y la picara “africana”.

Me explico con un ejemplo. Imagínense una familia que vive de altos ingresos y lleva durante varios años un elevado nivel de vida, incluso con capacidad de ahorrar dinero. Un día, a causa de una crisis general, esos ingresos decaen pero esa familia, en lugar de reducir sus gastos, decide mantener el mismo tenor de vida gastando más de lo que le ingresa. Ante la insostenibilidad de esa situación, el papá decide jugarse sus ahorros al Casino con la esperanza de ganar y recuperar sus ingresos. ¿Tendrá éxito? Depende de lo que llega antes: la suerte o el agotamiento de los ahorros.

Bolivia, después de un intento frustrado de mantener los ingresos compensando la caída de precios con el incremento de la producción, ha escogido el mismo camino de esa familia: la apuesta a una nueva subida de los precios del petróleo en corto tiempo, además sin tener las reservas de gas de antaño.

La ruleta boliviana es un juego de azar letal, si los ahorros se agotan antes que los ingresos vuelvan a subir sustancialmente. Desafortunadamente, todo indica que el precio internacional del petróleo no volverá a los niveles anteriores durante un tiempo largo.

Ahora bien, los ahorros son las Reservas Internacionales Netas (RIN) que en 2014 superaron 15,000 M$, pero que en dos años, entre  enero de 2015 y diciembre de 2016, cayeron 5,000 M$ (-33%), como resultado de ese juego insano. No obstante, nos enteramos que al primer semestre de 2017 las RIN suman 225 M$ más. ¿Milagro? ¿Arte de magia? ¡No! se trata de un ardid, que me recuerda el cuento del soldado que cada día volvía altivo de la batalla trayendo un tanque enemigo. La explicación era simple: el “héroe” intercambiaba dos tanques propios por uno del enemigo.

La columna del economista Armando Alvarez en Página Siete (12/09/17), revela dos trucos del Banco Central de Bolivia (BCB) para maquillar la ulterior caída: el endeudamiento “interno” (1,000 M$ de los bonos soberanos) y el incremento cambiario (278.5 M$ incluyendo el valor del oro, parte intangible de las reservas, que a veces sube, otras baja).  A esos hay que añadir 350 M$ de la reducción del encaje legal (Res. 069 del BCB) y 51 M$ de una cuota del préstamo e interés de El Salvador.

Sacando sumas, ingresaron 1,680 M$, pero nos quedamos con 225. El saldo (1,455 M$) “se ha estido” en la ruleta boliviana en solo seis meses.

Lo cierto es que los números de magia económica se acaban, al igual que el tiempo para dejar el vicio del juego extractivista y empezar a actuar sabiamente ante una crisis que se anuncia larga y dura.

Por Francesco Zaratti

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