AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ
Estos últimos dos meses los acontecimientos han superado las expectativas, los cálculos, los sueños y las pesadillas de la mayoría de los bolivianos. La renuncia no anunciada de Evo y su Vicepresidente, la renuncia pactada y aclarada de la Salvatierra, y del presidente de diputados cuyo nombre ya ha caído en el olvido, nos llevaron a una situación inimaginable solo un par de días, o unas cuantas horas antes de que sucediesen.
Estoy seguro que la más sorprendida respecto a los acontecimientos ha sido nuestra actual Presidente, y más allá de lo halagador que pueda ser llegar a ser la primera mandataria de un país, estoy seguro que ella aceptó el reto con una enorme cantidad de resquemores, la situación estaba que ardía literalmente. El sentido de responsabilidad que demostró solo merece el agradecimiento y el aplauso de quienes creen en la democracia y rechazan cualquier tipo de fraude.
La sorpresa fue que las cosas, pese a las intentonas desestabilizadoras de Senkata y de Sacaba, y las dolorosas muertes de ciudadanos que salieron a las calles a pelear a favor del fraude, resultaron menos onerosas de lo que nos hubiéramos podido imaginar. El país demostró interesantes niveles de madures, y de apego a la paz, y el gobernante caído en la ignominia resultó ser más escurridizo de lo que uno se hubiera imaginado.
El momento que estamos viviendo, lo sabemos todos, es extremadamente delicado, lo es porque librarse de todas las mañas del régimen recientemente depuesto es tan complejo, que en el camino puede estarse arrasando también no solo con las pocas cosas positivas que este dejó, sino con normas democráticas y de justicia elementales.
Estoy seguro que lograr un justo equilibrio, desarmar la maraña de relaciones espurias dentro del poder, que llevó a increíbles malversaciones, no es fácil. Y más difícil es hacerlo sin perseguir ilegalmente, pero también sin proteger, a los responsables.
La señora Presidente ha recibido una masiva aprobación de la mayoría de los bolivianos, esa mayoría que por razones muy válidas en la mayoría de los casos, y por razones nada válidas en otros, está en contra del MAS, y parece ser que esto la está llevando a considerar presentarse en las elecciones de mayo. La gente de su partido seguro que se ha entusiasmado ante la posibilidad de revertir su triste situación tras las elecciones de octubre, y algunos de quienes la acompañan en el gobierno, tal vez estén gustando demasiado de su actual situación.
En el estricto sentido de la ley, nada impide a la señora Añez a presentarse como candidata, pero hay varias reflexiones que ella debería hacer antes de tomar una decisión. Es una apuesta muy arriesgada, si gana las elecciones y se consolida como Presidente electa, entonces habrá ganado, ojo, solo las elecciones, y no se sabe que le puede deparar el futuro iinmediato, si no lo logra, habrá perdido todo políticamente, y habrá tenido un paso efímero e intrascendente por la Plaza Murillo.
Si no se presenta a las elecciones podrá capitalizar su popularidad tanto para candidatear dentro de 5 años, como para otras opciones, sin arriesgar en nada su actual capital político, es más, incrementándolo.
La gran popularidad actual de la señora Añez podrá desmoronarse al momento de convertirse en una más de las personas en campaña, su abandono del gobierno, o peor aún su permanencia en este durante la campaña, de seguro que le sumarán críticas, y le restarán simpatías y votos.
El boliviano sensato, no puede ver con buenos ojos un nuevo cambio de gobierno, o que una presidente encargada de que se lleven a cabo las elecciones candidatee al mismo tiempo, precisamente por la espantosa mala experiencia de las elecciones bajo el gobierno masista y el uso y abuso del aparto del estado para beneficio del candidato gobernante.
Es de esperar que nuestra Presidente esté entre los sensatos, que no escuche los cantos de la sirena. Personalmente referiría recordarla como la importante mujer que logró la transición a un sistema más democrático, que un personaje más de nuestra pintoresca historia política. Tal vez esté ahora en la disyuntiva de elegir entre el poder (efímero) y la gloria (un tanto más duradera).
Agustín Echalar es operador de turismo