
Bolivia se encuentra actualmente en alerta hídrica puesto que autoridades avizoran una nueva sequía en este año, con posibilidades de extenderse al 2024. Actualmente cinco (La Paz, Cochabamba, Oruro, Chuquisaca y Potosí) de los nueve departamentos sufren la escasez del agua; Cochabamba se ha declarado en emergencia recientemente (21/09/23). Tanto expertos como ciudadanos y políticos coinciden en señalar como causa de esta problemática al fenómeno del Niño (se habla incluso del “Super Niño”) y al cambio climático, donde una de las manifestaciones es precisamente la sequía recurrente. Si bien esa situación es evidente, la problemática es en realidad más compleja, que trastoca aspectos políticos y sociales. En ese sentido para poder plantear posibles soluciones a lo que podemos llamar la “crisis hídrica” (sequía recurrente, escasez de agua), es importante mirar la problemática y sus causas en su amplitud y complejidad.
Esa complejidad tiene que ver con políticas y modelos de desarrollo que están detrás de la crisis hídrica, o bien detrás del calentamiento global, los gases de efecto invernadero que ocasionan el cambio climático. En el caso de Bolivia, es el modelo agro-extractivista que amplía la frontera agrícola, deforesta y con ello destruye nuestra Amazonía y des-territorializa pueblos indígenas. Muchas políticas favorecen ese modelo, como las políticas de libre importación de agroquímicos, la producción de biodiesel, negligencia frente a la producción de maíz transgénico ilegal (silencio cómplice) y en su momento los decretos incendiarios, por mencionar algunos.
Los ambientalistas y biólogos/ecólogos señalan que, ante la degradación de ecosistemas, hay que analizar las fuerzas impulsoras (drivers) y presiones antrópicas (humanas), y generar cambios a ese nivel si se quiere tener efectos en la mejora de esos ecosistemas. El agua es parte de los ecosistemas naturales degradados, por tanto, la mirada debería estar en esos drivers, que en este caso señalamos a las políticas y modelos que desarrollo que conducen a esa degradación.
Considerando lo anterior, es posible ver que la crisis hídrica es en realidad crisis política por cuanto son las políticas que favorecen modelos de desarrollo destructores de la naturaleza las que nos están conduciendo a esos cambios en el clima, y con ello a situaciones de sequía. Por tanto, la situación actual nos muestra que, a la par de acciones que atiendan la emergencia por la escasez de agua, se requieren soluciones estructurales si lo que buscamos es un presente y un futuro distinto, con agua suficiente para todos, para el consumo humano, la producción de alimentos, los animales y los propios ecosistemas.
Esa solución estructural implica un quiebre de tendencia, un cambio y viraje hacia políticas y modelos de desarrollo que protejan los ecosistemas naturales, que son en definitiva los que nos proveen el agua. Con ello, podremos construir también una cultura distinta, que proteja el ciclo natural del agua, puesto que como indica Vandana Shiva, “la cultura es la genera escasez o abundancia de agua, la naturaleza no”.
La autora es Doctorante en Ciencias del Desarrollo Rural