FRANCESCO ZARATTI
La Universidad Católica Boliviana (UCB) acaba de celebrar los primeros 50 años de vida académica, a sabiendas que la madurez y solidez actuales son el resultado de la fragilidad de sus comienzos. Precisamente en esos primeros tiempos resalta la figura de un obispo salesiano, Gennaro Prata Vuolo, quien desde los años ’60 dedicó su vida a dos grandes emprendimientos de la Iglesia en Bolivia: la consolidación del periódico Presencia y la creación de la UCB, a tal punto que todo lo que hizo, lo bueno y lo malo, estuvo en función de esos sus sueños.
Conocí al entonces obispo auxiliar de La Paz el año ’76, cuando visitó a los voluntarios de El Alto, en el Centro don Bosco, para compartir un frugal almuerzo que le conmovió tanto que al día siguiente regresó trayendo vasos de vidrio, en reemplazo de los jarros que usamos adrede en esa ocasión, y una cocina a gas nueva, para relevar la que había tardado horas en cocinar los alimentos. Cuento este episodio para resaltar una de las virtudes de Mons. Prata: su gran corazón, típico de los pobladores de Nápoles, de donde era originario.
Su sensibilidad humana sin barreras queda registrada en otros episodios. En un almuerzo a solas, me confió que, durante los primeros años de la dictadura de Hugo Banzer, solía cocinar sus deliciosas pastas para el entonces ministro del interior con el único fin de interceder, en el momento de la despedida, por la liberación de varios presos políticos. Asimismo, queda vigente la labor pastoral desplegada en favor de los sacerdotes del altiplano paceño, cuyas viviendas las restauró incluso con preferencia a las capillas. Finalmente, pocos conocen que fue Prata quien trajo a Bolivia, para la UCB, al joven jesuita Luis Espinal, seguramente sin imaginar las consecuencias de esa decisión.
Cuando revisamos su actividad empresarial aparecen luces y sombras. Su capacidad de soñar y de salir al paso de las adversidades como fuera, lo llevaron a cargar todo el peso de llevar adelante con pasión los dos emprendimientos mencionados. Tengo la impresión que nunca pudo conciliar el impulso empresarial, guiado por una inteligencia superior, con su alma de pastor, dominada por un corazón generoso y demasiado confiado en la bondad de los demás, hasta quedar enredado en las tramas urdidas para llevar a buen fin los negocios.
Muchos de los emprendimientos más polémicos, como la granja “San Genaro” o la pionera empresa “Hormitabol”, nacieron con el fin de sostener las deficitarias finanzas de las dos “joyas de la corona”. Más tarde, la desesperación por el fracaso de esos negocios, lo llevaron a asumir un ambiguo rol de intermediario de grandes obras públicas en Cochabamba financiadas por el gobierno italiano, gracias a los numerosos e influyentes contactos que tenía con políticos de dudosa reputación de ese país. La sucesiva catástrofe financiera, exagerada por sus detractores, la salida forzosa del país y el obligado retiro pastoral en una parroquia de Roma, marcaron la última fase de su vida.
Es difícil comprender cómo el periódico Presencia pudo crear una excelente escuela de valientes periodistas bolivianos sin los insomnios de Prata por cuidar sus finanzas, pero más difícil aún es imaginar a la actual Universidad Católica sin los desvelos de su primer Rector y sin los frecuentes sobregiros obtenidos, con la “complicidad” del gerente del banco, don Miguel Fabbri, para cancelar los sueldos de docentes y administrativos.
Como sucede en todos los campos del quehacer humano, somos propensos a aplaudir y felicitar a los artífices de la cosecha, pero nos resistimos a reconocer y agradecer a los que sembraron con esfuerzo, sacrificando, como hizo Gennaro Prata, hasta su propia reputación.