
Quienes siguen mi columna, y quienes me conocen, saben que no sé nada de futbol, yo mismo he declarado en este espacio, que una vez cada cuatro años, me siento un extraterrestre en mi propio planeta, cuando todos no hacen otra cosa que asistir a ese torneo, y hablar de él.
No, no puedo hablar de futbol, aunque por cultura general, y porque fui torturado en la escuela, sé que en ese juego está prohibido tocar la pelota con la mano, que eso es un faul, y tiene castigo, y siempre me he preguntado cómo es posible que un gol que fue determinante en un campeonato, que fue hecho con la mano, no hubiera tenido sanción, aunque confieso, que nunca vi la secuencia, ni las imágenes de ese momento tan importante en la vida del astro futbolero que nos acaba de dejar.
Lo interesante, es que lo que pasó en ese momento no tenía nada que ver con futbol, sino con nacionalismos y asuntos no resueltos entre Inglaterra y Argentina, o si se quiere entre el primer mundo y el tercero, y en realidad se trató del menos deportivo de todos los momentos del futbol.
Los ingleses no estuvieron en condiciones de denunciar un acto grosero porque quien(es) lo cometi(ó) eron acababan de perder una guerra, que además tenía un retrogusto colonial. Y los argentinos, y los cumpas latinoamericanos, se sintieron reivindicados, no con una jugada brillante, sino con un faul, así de tristes somos.
El futbol no me atrae principal mente porque tengo dos pies izquierdos, pero no le resto su valor y gracia, y hasta creo que es mejor que las rivalidades nacionales se den en un partido antes que en un campo de batalla. Eso si, el inmenso negocio que ese espectáculo es, y la manera como es manejado, me indispone. Maradona es un producto de lo aberrante que es ese mundo, del trastoque de valores que eso significa, de lo poco deportivo que es en realidad todo ese andamiaje, aunque aclaremos, eso no se debe a la FIFA, sino a los cientos de millones de seguidores que se emocionan, a nivel éxtasis, con una patada bien dada.
En primera instancia, los bolivianos deberíamos estar felices de no ser parte de ese mundo, o de no ser por lo menos parte de lo más exagerado de ese mundo, pero claro, tenemos nuestra variante que ay, ya fue peor.
Aquí no podemos hablar de la “Mano” de Dios, sino de la “Rodilla” del que se creía dios. Aquí hemos desarrollado, durante la larga fiesta de Evo, un ritual de corte en relación al futbol. El Presidente se dedicaba a hacer una parodia de futbol. Hacía que jugar, siempre ganaba, porque nadie se atrevía a hacerle perder, y él recorría el país, con un equipo conformado por amateurs bien entrenados, para jugar a que jugaban al futbol en casi cada lugar que visitaba. Más que un partido, era un ballet, y todos se tragaron eso, y es posible que la estrella de los partidos, hasta se lo creía de verdad.
Maradona hizo ganar muchísimo dinero a mucha gente gracias a su habilidad con la pelota, y ganó él también una fortuna,que dicho sea de paso, además conservo hasta su muerte. Morales y su afición al futbol le costó a este pobre país una pequeña gran fortuna, no se han hecho los cálculos todavía.
Podemos alegrarnos que el nuevo Presidente no esté siguiendo los pasos y las gambetas del anterior, de hecho, solo se puede aplaudir el gesto de este viernes, de su Excelencia, de usar los servicios de la línea aérea regular, para trasladarse a Cochabamba. Obviamente de paso pone en evidencia la vida extravagante, poco racional, y onerosa de su antecesor. A quienes creemos en la mesura, y en el cuidado del dinero de todos, ese tipo de actitudes, usar un vuelo regular cuando se puede, solo nos puede crear simpatías.
Agustín Echalar es operador de turismo