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Opinión

Eva Copa muy maja en Nueva York

31 de Octubre, 2022
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AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ

La semana pasada la alcaldesa de El Alto ha tenido un paso rutilante por una respetable alfombra roja, extendida nada menos que en un importante lugar de la Gran Manzana.  Y lo ha hecho con un donaire, una gracia y una elegancia que realmente puede enorgullecernos a todos los bolivianos.

Si señores, la alcaldesa ha escogido una vestimenta muy bella, muy bien confeccionada, y muy representativa de la ciudad que ella gobierna, y también de La Paz, la hermana siamesa de El Alto.

Las fotos que nos han llegado son muy buenas, y la muestran a ella muy feliz, muy dueña de si misma, muy en su piel, como se suele decir.

La pollera y sus demás aditamentos, mantilla, sombrero, trenzas y zapatillas, han tenido un periplo bastante interesante desde que empezaron a utilizarse en el siglo XVIII, como una imposición a las mujeres indígenas, para adoptar la usanza española, y han desarrollado una  una simbología propia.  No es nada nuevo ver a una mujer muy elegante vistiendo ese traje, basta repasar las fotografías centenarias, de las “cholas” de fuste de principios del siglo XX.

Sin embargo, y paralela a ese mundo, todos sabemos de la discriminación que históricamente han sufrido las mujeres de pollera en nuestra sociedad hasta hace muy poco tiempo, ( ojo no se crea que gracias a Evo, estas discriminaciones fueron amainando), ya antes mucho había sucedido, empezando por los protagonismos institucionales de Remedios Loza, como senadora, o de Lidia Catari, esposa del entonces Vicepresidente Cárdenas, rol no protagónico, pero de peso protocolar.

Pero hace 50 años, era usual que, sin una norma escrita, se empujara a las mujeres a no usar pollera se si subían a un avión, o que no se las dejara entrar a ciertos locales. Recuerdo el valeroso escándalo que armó mi amiga Ju, a inicios de los ochenta en el Café del Club de La Paz, que aceptaba atender a un criminal de guerra, como Barby, pero no a una joven de pollera invitada por ella a comer una salteña.

La visita a Nueva York de la alcaldesa ha tenido también sus sinsabores, gente de la comunidad boliviana neoyorkina parece ser que la ha desairado, y en las redes, que no son una radiografía de una sociedad, como lo es un censo, pero si una lupa donde se pueden ver muy bien los puchichis, se proyectó un racismo realmente abyecto.

Quien opina que la pollera no tiene implicaciones discriminatorias vive en un mundo ideal y no real. Si, hay una brecha entre las familias de las mujeres que usan pollera y las que no, no es apartheid,  pero  es una brecha.  La pollera por lo demás es una vestimenta que seguro es un tanto incómoda en el uso cotidiano, y en su mantenimiento, y tiene su retrogusto a conservadurismo, pero curiosamente es también, un símbolo que genera identidad y orgullo.

La presencia de doña Eva Copa en un espacio como el de la entrega de ese reconocimiento de la revista Time, se me antoja como un gran camino a seguir de esa vestimenta, que todas sabemos es más que un traje. La pollera y sus aditamentos puede lucirse maravillosamente en los espacios más sofisticados, y en ocasiones especiales y no necesita ser usada en el ajetreado cotidiano, si la persona lo dispone de otra manera.

La alcaldesa de el Alto, marca tendencia, en ella vive una mujer práctica y moderna, pero que puede lucir fantásticamente un hermoso traje tradicional, creo que vamos por buen camino, estos son los senderos que llevan a la integración social. El racismo y el clasismo, son taras que están muy presentes en nuestra sociedad, y que deben ser combatidas, las leyes ayudan, pero a veces los gestos ayudan más, este tipo de gestos los necesitamos a gritos.

¿Hace la gala neoyorquina a Eva Copa una buena alcaldesa? Por supuesto que no, sus méritos deben ser medidos en otros espacios, pero que anotó varios puntos a favor en su imagen, nadie  que no sea un maledicente, lo puede negar. Un bravo por doña Eva y su espléndido traje.

Agustín Echalar es operador de turismo

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