Ir al contenido principal
 

Opinión

En juego, el proyecto hegemónico agotado

28 de Septiembre, 2019
Compartir en:
ROLANDO TELLERIA A.
El proyecto hegemónico del Movimiento al Socialismo (MAS) tiene inicio en el resultado de las elecciones del 2005. Si bien irrumpen, de manera inesperada, ya en las elecciones del 2002, en el inicio del fin del ciclo neoliberal y la democracia pactada; en los comicios de diciembre del 2005 registran una histórica e inédita votación, logrando la mayoría absoluta, para gobernar al margen de cualquier pacto. 

Desde el 22 de enero del 2006, toda la estructura partidaria, junto a los llamados movimientos sociales, nucleados en el “Pacto de Unidad”, esbozan un proyecto hegemónico que se cristalizara en el nuevo texto constitucional, cuyo objetivo fundamental, al margen de fundar el nuevo Estado Plurinacional, fue el establecimiento de las bases para la reproducción permanente del poder del nuevo bloque dominante.  Explícitamente, como mencionan, “no están de paso ni son inquilinos del palacio, vinieron a quedarse 500 años”. 

En el inicio, ciertamente, el proyecto hegemónico tuvo muchas dificultades. Sobre todo, en ese periodo turbulento, denominado “empate catastrófico”. Sin embargo, con extraordinaria astucia y habilidad política, logran sortear complejos obstáculos, modificando a su favor la correlación de fuerzas. 

Desde el proceso constituyente, la fuerza política del MAS, en el camino de esa construcción hegemónica, radico en tres pilares: el potente discurso étnico-nacionalista, la articulación, de características corporativas, con los llamados “movimientos sociales”, y el carisma del líder. De los tres pilares, el más importante fue el carisma. Al punto tal que los intelectuales orgánicos del nuevo bloque dominante, apostaron a la construcción del “mito Evo”, con resultados político-electorales extraordinarios. Hasta antes del referéndum del 21F, el mito fue alimentado intensamente a través de un conjunto de “relatos” para estimular e incentivar la identificación de las masas y el imaginario popular, con el “mito”. 

Esos tres factores, más la fenomenal bonanza económica, producto del súper ciclo de la economía mundial, le permitieron al MAS consolidar su hegemonía. Además con gran legitimidad en las urnas en las elecciones del 2009 y 2014, consiguiendo una inédita concentración de poder, con más de dos tercios en la asamblea legislativa.

Sin embargo, esta solida hegemonía, comienza a resquebrajarse a partir de los resultados del 21F, que se constituye en el punto de inflexión del declive hegemónico.  La derrota del 21F, tiene además un efecto devastador en el pilar más impórtate de la fuerza política del MAS: el mito, que se derrumba estrepitosamente. Se desmorona aquella imagen laboriosamente construida de un hombre superior, alejado de las pasiones humanas, incapaz de mentir y de robar. Despojado de su aura de líder indígena incorruptible, en la conciencia de dilatados segmentos de la ciudadanía, Evo Morales es, ahora, un cualquier mortal: potencialmente débil frente a los placeres de la carne, la acumulación material, el engaño y, sobre todo, la mentira. 

Paralelamente, se erosiona también el discurso, el segundo pilar de esa construcción hegemónica. En palabras de Jean Pierre Lavou, un abismo separaría hoy, el discurso y la retórica de Evo, con la verdad y los hechos. De precursor y vanguardista de los derechos de la madre tierra, por ejemplo, pasa a la historia como uno de los más conspicuos depredadores y ecocidas del planeta. El daño que su gobierno ha provocado, con el incendio de más de 4 millones de hectáreas en la Chiquitania, por los efectos devastadores en la flora y en la fauna, devela la falsedad e hipocresía de su discurso. 

En consecuencia, de esos tres factores de fuerza, solo le queda uno: los corruptos “movimientos sociales”. Obviamente, sus dirigentes, más no sus bases. La lógica corporativa, clientelar y prebendal, en el intercambio y tráfico cínico de favores, acaba prostituyendo a todos esos dirigentes, quienes, bajo la “disciplina sindical”, todavía obligan y manejan a sus bases. 

Pues bien, con el proyecto hegemónico agotado e incapaz de renovarse, encararan las urnas este 20-10. No se enfrentarán a contendores de peso. Su gran peligro es la indignación ciudadana. Para reproducirse en el poder, entones, sin hegemonía, la elite masista privilegiada, omnipotente y corrupta utilizara todo el aparato del Estado y sus cuatro órganos de poder. 

No tienen otro camino.

Rolando Tellería es profesor de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Mayor de San Simón

Etiquetas