
El “fenómeno” Trump está sacudiendo varios aspectos de la política interna e internacional de los EE.UU. y el sector de la energía, por su importancia en la economía y en la política exterior, no es una excepción. Algunas preguntas flotan en el aire: ¿qué pasará con el precio del petróleo? ¿Qué implicaciones habrá sobre la economía de la región y de Bolivia en particular?
No resulta difícil vislumbrar “grosso modo” la política energética de la administración Trump. Estimo que se regirá por dos principios básicos: seguridad y soberanía energética. Ambos principios implican una prioridad del abastecimiento interno en todas las formas y medios que otorguen autarquía y, eventualmente, excedentes exportables (LNG). Consecuentemente se eliminará trabas burocráticas, se rebajará impuestos considerados elevados, se flexibilizará la regulación ambiental tildada de excesiva y todo lo que estorbe para el logro de ese objetivo. En síntesis, Trump buscará asegurar para su país el abastecimiento de energía abundante, segura y barata, creando empleo y riqueza
Por tanto, si el plan funciona (y no hay porque dudarlo), es posible prever mayores inversiones en la industria del gas y petróleo no convencional y en la del carbón, las cuales tenían ciertas restricciones bajo la administración Obama. No obstante, parece difícil que esa política llegue a frenar los proyectos de energías alternativas y de autos eléctricos que son fenómenos globales, en los cuales los EEUU no pueden quedar en desventaja tecnológica, por lo menos mientras las energías solar y eólica sigan abaratando sus costos. Asimismo, resulta llamativo el hecho que el nuevo Presidente no haya comprometido su apoyo a la energía nuclear, la cual está en franco retroceso en todo el mundo.
En cuanto a los efectos sobre el precio del petróleo, veo dos factores contrapuestos. Por un lado la menor demanda de los EEUU en el mercado internacional (menos del 25% de sus necesidades) empujará a la baja el precio del barril, pero, por otro lado, un petróleo muy barato emporaría la competitividad de los EEUU frente a países importadores de petróleo. Tal vez, una baja moderada, junto a un dólar fortalecido, representa la situación más favorable a los intereses de Washington. Por tanto, es probable que el precio se mantenga sustancialmente constante, entre 50 y 60 $/bbl, si el dólar se refuerza ante las demás monedas.
¿Qué implicaciones tiene todo esto para nuestra región? En términos generales, preveo que América Latina jugará un rol secundario para la nueva administración, a no ser como posible destino de un intercambio comercial más equilibrado de lo que es actualmente. Se sabe que “el proteccionismo va de la mano del no-intervencionismo”. Tampoco hay que generalizar la actitud hostil hacia México con el trato, más articulado, que Trump podrá tener con los demás países que no representan una “amenaza migratoria” para los EEUU.
Pero lo más relevante sucederá en el campo económico. Debido a la flexibilización de las normas y a la seguridad de ganancias, muchas empresas del sector energético preferirán invertir en los EEUU, a no ser que A.L. adecúe legislación, impuestos y regulación a los nuevos tiempos.
Esta nueva realidad obliga a repensar el sector energético, especialmente por parte de los regímenes populistas de A.L., si no quieren seguir preguntándose por qué no llegan inversiones a sus países.
En fin, sin entrar a fondo en las repercusiones para Bolivia, es posible inferir que, ante los nuevos retos, la disyuntiva radica en adecuar el sector energético a lo que se nos viene o quedar rezagados a causa de una ideología trasnochada e ineficaz para desarrollar nuestro potencial energético.
Francesco Zaratti es físico.