
Desde el momento que la señora Añez asumió la presidencia interina de Bolivia, pensé que todo el desorden producto del abuso de poder de Evo Morales tendría un final el día que tras nuevas elecciones asumiera el poder un presidente legítimamente elegido. En una justa manejada por un tribunal electoral honorable. Hoy parece ser el día. Tengo absoluta confianza en el Tribunal Electoral, y los resultados dicen claramente que el triunfador es el señor Arce. Y sin embargo tengo un sabor tremendamente amargo en la boca.
Lo tengo porque el señor Arce fue uno de los ministros más importantes del anterior gobierno, y porque se está postulando por el partido político que causó una terrible crisis, (que además tuvo que ser vivida en medio de una pandemia), solo por la angurria de poder de su cúpula, y él era parte de esa cúpula. Lo tengo porque buena parte de los despropósitos del gobierno de 14 años tuvieron que ver con el visto bueno del nuevo presidente, la compra del avión, la construcción del museo, del palacio, de los aeropuertos inservibles, de las fábricas mal planificadas, en otras palabras, el despilfarro.
Tengo ese sabor amargo, porque no me puedo tragar que un partido que demostró claramente que está dispuesto a violar su propia constitución, con tal de quedarse en el poder, pueda volver a ese poder, en andas, y con gran vitoreo, sin sufrir la menor sanción de los ciudadanos.
Creo que un cierto castigo, un ser oposición por una temporada siquiera, le hubiera ayudado mucho al MAS precisamente para aprender de democracia.
Pero lo que más me preocupa y me angustia es que este domingo estamos viviendo un momento que de alguna manera es una derrota para el sistema democrático. La mayoría ha elegido y le ha dado legitimidad a un partido que no respeta la más elemental de las reglas democráticas.
Para el 55% de los electores bolivianos, el terrible historial del MAS le es indiferente, no le importa ni la violación a la constitución, ni el desprecio a un referendo, ni esa payasada ridícula del derecho humano a eternizarse en el poder.
Toca preguntarse lo que eso significa, y las respuestas pueden ser muy deprimentes, por un lado los otros partidos pueden hacer un mea culpa por no lograr entrar en el corazón del mundo indígena-rural de Bolivia. Pero cabe preguntarse también por qué no lo logran, si se trata tan solo de una visión cerrada, urbana y eventualmente elitista del país, o si se trata de que ese mundo rural está cooptado por el partido ganador, porque se sienten genuinamente representados por el mismo, pero porque además este ha hecho un enorme trabajo de desinformación, y de populismo.
En estas elecciones el MAS no tuvo el aparato estatal central, ni al tribunal electoral en sus manos, pero es posible que todo lo hecho en catorce años, y no de políticas sensatas, sino de populismo, clientelismo y adoctrinamiento haya tenido una enorme influencia.
Lo cierto es que a los bolivianos nos toca vivir así, sabemos que el MAS es amado por la mayoría, y si queremos una vida democrática, tenemos que aceptar que nos gobierne un partido sin credenciales ni tendencias democráticas.
Toca esperar que los nuevos gobernantes no revivan todas las taras y barbaridades de sus antecesores. Muero de curiosidad por saber si el presidente Arce iniciará sus jornadas a las 5 de la mañana, o si armará un equipo de básquet para jugar ganando en cada rincón del país. Tengo la esperanza que trabaje en horas normales, y siguiendo ritmos usuales, y que no deje que nadie le amarre los guatos.
En todo caso, para bien de todos nosotros, esperemos que el nuevo presidente haga un buen gobierno.
Agustín Echalar es operador de turismo