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Opinión

Déjà vu electoral boliviano

13 de Febrero, 2020
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EVELYN CALLAPINO GUARACHI
Hace más de dos meses entramos nuevamente en un proceso de búsqueda de estabilidad, estamos a poco tiempo de las elecciones, con una pluralidad de frentes políticos que convirtieron el escenario nacional en una pugna por el poder. Hasta el momento, pareciera que no aprendimos la lección de nuestros errores. 

Gran parte de nuestro país festeja la recuperación de la democracia, algo que no debería ser necesario en este tiempo. Vivimos reconquistando valores desde hace décadas. En 1952 sectores excluidos se convierten en actores de la construcción democrática a través del voto universal. En 1964 se lleva a cabo las elecciones, en las que una sola fuerza política compite con partidos fantasmas. Años después entramos en un periodo dictatorial (1969-1978). 

En 1978 se anulan las elecciones por fraude y después de casi cinco años de confrontación, en 1982, entramos en un proceso democrático apuntando a un sistema político conciliador.  En 2003, en una turbulencia social, Sánchez de Lozada es derrocado y en 2019 cae Evo Morales.

 Estos son algunos procesos antagónicos marcados de descontento social que facilitaron el surgimiento de caudillos que no apostaron por el rediseño y fortalecimiento de las instituciones, sumergiéndonos constantemente a periodos inestables.

Estos datos develan que Bolivia tiene un proceso histórico cíclico en el que los movimientos sociales tienen un rol preponderante. Lo que nos debe llamar la atención es que no logramos una estabilidad en la  que el Estado cumpla el rol fundamental de satisfacer las necesidades de la población.

Es posible identificar una cultura política de participación en estos procesos, entendiendo a ésta -según Almond y Verba- como orientaciones específicamente políticas, posturas relativas al sistema político, así como actitudes relacionadas con la función de uno mismo dentro de dicho sistema. Es decir, que cuando hablamos de la cultura política de una sociedad también nos referimos al sistema político que informa los conocimientos, sentimientos y valoraciones de su población.

En este sentido, evidenciamos que contamos con una alta participación que requiere en paralelo una cultura política coordinada, lo cual llega a ser una debilidad en nuestro desarrollo democrático. Nuevamente estamos en una situación en la que la clase política se disgrega y busca intereses de una clase corporativa. Otra vez, los partidos políticos toman en cuenta a los movimientos sociales, agrupaciones, plataformas, etcétera, sólo como masa electoral, sin tener un proyecto nacional contundente.

La historia nacional nos ha mostrado el cansancio del pueblo ante la falta de voluntad política, teniendo como resultado sublevaciones. Al parecer, el pueblo no tiene memoria y los patrones que adoptamos nos limitan a una consolidación del sistema político. Los electores se inclinan por candidatos que salen a la palestra y sonríen sólo en época electoral; una vez pasadas las elecciones, los que llegan a espacios de poder rompen vínculo con los ciudadanos y la participación se va debilitando. 

Esto nos demuestra que el pueblo vota por lo que quiere y no por lo que necesita, importan más las apariencias, espectáculos y discursos caudillistas que pretenden salvar al pueblo de su miseria, que propuestas enfocadas en políticas públicas. Es hora de cobrar cuentas, pues los candidatos que logren espacios de decisión deben cumplir sus funciones.

El individuo es políticamente importante y debe ser un miembro activo del sistema político, por lo que es menester potenciar la cultura política boliviana. Necesitamos un proyecto nacional inclusivo con apoyo técnico de planificación. Se tienen que evitar los proyectos que sólo beneficien a un grupo, lo que cansa a los demás sectores y termina en una convulsión social. 

Para este proyecto nacional la clase política necesita poner en agenda un rediseño de las instituciones, donde su fuerza no dependa de un partido político. Así se podrá evitar la mediocridad implantada en los gobiernos que no apuestan por la excelencia.

Evelyn Callapino es politóloga, docente universitaria y coordinadora de Mujer de Plata.

Twitter: @EvelynCallapino

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