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Opinión

Contra el poder concentrado e ilimitado

1 de Diciembre, 2023
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ROLANDO TELLERIA A.

Son siglos y siglos de lucha incesante contra el poder concentrado que deriva inexorablemente en poder ilimitado, arbitrario, cruel y brutal.

Si nos remontamos a los primeros años de la era cristiana, en el auge del Imperio Romano, ese poder concentrado e ilimitado estaba peligrosamente en las manos de una sola persona: el Emperador. Vean ustedes, con muchos ejemplos históricos, la crueldad y brutalidad, a su turno, de estos Emperadores.

Para limitar ese inmenso poder, se concibió al Senado, instancia, precisamente, con atribuciones y facultades que restringían ese gran poder del Emperador. Sin embargo, los Emperadores, cuando no controlaban sus ambiciones, proscribían al Senado. No obstante, fue durante el Imperio Romano que se concibió la idea de Republica con la figura del Senado para evitar la concentración de poder en manos de una sola persona.

Luego, con el fin del Imperio Romano e inicios de la Edad Media, hubo, más bien, un retroceso: la concentración de poder fue más nociva. Durante cerca de diez siglos, toda la Edad Media, el poder estuvo concentrado en manos del Rey y la Iglesia. Ese ejercicio del poder, guiado por la fe, fue el más cruel y brutal que conoce la historia moderna. Esa combinación implemento la “santa inquisición”, el periodo en el que la Iglesia, en el ejercicio pleno del poder político, cometió las atrocidades más inimaginables. Los clericós de la Santa Sede, en el ejercicio del poder, administraron recursos, organizaron ejércitos e impartieron “justicia”. Se corrompieron, en grado sumo, mucho más que los actuales políticos.

En el Renacimiento, entre los siglos XV y XVI, después de casi diez siglos de oscuridad, hay un reinicio de la lucha contra poder concentrado. A esas alturas, el poder concentrado en la monarquía, pues la iglesia había sido desplazada del poder. Es ese maravilloso siglo, la razón interpelará a la dominación de la fe y cuestionará el poder concentrado. Más allá del brillo en el arte y la cultura, en el Renacimiento se logrará plasmar esa aspiración y lucha de siglos: la separación Iglesia / Estado.   

Luego, en el maravilloso siglo de las luces, la razón se impondrá definitivamente a la fe. Conseguido aquello, en la Ilustración se interpelará al poder absoluto de la monarquía. Las luces del pensamiento concebirán, entonces, la idea del Estado moderno.  Ese diseño de Estado dividido en tres poderes, evitando así la perniciosa concentración de poder. Con la revolución francesa y el fin del sistema monárquico, nacerá ese Estado configurado en la idea de Republica, con poderes divididos separados e independientes. Notables pensadores como Voltaire, Locke, Montesquieu y Russo, entre otros, darán las luces constitucionales para dividir el poder. Así, en las constituciones de todas las Repúblicas del mundo, se plasmará esta nueva ingeniería de poder.  Si se observa con cuidado, fueron siglos de luchas épicas contra esa nocividad del poder concentrado. 

No obstante, esos significativos progresos, en las primeras décadas del siglo XX, tendremos un notable retroceso, con el surgimiento de los llamados regímenes “totalitarios”, en la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y Alemania. El poder vuelve a pocas manos. Y, otra vez, con una brutal concentración. Sus desvíos son bestiales e inimaginables. Hitler y Stalin, con millones de muertos, crueldad y brutalidad de por medio, en la historia, son los más conspicuos genocidas. Vean cuan nocivo es el poder cuando está concentrado en pocas manos.

Si bien hay notables progresos en las democracias del mundo después del fin de la guerra fría, a inicios del presente siglo, experimentamos otra vez un retroceso. Con el surgimiento de regímenes populistas, tanto de izquierda como de derecha, el poder vuelve a concentrase en pocas manos. El estilo populista autoritario riñe con los principios del Estrado de derecho. La división de poderes contraviene a sus intereses, afectando seriamente a la democracia.

En nuestro país, la división de poderes, no obstante, de estar constitucionalizados -incluso con un órgano adicional- no ha tenido vigencia. El poder, durante casi 14 años ha estado en manos de una sola persona, además con ambiciones de poder eterno. 

Ahora, ciertamente, ese poder concentrado, está en manos de un partido.

Con altibajos, la lucha contra ese poder ilimitado y abusivo continua. Son siglos de resistencia constante, pues la libertad de todos, la libertad de pensar, la libertad de expresión y la libertad de elegir colisiona con el poder concentrado e ilimitado. Con avances y retrocesos, la lucha continua.

El autor es profesor de la Carrera de Ciencia Política de la UMSS

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