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Opinión

Auge, decadencia, perversión y caída del proceso de cambio

19 de Enero, 2020
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ROLANDO TELLERIA A.

En anteriores años, justo para el aniversario del Estado Plurinacional, ya había descrito y advertido sobre la decadencia y la perversión del tan mentado “proceso de cambio” que, al final, resultó siendo un burdo montaje propagandístico. En la fase decadente este “proceso” ya se develaba como falso. En la caída, sin embargo, esta falsedad y otras miserias, se apreciarán en su verdadera magnitud. En esencia, detrás de ese montaje, estaba una “voraz élite cleptocrática” que, con la narrativa izquierdista de cambio y retórica indígena, controlaban y dilapidaban, a su antojo, el extraordinario excedente económico. Con su doble moral omnipresente, eran, nomas, falsos izquierdistas. Predicando la sobriedad, con la plata del pueblo, vivían con descomunales privilegios.

Pues bien, en estas breves líneas, para entender mejor la caída, los factores que precipitaron aquello y para contar con un panorama completo; describiremos esas cuatro fases del “proceso de cambio”.

Su llegada al poder, como resultado de las elecciones de diciembre de 2005, se produce en un escenario de enorme descontento social, desigualdad económica, corrupción e impunidad. El profundo descredito, de los partidos y líderes tradicionales, había provocado una aguda crisis de representación. Precisamente, ellos, los políticos neoliberales del ciclo de la democracia pactada, allanan el camino a Evo Morales, quien saca enormes ventajas y beneficios al condensar para sí, con su discurso de cambio, ese gigantesco descontento social, logrando una votación inédita e histórica. Gana esas elecciones con el 54%. En este porcentaje, tiene una enorme incidencia el voto de las clases medias citadinas.

Toma el poder con la promesa de representar a todos, imponiendo, con el ejemplo, una verdadera revolución, sobre todo, en la forma de hacer política. En su discurso de posesión, del 22 de enero del 2006, anuncia una nueva época, provocando gran ilusión y esperanza. Sin embargo, no obstante su 54% y la mayoría absoluta en la cámara de diputados, mas no así en la cámara alta, donde la oposición, con un voto, ostentaba la mayoría; tiene serias limitaciones para gobernar. Además de la oposición recalcitrante de los comités cívicos de la media luna.

Estas dificultades, con gran astucia política, las sortean con el referendo revocatorio de agosto del 2008, el caso terrorismo y la aprobación del nuevo texto constitucional en febrero del 2009. Estos tres episodios políticos cambiaran sustancialmente la correlación de fuerzas, dando inicio a la fase de auge, la cúspide del ascenso y el poder político.

Con la correlación de fuerzas a su favor, más la extraordinaria e inédita bonanza económica, arrasan en las elecciones del 2009 y 2014. Consiguen dos tercios en la Asamblea Legislativa Plurinacional. Esto, produce una inmensa concentración de poder en manos del caudillo y la elite del partido. Esa sobredosis de poder acabará luego, no solo emborrachándolos, sino intoxicándolos al extremo, forjando un irreversible proceso de perversión. Aturdidos e intoxicados con tanto poder, se desvían de su ruta inicial. Queda atrás aquella obligación histórica de un buen gobierno. Descarriándose, priorizarán, por encima de todo, la gestión del poder.

En ese afán de reproducción permanente del poder, convocan a la consulta popular del 21F, para modificar el artículo 168 de la Constitución, seguros de un buen resultado. Empero, acabara siendo una terrible derrota. Ahí se inicia la debacle hegemónica, la fase decadente del proceso. El expresidente y su cúpula, empiezan a develar todas sus miserias; a mostrar su esencia y naturaleza perversa. El control desde el ejecutivo, de los otros poderes del Estado, incentivará una perniciosa dinámica, en la comisión de un conjunto de tropelías, abusos, injusticias, atropellos y arbitrariedades; hasta violar “su” propia Constitución.

Pervertidos y desquiciados con tanto poder, preparan un monumental fraude para las elecciones del 20 de octubre pasado, con la convicción de que el poder eterno les pertenece. El caudillo y su cúpula, lejos de asimilar su decadente fase, intentan imponer sus resultados fraudulentos. Eso derivará, luego de 21 días de resistencia en las calles, en la estrepitosa caída y el fin del ciclo, el fin del “proceso de cambio”.

La caída, entonces, tiene origen, como en la caída del Imperio Romano, en la perversión que provoca el ejercicio y la concentración de poder. Inexorablemente, como dice la famosa frase de Lord Acton “el poder tiende a corromper, el poder absoluto corrompe absolutamente”. Claro, la pérdida del poder también enferma. Con esa patología deambula Evo en la Argentina.

Rolando Tellería es profesor de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Mayor de San Simón

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