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Opinión

Aprender a perder el tiempo

10 de Agosto, 2020
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AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ

Cito de memoria, además porque no leí a Rosseau, pero mi profesor Orias, me contó una vez, en una de nuestras caminatas por los senderos de Llojeta, que la traducción al castellano, creo que era del Emilio, había tenido un garrafal error, el texto original decía que la “educación consistía en perder el tiempo”, y el esmerado traductor, poco ducho, y traidor al fin, creyó que esa frase no hacía sentido y le aumento un “no”,  “ la educación consiste en no perder del tiempo”, y destruyó así para una parte del mundo toda una teoría pedagógica.

En tiempos de eficiencia, y de “excelencia”, el no perder el tiempo, parece ser el leitmotiv, casi la principal condición  para triunfar en la vida, es por eso que ahora se pueden ver a niños de cuatro años pasando clases delante de un ordenador. En tiempos de pandemia, evidentemente se ha aprendido que perder el tiempo es lo más inteligente, no vaya a ser que por ganarlo uno pierda la vida, o peor, haga perderla a un ser querido.

El domingo pasado nos enfrentamos a una noticia que levantó polvareda, la clausura del año escolar, y el consiguiente paso de todos los estudiantes al siguiente año de estudios. No quepa la menor duda de que pudo haber algunas alternativas menos traumáticas que cerrar un año escolar. Clases por televisión, por radio, manuales a la antigua, e inclusive  proporcionar tablets a la mayoría de los alumnos, sin embargo lo cierto es que para la mayoría de los alumnos, este año sería extremadamente irregular y deficiente. La mayoría no tiene condiciones para seguir cursos por internet, y es posible que un buen porcentaje de los maestros tampoco tengan condiciones netamente técnicas para ese propósito, amén de las habilidades pertinentes.

Sin embargo creo que en este caso lo importante es tomar las cosas con calma, es obvio que clases presenciales serían inaceptables en medio de la pandemia, y que nuestras capacidades tecnológicas, y económicas difícilmente pueden permitirnos soluciones del primer mundo o de países más ricos del tercero.

Creo que la clausura del año escolar es un sinceramiento con  nuestra realidad, de hecho es una de las pocas respuestas del gobierno que no puede ser tildada de electoralista, más bien, todo lo contrario.  Es posible que la clausura del año escolar, y el hecho de que todos los estudiantes pasen al siguiente año puede tener una serie de ventajas para reducir el estress no solo de los estudiantes sino de las familias enteras, y creo que los colegios particulares y los fiscales que estén en condiciones, pueden seguir impartiendo clases voluntarias a quienes las quieran recibir, tal vez estudiar durante seis meses por el afán de saber, y no por la relevancia de la nota, sea también un gran aprendizaje.

No crea amigo lector que desmerezco una buena educación, aunque siempre he creído que ese no debería ser el único pasaporte para salir de la pobreza, mejorar nuestros niveles de educación es imperativo para todos los aspectos de la vida social de un país, pero si no tenemos prioridades claras, podemos hacernos daños irreversibles, ese es el caso de una muerte por covid que hubiera  podido ser evitada.

Un trabajo serio para hacer viable y aceptable la educación es una tarea pendiente, eso si, apenas hayamos podido combatir eficientemente la pandemia y no antes.

Usted amigo lector, si ya está entre los que dejaron las aulas hace más de veinte años, haga una revisión de lo que aprendió en las aulas, y de lo que aprendió fuera de ellas a lo largo de su vida, es posible que el resultado sea abrumador en la segunda faceta, sin querer desmerecer el trabajo de los maestros, (a veces también se aprende mucho de ellos fuera de clases).

La decisión del ministerio de educación puede ser cuestionable, pero identifica sin lugar a dudas la prioridad principal, no se debe arriesgar con la salud. 

Agustín Echalar es operador de turismo

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