EVELYN CALLAPINO GUARACHI
Hace aproximadamente dos semanas, el municipio potosino se vio nuevamente sumergido ante juegos de intereses político-partidarios en plena crisis sanitaria. El Concejo Municipal decidió destituir al alcalde interino Luis Alberto López con el argumento principal de no tomar las medidas necesarias frente a la pandemia y lo eligieron a Carlos Carmona para asumir el cargo.
Los roces se agravaron cuando no se aceptó tal destitución por parte de López y Carmona entre forcejeos y gritos a favor y en contra instaló su oficina en el hall de la Alcaldía Municipal, sin pasar por los protocolos correspondientes de posicionamiento. Por parte de los diferentes actores, las respuestas son principalmente de ataques que están lejos de priorizar la crisis por la que estamos atravesando.
La crisis política institucional en este municipio no es algo nuevo, el Concejo Municipal ha sido cuestionado desde hace años, porque el trabajo que realizan está lejos de las funciones que deberían cumplir. Estas autoridades son bastante cuestionadas, con poca transparencia, a tal punto que la población pide que después de haber cumplido su gestión en mayo de este año dejen sus funciones dado que carecen de legitimidad. El problema empeora con las pugnas de poder entre los bandos de López y Carmona, lo que demuestra que existe muy poco interés en apostar por el diálogo y la conciliación.
En momentos tan críticos para toda la población, lo que más se requiere son certezas y es lo que menos tenemos. Sumado a todo esto, la desacreditación de las autoridades potosinas agudiza la crisis multifactorial que estamos atravesando. La administración municipal no enfrenta la situación de manera oportuna, menos prioriza el ejercicio de un rol protagónico ante la magnitud de los problemas. Es por ello que como sociedad civil nos encontramos enervados ante shows politiqueros dentro de un gobierno incapaz de cumplir con sus obligaciones.
La ausencia de un compromiso constructivo dentro de estos espacios de decisión frente a nuestras demandas tiene como resultado el caos. Las sesiones son constantemente suspendidas por falta de quórum, vemos a los concejales en medio de pugnas partidarias, que ya se ha normalizado sentir esa apatía.
En respuesta a ello, diferentes juntas vecinales a pesar de las restricciones de la cuarentena y en la medida de sus posibilidades han estado protestando, y no es la primera vez que vemos en puertas de la Alcaldía carteles diciendo “que se cierre el Concejo” o “autoridades incapaces”. Asimismo, a través de medios de comunicación y redes sociales se ve claramente el descontento de la sociedad civil ante esta ineficiencia.
En consecuencia, ante todo este embrollo también tenemos un desapego de otra parte de la sociedad en relación a las autoridades. Lo cual no es para menos, porque el accionar del político tradicional, como el de la mayoría de los gobernantes municipales, ha hecho que gran parte de la ciudadanía se muestre alejada ante procesos cruciales de decisiones políticas. Esto ha agudizado este desgaste relacionado con la gestión social necesaria en toda democracia.
La cosa pública tendría que beneficiar a la población en general, pero al ser manejada con poca transparencia carece de credibilidad, es por ello que nos vemos inmersos en proyectos o actividades improvisadas (como el caso del horno crematorio) concretando el debilitamiento en el sistema político.
Nuestra cultura política racional está lejos de ser fortalecida, pues necesitamos de manera urgente reconstruirnos. Es imprescindible que nuestras instituciones públicas estén libres de un clientelismo político partidario, además de poseer una ética de responsabilidad que priorice el bien común, dejando de lado oportunismos que sólo hacen que la sociedad se desencante del accionar político.
Evelyn Callapino Guarachi es politóloga, docente universitaria y coordinadora de Mujer de Plata.
Twitter: @EvelynCallapino